› Por Paula Aramburu
No bien la vi sentí algo que no había sentido antes. No podía dejar de mirarla, de atender a lo que estaba haciendo, adónde iba, dónde se sentaba. Era alta, tenía el pelo corto, parecido al mío pero con más rulos, y usaba unas calzas que le marcaban la cola. Tenía una forma de mirar que me encantaba. Y eso que ni siquiera era maestra mía, porque yo todavía estaba en la primaria... Pero no veía la hora de terminar para tenerla como profesora. Esa fue la primera vez que me sentí atraída por una chica. Obvio que en el campamento ni siquiera me atreví a hablarle. Yo tenía 12 años y ella, 25.
Fue al final de segundo año que Ariana nos anunció que se iba a vivir a Córdoba. Nunca más la volví a ver. Pero todavía guardo los poemas en los que me cansé de escribir su nombre.
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