Un concienzudo y delirante análisis de las canciones de Ricky escuchadas ahora a la luz de su salida del closet.
› Por Mariana Enriquez
Ante todo, sensatez. Las estrellas pop, especialmente las que entran en la categoría mega como Ricky Martin, no suelen escribir sus canciones. En general son grandes intérpretes, vehículos perfectos de hits diseñados a medida. Así que sobreinterpretar las letras de sus canciones como si se tratara de textos confesionales es un poco inocentón. ¡Pero lo haremos, qué importa! Es que desde que Ricky salió del closet –una salida poco sorprendente, pero no por eso menos impactante, porque de verdad son pocas las estrellas que se atreven– todo lo que su voz dice cambia de significado y de qué manera. Lo de Ricky era un secreto a voces, pero que no lo dijera le daba a su meneo de caderas cierta amargura porque (nos) recordaba que Ricky era ante todo una estrella latina y en estas tierras conservadoras todavía es muy difícil ser abiertamente gay y una superestrella (o una estrellita, vamos). Pero ahora que lo hizo se nos permitirá la sobreinterpretación, que nada agrega pero mucho divierte, y qué ganas de escucharlo cantar todo el repertorio de nuevo.
De “Livin’ la vida loca” poco diremos, para no derrapar hacia la obviedad (pero está claro que ese “loca” adquiere una muy otra dimensión). Vayamos a ejemplos más recónditos. “Asignatura pendiente”, por ejemplo. Esta balada está en el disco Almas del silencio (2003), que ya desde el título era sugestivo: ¿qué callaban esas almitas? La canción la escribió, pensando en Ricky, Ricardo Arjona. Sí: no pinta bien. Pero sin embargo atención: la letra es de una insatisfacción manifiesta. Ricky, con voz cansina, enumera todo lo que tiene y que no le alcanza: “Tengo millas de vuelo para ir a Plutón/ Tengo un club de fans en la Luna/ Una casa gigante que veo desde un avión/ Y en los ojos de algunos fortuna./ Un ejército de alcahuetes/ Una foto con Bush/ Una suite en el Waldorf/ Y más autos que amigos”. Van quedando cosas claras: poca gente es parte del círculo íntimo de Ricky (porque allí hay un secreto, podemos inferir) y todo el dinero le es insuficiente porque debe usar una máscara. ¿Y qué es lo que quiere, cuál es la “asignatura pendiente” del astro, qué lo haría feliz? Alguien a quien no puede olvidar, y dice: “Tu mano pequeña diciéndome adiós/ Esa tarde de lluvia en San Juan/ De los besos que llevo conmigo que son sólo tuyos y nunca te di/ Por andar ocupado en el cielo me olvidé que en el suelo se vive mejor/ Mi boricua, mi india, mi amor, mi asignatura pendiente”.
Los besos se los debe haber dado, a que no. Y no hace falta mucho ejercicio de imaginación para imaginar a ese puertorriqueño agraciado, saludando a Ricky bajo la lluvia, mientras él se va de gira y tiene que fingir amor y lujuria por muchachas en cada conferencia de prensa. La canción era buena, ahora es mucho mejor.
Continuemos con las baladas, porque allí está lo jugoso. “Fuego de noche, nieve de día”, entonces, del disco A medio vivir (título sugestivo, porque Ricky no era tan mayor cuando se editó en 1995, entonces no se refiere a la mediana edad, sino a vivir a medias porque hay una mitad oculta.) La canción, entonces: hay que pensar todo lo que sigue con un muchacho en mente, un muchacho que lo está volviendo loco a Ricky. “Antes de que empiece a amanecer./Y vuelvas a tu vida habitual./ Debes comprender que entre los dos./ Todo ha sido puro y natural.” Un paréntesis: ¿por qué hay que aclarar que “todo ha sido puro y natural” si no existiera el miedo de que fuera lo contrario? Esta no la escribió Ricky, como no escribió ninguna de las otras que lo hicieron famoso, pero qué astutos los letristas, eh. Sigue: “Tu, loca manía./ Has sido mía. / Sólo una vez./ Dulce ironía./ Fuego de noche, nieve de día”. Cae el sol y hay entrega, pero de día el señorito le da vuelta la cara. “Y mientras yo me quedo sin ti./ Como un huracán rabioso y febril. / Tanta pasión, tanta osadía oh, tú”. Así lo queremos, fogoso: es lindísimo Ricky, dichosos los que con él disfruten.
Otras canciones que cambian son un par de Vuelve (1998), el gran disco que tuvo a Robi Rosa como compositor (¿habrá pasado algo ahí? ¡Ojalá! Robi es heterosexual hasta donde se sabe, pero en realidad nunca se sabe con gente tan famosa). El estribillo de “Por arriba, por abajo” no necesita un solo comentario: “Por arriba, por abajo/ Calentitos/ Bien pegados/ Por arriba, por abajo/ Angelitos/ Sin pecado”. ¿Y es muy pronto para declarar a “Vuelve” un himno para cantar en alguna embriaguez de amor no correspondido? No, no es pronto: “....Fui yo a decirte que no/ Sabes bien que no es cierto/ Estoy muriendo por dentro/ Y ahora es que me doy cuenta/ Que sin ti no soy nada./ He perdido las fuerzas/ He perdido las ganas/ He intentado encontrarte/ En otras personas/ No es igual/ No es lo mismo/ Nos separa un abismo/ Vuelve, que sin ti la vida se me va/ Oh, vuelve que me falta el aire si tú no estás/ Oh, vuelve, nadie ocupará tu lugar/ Sobra tanto espacio si no estás/ No paso un minuto sin pensar/ Sin ti la vida lentamente se me va”. Otra canción fantástica, por cierto.
Tampoco se abundará aquí sobre “Tal vez”, otra cuasi confesión de Almas del silencio y aquel estribillo que empieza con “Tal vez me sorprendió la vida por la espalda”. No hay que ser soez: es una metáfora de lo repentino e inesperado (tal vez). Mucho mejor, y con esto se termina, es volver a escuchar “La bomba” (otro megahit de Vuelve, escrito por Rosa) y bailar en festejo por la libertad de Ricky. Es muy obvia “La bomba”, vean si no: “Es una bebida que va cambiando tu vida/ Una gotita de nada/ Te vuelve loca/ Loca divertida/ Agua de risa/ Con unas gotas de rosa/ Y una aceituna sabrosa/ Y en lo caliente/ Esa es la bomba”.
Y ahora a esperar con ansias el primer disco después del closet, ahora que Ricky es la primera estrella gay de pop latino. Porque, de verdad y sin ironía, va a ser un momento importante.
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