presidenta de la Cooperativa de Trabajo Nadia Echazú

“Una cuestión fundamental es que la agenda impuesta sobre las travestis no está agenciada por las propias travestis sino por otras organizaciones. Nunca nos hemos sentado a debatir en torno de qué giraría nuestra agenda, nuestros temas, nuestras prioridades. Se recogen demandas nuestras, pero no están protagonizadas por nosotras mismas. En un primer momento, una de las maneras que tuvo el feminismo y otras organizaciones de no querer debatir profundamente con nosotras fue cuestionando la estética: resaltando o criticando esa cuestión de la hiperfemineidad del cuerpo travesti. Eso obstruyó debates más profundos. ¿Qué pasa que una compañera siente que lo único que puede mostrar en una marcha del orgullo es su propio cuerpo? Es como correr el límite de la demanda al extremo de decir ‘¡Acá estoy!’. Mostrar, como expresión de libertad, resistencia, lucha, no es un detalle menor, pero en lugar de leerlo se frivoliza el acto y no se piensa que en un mundo supuestamente libre todavía hay gente que siente que su expresión máxima de demanda es su propio cuerpo. Esto exhibe la imposibilidad de construcción de un mundo privado para las travestis. Es a lo que nos obligan, se naturaliza sobre nuestros cuerpos la violencia. El único posibilismo concreto es la construcción del propio cuerpo, no importa cómo, dónde, el modo, los riesgos... eso no se discute porque no hay opción de ser médicas, abogadas, maestras, cocineras...”