Viernes, 27 de marzo de 2009 | Hoy
ENTREVISTA > WANDA RZONSCINSKY
Líder, ideóloga y militante de una asociación absolutamente virtual, la Asociación Argentina de Chongos (carnetdechongo.blogspot.com), Wanda es la creadora y encargada de enviar los “memos” especiales a aquellas lesbianas que aún no se reconocen como tales. Desde su blog propone un test para obtener el carnet de chongo y se ríe de los estereotipos femenino/masculino cada vez que tiene tiempo.
Por Paula Jiménez
–Es una pregunta incontestable: lo que no se puede responder. Y el carnet de chongo que damos desde la Asociación Argentina de Chongos, si me preguntás cómo se consigue, te cuento que lo consigue cualquiera que tenga ganas de tenerlo. Qué es o no es un chongo no lo sé, pero me parece divertido romper esa trama, esa fijeza de las definiciones.
–En ese test te encontrás con un montón de resultados posibles: está el chongo afeminado, está el chongo mutante que a veces es y otras no, está el chongo encubierto, y una serie de categorías donde al final no se sabe qué es. Es, a lo sumo, un lugar de donde se puede entrar y salir. Lo mismo que si me preguntás qué es ser lesbiana: yo te puedo decir algo, pero puede haber quince respuestas diferentes a la mía.
–“Carnet de chongo” no es exactamente un proyecto. Siempre jodí con lo del carnet porque me parecía que yo quedaba fuera de todo, que nunca llegaba a ser completamente algo. Hace muchos años quería sacar el carnet de bisexual, porque sentía que no había llegado a serlo y aquella búsqueda de identidad fue mutando. Una vez, una amiga me dijo: “Vos estás cada día más torta”. Y yo le contesté: “Es que quiero sacar el carnet de chongo”. De ahí salió. Hice el blog en ese momento y en realidad este tema es, y fue siempre, una pregunta para mí.
–En todo momento tengo una postura política, y me parece muy necesaria la visibilidad, además de interesarme mucho otra cuestión de fondo que es la de explorar lo que hay en el interior de la comunidad. Pienso que existe un discurso que dice, en su corriente subterránea, que las lesbianas y los gays somos, o deberíamos ser, indistinguibles socialmente porque somos iguales a los heterosexuales. En realidad no creo que sea así. No creo que no tengamos especificidades estéticas, discursivas, ideológicas, y no me parece que para “valer lo mismo” tengamos que ser iguales. Somos iguales, en cuanto a que no somos menos que nadie, y aun así podemos vernos diferentes.
–Eso es algo con lo que machaco siempre. Porque me pasó en un montón de lugares donde digo que soy torta y me dicen: “Ah, pero no se te nota”. Pienso que me mienten, o eso espero; y además, me pregunto: ¿por qué pensarán que para mí es un halago que me digan eso? Como si con esas palabras me sugirieran: quedate tranquila que parecés una persona normal. Como si yo no tuviera que estar orgullosa de ser quien soy o, mejor dicho, como si fuera algo en lo que una es competente o incompetente con relación a lo femenino. Me parece que se refiere a eso. Que no se te note que sos torta significa que sos “lo suficientemente femenina”, o sea: te sale bien. Como si se tratara de algo que todo el mundo debe querer “hacer bien”.
–Podría ser. Me parece que dentro de la comunidad lésbica hay una cierta ambivalencia, y está desprestigiado el hecho de no ser femenina. Creo que una cosa es que a mi mamá no le parezca bien y otra es que a las lesbianas les parezca criticable que yo haga alarde de mi falta de feminidad, o que lo haga, pero sin cumplir con determinados requisitos. Porque si te autodenominás “chongo” tenés que tener una capacidad para sostenerlo. Si yo digo que soy chongo, me van a decir: bueno, hasta por ahí nomás. Entonces, a mí me parece que lo que tiene de piola esto de ponerse en un lugar donde no estás del todo, es que podés reflexionar sobre qué es eso y qué se necesita para serlo. ¿Por qué una persona querría calificar en una identidad que además de no corresponderle totalmente está subvalorada con respecto a lo que es? Es como decir “yo soy esto que se supone que no tengo que querer ser”. Se trata de reapropiarme de términos que se usan despectivamente.
