Queridxs:

Les escribo tarde, pero seguí el debate en lo que para mí aquí en Amsterdam fue nocheprimera mañana, tanto así que el momento de la votación sucedió a las 9, que es cuando empezamos a trabajar, y lo festejé entre abrazos con mis compañeras (de Georgia, de Kenia, de Ecuador, muchas holandesas), en su mayoría heterosexuales. Y con Radhika, mi compañera que estaba en el Skype, también en su oficina porque en Delhi eran las 15 horas. Lo anuncié y los festejé en inglés, que es el idioma en el que trabajo y también en el que amo, el idioma de Radhika. Lloré, lloramos, lloraron. Una de mis compañeras me regaló un ramo de flores.

Pensé mucho en Carlos Jáuregui, que me enseñó a ser activista en esa misma plaza, cuando éramos 20 o 30 en las primeras marchas del Orgullo. Y les confieso que ya venía llorando desde antes, mirando a lxs activistas jóvenes que esperaban bajo el frío y agradeciéndole a la diosa, a la vida, a quien sea, lo diferente que ya son y van a ser sus historias de las nuestras.

No sé cuánto se habló en el debate de lo que significa esta ley para quienes amamos a alguien de nuestro mismo género pero de distinto pasaporte. Radhika ha necesitado visa cada vez que vino a Buenos Aires. Y no es una visa sencilla: ahora, por ejemplo, para nuestro próximo viaje en agosto, le están pidiendo que el año de recibos de sueldo y extractos bancarios esté legalizado por escribano, página por página. Para nosotras casarnos implicará terminar con todo eso y, en un futuro, volver a vivir juntas a Argentina. Esto nos da la posibilidad de otra vida, de la vida que queríamos. Al fin.

Gracias a todxs lxs que lo hicieron posible. Y ahora sí, con la misma fuerza y como ya dijeron Marta y Mauro, ¡por la ley de identidad de género! Desde mi lugar, y como ya lo saben algunxs compañerxs a lxs que tenemos el gusto de apoyar, haré/haremos todo lo que podamos.

Alejandra Sardá