ENTREVISTA > SUSY SHOCK
Susy friega la bacha de la cocina con la esponja, después cebará mate con sus manos enfundadas en guantes de red. Como una Madonna subdesarrollada, en una cocina humilde con un poster de Hendrix pegado a la heladera, espera ansiosa las preguntas del cronista. Una tímida llama azulada calienta la pava, mientras uno de los chongos asiduos a las Noches Bizarras acomoda las sillas para el show.
› Por Juan Tauil
–Yo digo que soy un hecho artístico. Trato de no nombrarme. El nombrarnos cada vez nos queda más chico. Conociendo el movimiento militante travesti –Berkins de Alitt, las chicas del Teje de la mano de Marlene, las chicas de Atta, de futuro transgénero– el nombrarse travesti, como yo también me titulo, tiene que ver con el espacio político necesario, de visibilidad. Pero creo que en el fondo lo que ellas buscan es dejar de nombrarnos y empezar a transitar todas las posibilidades de lo que somos. Susy es esa búsqueda.
–A partir de Daniel en primer lugar. No siento que terminaré siendo una travesti las 24 hs, porque el varón que complementa a Susy me llena. Pero cuando nuestra sexualidad permite investigar, meterse en los recovecos, uno se entera de que se pueden vivir otras realidades, adquirir otras personalidades. Uno se autogestiona lo que uno es. Daniel imprime a Susy muchos conocimientos: desde la danza hasta el canto, pasando por la escritura. Desde el canto, Susy está recibiendo la impronta coplera, de las copleras del norte, donde Daniel anduvo recopilando versos, por la zona de Amaicha del Valle, en Tucumán. Todo tiene que ver, porque la Pachamama es trans, es vida, da vida, es originaria, aunque la Iglesia trate de limitarla al rol de mujer virgen.
–Las coplas llevaron a Daniel a los agudos y Susy lo toma, porque como Daniel soy muy rockero para cantar tangos, muy tanguero para cantar rock, soy poco travesti para el travestismo... siempre me falta algo. Por eso aparece Susy, por esa posibilidad de probar desde mi otro yo. Al principio de las Noches Bizarras, el personaje de Susy era el de una travesti, hacía chistes bien travestis... pero cuando empecé a profundizar en mí y empecé a juntarme con los movimientos travestis, fue mutando a un hecho político. Y el personaje dejó de serlo porque empezó a transitar zonas mías.
–Totalmente. Susy Shock, por ejemplo, tiene mucho de Moria. Es el resultado de lo mejor y lo peor que tenemos como sociedad. Moria, una fascista declarada que trabaja de vedette, hace de monja perseguida por la Iglesia y abre una playa nudista gay. Si deconstruís mal, terminás siendo tu propio clown y Moria es eso, que naufraga en un medio poco exigente. Pero por suerte Susy aparece en un canal de ventilación, una resistencia a la estructura de medios copada por personajes derechosos.
–Creo que es por una cuestión de supervivencia. Lo que vive una travesti adolescente ahora no es lo mismo que vivió una hace treinta años. La pasaron muy mal. Esto me sirve a mí para entender los porqués de los miedos de ahora. Ahora creo que siempre fui trans. Fui hetero, bi, gay... pero ahora me comprendo trans. Hay un futuro transgenérico donde todos somos todo, eso es lo que se viene.
–Los hombres que tuvieron la oportunidad de vestirse de mujer y compartir la cama con un hombre hetero, podrán ver que muchas veces puertas adentro no sucede lo que la sociedad esperaría. Todo lo contrario: puertas adentro, ese hombre se anima a hacer lo que no hace con una mujer. Creo que tímidamente, clandestinamente, de a dos, estamos empezando a transitar ese futuro trans. Eso es el deseo, y viene antes que nosotros y se lo podrá reprimir, pero jamás frenar.
–Así es. Daniel, desde que fuera obligado en la colimba a cebar mate a todos los uniformados que se le cruzaran en el camino, le tiene fobia a la mítica infusión: “Me revuelve el repugnante sentimiento de sumisión hacia un milico”, resume. Pero cuando se convierte en Susy, todo se olvida, y convida unos mates deliciosos.
–Antes estábamos en un local de Chacarita y lo cerramos una semana antes de Cromañón. Después abrimos acá, en medio de los talleres de autos y las casas de repuestos, un lugar ajeno a la vida y a la civilización. Acá podemos armar lío y evitamos la oleada de denuncias paranoicas que en ese momento la gente usaba para acabar con todo tipo de reunión, movimiento cultural o rejunte de personas con la excusa del peligro de incendio. Nos planteamos como mutual de artistas, para lograr la autogestión, porque creo que ése es el camino. El arte legitima a Susy. Susy se autogestiona.
–El arte, al permitir la ambigüedad, abre interrogantes y cada uno los cierra como puede. No hay juicio de valor. Yo tengo una hija de 17 años, que estudia bellas artes y que sabe que existe Susy. Es más, me ayuda con la ropa, me dice “esto te queda bien, esto te queda mal”. Y tiene que ver con el modo de vida que elijo, por eso estoy conformando una familia de tres personas. Tres varones, una tripareja. Convivimos juntos desde hace cuatro años. Yo me coloco en un deseo, y eso trae aparejado una serie de situaciones frente a las cuales uno tiene que elegir. Nos manejamos muy bien socialmente, nuestro círculo lo sabe, pagamos los impuestos... soy de una generación en la que las tribus también existían y servían para diferenciarse y para nombrarse. Desde ahí formé mi familia, desde el deseo, desde la coherencia con ese deseo. Mi deseo es deconstruirme, desarmar esas estructuras y ver con qué me encuentro. Desarmar la estructura botacruz, por ejemplo, que nos limita a tener parejas de dos personas, heterosexual y con un control del culo y de todo lo que pasa por ahí.
–La “norma” está llena de “normalitos” angustiados, eso te da la pauta de que algo no está funcionando. Basta sólo con salir a la calle: la cana viene en su rol pero busca pete gratis, si no una coima... creo que permitirse el deseo es la batalla contra el control. No somos un pueblo culturalmente revolucionario, hemos recibido palo y adoctrinamiento. La derecha está despertando –o quizás está pegando los manotazos de ahogada– y es un bochorno que eso pase en un gobierno como éste, que no rompe mucha estructura que digamos. Ni me quiero imaginar qué sucedería en un gobierno realmente revolucionario como el de Evo. Somos una generación que está probando. Creo que el mundo debe volver a las ropas sueltas...
–¡Claro! Etéreos... somos lo que somos y nos relacionamos desde ahí. Nos veremos, nos tocaremos y siempre habrá alguien que responderá. Creo en la aceleración de este proceso y lo veo acá en las noches de show. Si venís podrás ver parejas con sus hijos mirando el espectáculo, los varones que vienen a este espacio asumen toda la historia, podés ver una travesti, todos juntos, como tal vez debiera ser afuera.
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