–En la imagen del chongo podría haber una cierta idea asociada al machismo, a la caballerosidad y a la masculinidad, que es el hecho de estar yendo siempre al frente, de tener que encarar y levantarte a todas las minas...
–La idea, al principio, era jugar con amigas y decirles: che, hacete cargo, sos torta. Al comienzo era un chiste sobre cómo te lo decís a vos misma, o cuándo te enterás, porque la dificultad que tuve yo, y tienen un montón de chicas sobre cómo decirse a sí mismas que son lesbianas, me hizo pensar alguna vez: bueno, che, ¿por qué no me avisaron antes? Es que yo, como tantas, tuve algunos conflictos sobre ese tema. En mi vida no fue una alternativa disponible para ser elegida fácilmente, lo tuve que ir a buscar. En todos lados me preguntaban, directamente, si tenía novio, no me dejaban otra opción. Yo creo que es una sola quien tiene que preguntarse más allá de estas cosas para darse cuenta de lo que quiere. Así empecé a jugar con la idea de que debería haber un ente regulador que te avisara, para no perder tanto tiempo tratando de no ser lo que no sos.
–Sí, yo los mando todo el tiempo. Porque cuando entré a jugar con esto, se metieron muchas chicas al blog que querían recibir sus propios memos. Desde entonces los envío con duplicado, el primero con una fecha apócrifa, como si lo hubieras recibido en una etapa de tu adolescencia y lo hubieras perdido, y el segundo recordándote el primero. Pero yo no se lo mando a cualquiera sino a quien me lo pide para sí o para alguien cercana. Y claro que este juego es una ironía sobre “quién” te lo dice y de qué manera lo hace.
–Tengo tres personajes: Tacu, que es como un chongo de batalla (esto lo saqué de mi militancia de izquierda), y es la mina que empieza a hablar, y habla y habla, y baja línea y no le importa nada; otro personaje es la Pepe, que tiene voz de locutora y lee poema guarros, aunque pareciera ser una romántica; y el tercer personaje es el de una señora homofóbica, pero que es una torta reprimida, que entró a la radio por palanca con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y quiere salvar al mundo de la homosexualidad. Sé que la gente se divierte con eso y aunque no es un programa dirigido al público gay, mi micro es muy escuchado y en general se ríen. Eso es lo que me parece interesante. El hecho de buscar el modo de comunicar estas cosas que, en un punto, son más bien de problemática interna, y lograr que se entiendan desde afuera. Es un desafío hacer que todo el mundo se ría de esto y salir de esa corrección política que dice que “no nos podemos reír de las lesbianas porque son discapacitadas”, o algo por el estilo, que es lo que parecería circular por lo bajo.
–Mi actual pareja vive con un chico gay y con él siempre hablamos de la relación entre los putos y las tortas, y decimos que hay en cierto lugar convergencia y en otros una especie de rechazo entre las dos partes. Y primero, esa frase, “tengo un amigo puto”, me parece graciosa porque refiere a esta cosa de la discriminación, como “yo tengo un amigo judío”. Y al mismo tiempo me pareció bueno cruzarla con la cuestión de las lesbianas, cuando en una Marcha del Orgullo se critica, por ejemplo, a las travestis o los gays y se dice: uy, al final éstos nos hacen ver a todos como unos escandalosos, como si fuéramos todos un show. Y yo, en general, me peleo con esta cuestión de que está mal que ellos se expresen así, porque no todo el mundo se expresa de la misma manera. Creo que todos los grupos en algún punto discriminan y está bueno que nos preguntemos sobre eso. Y la risa me parece que para eso es un buen recurso.
–Te podría decir que la asociación soy yo, pero en realidad no existe, es un chiste. Siempre invito a gente a que colabore con el blog y si se quieren considerar parte de la asociación por eso, lo son, pero yo no lo sé... A mí me parece que el blog es un buen espacio para hacer otras cosas, nada más. Siempre percibo muy acartonadas cosas como: “¡Cuánto sufro yo, que soy distinta!”. O los chistes feministas o todo tipo de pensamientos sobre la superioridad de las mujeres, a mí me parecen machistas, y creo que obstaculizan explorar profundamente las identidades. Hay un miedo a pensar que podemos ser distintos, que hay distintas posibilidades. Por ejemplo, el par chongo-fem, que reproduce el imaginario heterosexual, me parece que no es necesariamente así, ni tiene por qué serlo.
–Ganas.
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