Viernes, 5 de marzo de 2010 | Hoy
Por Dalia Rosetti
La siempre finísima, delicada e imperceptible línea divisoria entre ser hétero y torta desaparece, se deshace como un hielo en el agua, gracias a la exquisita, fabulosa, hirviente, buenísima imagen, brillante porte de las chicas bomberos (un sinónimo de bombero sería potra, tortón, megatorta, impresionante, un fuego). Es una cuestión físico-química casi escolar. Básica. Lo bueno de ser mujer es que todas las chicas egresan del colegio tortas y las que no llegan a terminarlo siempre tienen la recontra fácil oportunidad de conocer a una chica que va para adelante con tubos y jeans bien puestos caídos. Las que me conocen saben que yo curto la onda ama de casa frustrada y desprotegida (las que no me conocen se enteran ahora). Siempre que voy de compras o al banco fantaseo con encontrarme alguna bombero con la cual intercambiar una gentil y cortés mirada que encienda y despierte la fría rutina con un golpe de tibieza, llegando a veces al calor intenso. Pero a veces es difícil encontrarlas y me conformo con alguna ama de casa desaliñada que me pregunta cómo usar el cajero.
Con unas amigas, para darles frecuencia a estos avistamientos, queremos abrir una disco torta (perdonen todos los gays, ustedes no saben cuánto los amo) llamada Tortícolis, inspirada en el quiebre y subsiguiente petrificación de cuello que una realiza en la calle (en el colectivo, en el subte, etc.) al fichar chicas que nos dejan... ¿duras? La frase cuando nos pescan en esta situación sería así: “Che... ¿qué te agarró, tortícolis?”. Tortícolis buscaría incentivar el arribo a la ciudad de todas las chicas bomberos desperdigadas por Capital, conurbano bonaerense (todos los cordones), Buenos Aires profundo y captar todas las chicas bomberos de las provincias que estén dando una vueltita por el barrio. Para este “noble” fin estamos diseñando estrategias específicas... que traigan para acá los diferentes perfiles de bomberos: a) las que se vuelcan hacia los deportes, que están siempre muy fuertes, también en el sentido de que tienen el cuerpo bien durito. b) Las que optan por la música, enamoradas de la noche, los excesos y el ritmo, pero que saben hacernos un lugarcito para vivir la fantasía de la groupie. c) Las que aman los fierros (¡por Dios!), motoqueras, camioneras, colectiveras, tacheras (aaaaaahhhh), ciclistas (entran en este rubro las bicicleteras) de brazos muy desarrollados y buen asiento. Y muchas, muchas, muchas más...
Una de las cosas que más me encanta de vivir es cuando una va distraída por el mundo, sin esperanza a, por ejemplo, tomar un taxi (suplántese por cualquier otro rubro). Y cuando nos preguntan a dónde vamos, notamos una sutil diferencia en el timbre de la voz que nos saca de lo habitual. Después por el espejito notamos algo especial en la mirada. ¡Gracias, vida! Es una tachera. No sé... estas chicas nos devuelven la magia a través de esa sorpresa indescriptible. A mí me dan ganas de todo. Sobre todo de fantasear todo el viaje y sonreír y —por qué no— de darles mi celular.
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