Se crió en un departamento de tres ambientes, frente al Mercado Concentrador de Frutas y Verduras. Un dato irrelevante, claro. De no ser porque volviendo una vez de un cumpleaños de quince, un puestero le sacudió con un zapallito podrido, manchando el traje que su viejo le había prestado para la ocasión. Mientras el zapallito volaba por el aire, alcanzó a oír un “puto” viniendo de la boca que le pertenecía también al puestero. Esa fue la primera vez que sintió que las palabras podían doler.
Este tipo que tuvo papá y mamá, creía que su homosexualidad era una elección. Hoy ya no le importa. Tiene la certeza de ser feliz. Y no justamente porque le haya encontrado una explicación a ese cartelito que los otros necesitan para identificar al distinto. No. Sino porque simplemente no le importa.
Este tipo, puto y psicoanalizado, escribe, como puede, tan verborrágicamente como cuando habla. Este tipo vibra y putea, todo el tiempo, como una cloaca que el municipio no se digna a reparar.
Este tipo ama a otro tipo. Con cada gota de su sangre. Este tipo siente que el mundo es un lugar aún habitable, porque existe eso que llaman amor. Este tipo que no llega a fin de mes, que fue a varias marchas del Orgullo sin saber si lo que sentía era orgullo, pero estaba entre pares y sentía que su lucha no era solamente suya y que por eso valía la pena. Este tipo que quiere que cada quien ame como le venga en ganas. Este tipo que es inmoral para otros porque gusta de raspar su mano en barba ajena. Este coso aberrante en que lo convierten quienes creen que no son aberrantes simplemente porque son mayorías. Este tipo que no planeaba formar “su familia”, pero ahora sabe que tiene una ley que lo ampara, y ahora duda, porque tiene con quien.
El tipo que escribe esto fue criado por una madre y un padre. Este tipo lloraba solo en su casa. Anoche, sin ir más lejos. Porque le dolía escuchar a la senadora Negre de Alonso decir que se sentía discriminada.
Este puto ahora puede casarse. Y no sabe si quiere. Pero tiene con quien. Ha elegido, a pesar de todos los mandatos, todas las creencias, todos los supuestos psicoanalizados que lo fueron formando, todos los castigos divinos que se desatarían como un enjambre de furia sobre su enorme y feliz putez.
Y déjeme decirle Señora Negre de Alonso, que durante años de mi vida y, sobre todo, de mi vida de puto, este puto, también se sintió discriminado, humillado, silenciado, ¿pero quiere que le diga algo con absoluta conciencia? Ya se le va a pasar. A mí se me pasó. Gracias, entre otras cosas a las elecciones que he tomado, a la certeza de estar amando, a la posibilidad que le he dado a esta cabecita mía de espantar todos y cada uno de los fantasmas que gente como usted, mi padre, la catequista y demás deudos se encargaron de crear con mi felicidad. En casa de este puto hay carilinas, señora. Le guardo algunas.
Gastón Malgieri
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