La filósofa y escritora española Beatriz Preciado lo repite cada vez que le preguntan y en todas las entrevistas alguien tarde o temprano quiere saber qué es, qué se siente, qué quiere hacer con su sexualidad: “Nunca me sentí mujer, ni siquiera niña. Pero tampoco me he sentido hombre. No me identifico con ninguna de las dos caras del binomio”. Su rostro anguloso, su estilo andrógino y su physique du rol tan académico y guarro a la vez son una puesta en acto de lo que ya expresó en su Manifiesto contra sexual, en menos de siete años devenido un clásico. En su segundo libro, Testo yonqui, editado por Espasa a comienzos de 2008, redobla su apuesta política y su intención de espabilar al pensamiento filosófico reiterando su hipótesis de que no hay dos sexos, sino una multiplicidad de configuraciones genéticas, hormonales, cromosómicas, genitales, sexuales y sensuales. “No hay verdad del género, de lo masculino y de lo femenino, fuera de un conjunto de ficciones culturales normativas”.

En un registro que ronda la ficción, el diario íntimo, la teoría y la denuncia política, explica las razones por las cuales se ha aplicado pequeñas dosis de testosterona para escribir, “para follar, para sentir de un modo post pornográfico”. Bajo el influjo de esta hormona (que no toma para transformarse) intenta construir un espacio virtual no reductible a lo femenino ni a lo masculino mientras invita a recorrer los pasadizos de un capitalismo caliente, psicotrópico y punk que ella misma define como “régimen farmacopornográfico”. Al fin y al cabo, mucho más fuerte, nociva y contra toda libido es la píldora y otras drogas que se publicitan desde el mercado normalizador. Preciado alerta además sobre el trabajo de una megaindustria faramacopornográfica que interviene en el cuerpo de las personas con pastillas como el Viagra a favor de un control cada vez más rígido del deseo global. Provocadora y lisérgica, Beatriz Preciado merece lectura y voto.

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