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Cuando la tía Enriqueta promete sorpresas, evito hacerle caso: ya terminamos una vez perdidxs en Glew, involucradxs en una gira de un circo-teatro y hasta me operaron de las amígdalas en un “spa”, que no era otra cosa que el Hospital de Clínicas. Pero un martes a la noche en Buenos Aires puede ser aburrido y solitario, por lo que hice caso omiso de mis experiencias anteriores y accedí a acompañarla al teatro: “Cuando tomo, no distingo”, solía decir la tía Leslie.

Ya en la entrada del teatro Broadway tuvieron que sujetarme para no volverme a casa: sus amigas, las “chicas” Nelly (Prince) y Beba (Lorena), nos esperaban enfundadas en zorros y lentejuelas, adelanto de la colección otoño-invierno de 1840. Mirtha Legrand, Susana Giménez y Moria Casán nos miraban gigantografiadas desde las marquesinas. ¿Qué es esto? ¿La entrega de los Martín Fierro, una marcha contra la inseguridad en los countries o el museo de cera de José Juri? Ni tiempo tuve de responderme que ya estaba ubicada en fila 4, intentando que el brillo de Nelly no me encandile en mi exploración de la platea. ¿Esa no es la actriz Valeria Brito –la que duerme en formol y siempre parece de 12– y su novio stripper? Y más allá... ¡Iripino, el coreógrafo de Susana y de Gogó Andreu! “Gagá, Lux, Gogó está gagá”, me corrigió Enriqueta detrás de su abanico, alabando, de todos modos, la conservación del cómico. ¡Quién la entiende!

Estatuillas no hubo, pero sí un comienzo a toda orquesta con un cuadro musical de mucho brillo y juventud, y una presentadora, una cómica a quien no conocía –no miro mucha televisión– que nos dio la bienvenida. Después, la magnífica Graciela Borges y China Zorrilla nos regalaron una obra de teatro muy breve, pero tan hilarante que tuve que sacar al hall a Berta para que respirara. Y convencerla de no ir a saludar a la China, porque nos íbamos a perder el resto del desfile: Raffaella Carrá y Thalía –¿será argentina?–, Estela Raval sin los 5 Latinos pero con bolero, y hasta la mismísima presidenta Cristina con un discurso de bienvenida que dijo de memoria con impecable tailleur precioso para recordarnos que la mayoría de los presentes la habíamos votado. Unos bailarines gritaron “¡No!” desde un costado del escenario y ahí tuve que sujetar de nuevo a la tía que gritaba: “¡Putitos atrevidos! ¡Voten a Macri, van a ver cómo les va a dejar el culo la derecha!”. Un escándalo.

Cuando apareció Susana con su carácter angelado, ya nos calmamos todos: tan apolítica y sincera, habló de muchas cosas como la pena de muerte, de su casa de Miami y de sus amantes malhechores. Divina, no entregó ni recibió ningún premio. Moria, otra diva amante de chicos malos, barrabravas y cafiolos, entró espléndida, enfundada en plumas y paillettes. “Cartón lleno”, pensé cuando apareció la señora Mirtha Legrand, inimputable, más allá del bien y del mal, más cerca de la lira que de la guitarra... algo más que el amor por los milicos comparten estas divas entradas en años porque había que ver lo bien que convivían en el mismo cuerpo... Reflexión que me obligó a sacudirme el polvo que se me venía acumulando en la hora y media que llevábamos sentadxs. Era hora de llevarme a las chicas si pretendía no quedar mimetizadx cual personaje de transformista. Y así lo hice, después de arrancarlas del pie del escenario donde se habían instalado, cual groupies con Alzheimer, cerca, muy cerca de cada luminaria del star system argentino. l

Las divas... de Squillaci. Martes y miercoles de abril, a las 22. Teatro Broadway 1, Corrientes 1155.