Vie 16.10.2009
soy

La cámara rápida

› Por Andrés Andreani

Estaba en segundo grado cuando en mi casa compraron la primera videocasetera. Yo miraba mis pelis, las rebobinaba, las volvía a mirar, y sin que mis padres se dieran cuenta cada tanto ponía alguna de las que alquilaban ellos. Esperaba encontrar escenas románticas, chicas ligeras de ropa, y las partes que me aburrían las pasaba de largo. Hasta que un día: Terciopelo azul, de David Lynch. El personaje de Kyle MacLachlan entra al departamento de Isabella Rossellini, la espía escondido en el ropero mientras ella se saca la ropa, hasta que lo descubre, lo hace salir del armario y cuchilla en mano lo obliga a desnudarse. Fue ahí, la piel blanca de él, sus boxers marrones, la sumisión con que acepta las órdenes de ella... Algo había en esa escena que me hipnotizó. Era él, obviamente.

A partir de ese momento empecé a hacer lo mismo con casi todas las cintas que había en mi casa. Empecé a buscar chicos con poca ropa, chicos en duchas, chicos jugando fútbol americano, peleas. Recuerdo haber adelantado de punta a punta todos los clásicos del cine universal. Sólo Blue Velvet vi enterita. Se lo merecía, por el descubrimiento.

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