› Por Marlene Wayar
Soy cordobesa. Me instalé en Buenos Aires a los 22. Una chica travesti de Córdoba me enseñó todo lo que se necesita para subsistir en la calle, pero no desde la imposición. Además, entre las que trabajábamos en la misma zona desplegábamos otras estrategias de cuidado colectivo. Ninguna podía transformarse en fuerza de trabajo al servicio de otra. Estos roles a veces se confunden. Sobre todo en el ejercicio prostibulario, donde en determinado momento el mercado te deja de “consumir” y vos seguís teniendo gastos para mantenerte, entonces das amparo a cambio de plata.
El madrinazgo tradicional es una situación menos extendida ahora pero, allí donde sucede, está atravesado por el individualismo como muchas relaciones en la sociedad actual. Algo que cambió es que hay poca diferencia de edad entre la que protege y la protegida.
Por conocer estas cosas, y por mi historia como militante, me paro en otro lugar y no acepto el madrinazgo como vínculo, ni la prostitución como destino inevitable. Con mis amigas mantengo una protección consciente. Por ejemplo, les explico que pueden parar donde quieran, que nadie tiene por qué decidir sobre ellas, ni detenta más derechos que ellas.
* LA AUTORA ES COORDINADORA DE FUTURO TRANSGENERICO.
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