“Estas frases hechas y repetidas hablan de la imposibilidad de complejizar a las personas más allá de la identidad que porten como estandarte. La pobreza en nosotras es estructural y esa dificultad opera como punición y eso evita el acceso a concretar la construcción de nuestra identidad. Se pone en evidencia así la superficialidad con la que cualquier personaje puede hablar sobre todo un colectivo sin conocerlo, sin saber, sin respeto, opinar por opinar sin tener en cuenta las consecuencias materiales de estas palabras. Lo peligroso es ese corset hombre/mujer que termina construyendo un mundo dicotómico: buenos y malos, blancos y negros. Lo otro, lo no pensado por ellos/as, no está bien visto. Eso nos imposibilita vernos a nosotras mismas como personas legítimas, con nuestros propios parámetros, aunque no estén inscriptos en esta dicotomía. La misma Moria Casán, que es a quien le escuché eso de ‘no tener los huevos para cortársela’ parece un tipo con pollera, ahora ya no es un sujeto reconocible dentro de la humanidad que pueda mostrar Nat Geo o el Manual Estrada. Yo no quiero ser una mujer acotada, acabada en los términos en que quieren acotarnos. Nosotras somos travestis, nos definimos otras, planteamos la no definición. Todo está en el ser humano y no en el ser mujer/hombre. Eso de ‘no tener huevos’ descubre un fascismo que menoscaba la femineidad como portadora de un coraje. Yo no voy a pagar con mi cuerpo mi existencia. Nadie está habilitado para cobrar ese peaje. La democracia implica estar sentados en una mesa de diálogo y pensarnos desde la no exclusión, la diversidad y pensarnos como sociedad. Hay que pararse e interpelar a la sociedad: somos y tenemos derecho a ser.”