Viernes, 7 de octubre de 2011 | Hoy
“Lo que más me gusta es que estén con camisa y pantalón de vestir pinzado, que se le marque el bulto y la cola, que tenga mocasines negros. Si tienen pancita mejor, que tenga algo para tocar. De 60 a 65 es mi edad preferida, y que sean canosos y bajitos. Ese es el prototipo de los que me gustan. La fantasía es que me adopte como hijo y sea protector”, dice el Turquito de 33 años. Trabaja de cadete en una clínica psiquiátrica, le gustan los deportes y eso se lo puede comprobar a simple vista. Para muchos podría parecer inalcanzable sacarle una cita, a menos que se tenga un cuerpo como el suyo. Sin embargo, para el Turquito pensar eso es un prejuicio. A él le gustan los daddies: hombres maduros a los que se les atribuye experiencia para el sexo, capacidad de proteger y la libertad de tener una vida resuelta.
El Turquito levanta a sus daddies en Contramano, pero también en saunas, plazas, en el subte, bares de ambiente, en fin: en cualquier lado... En las discos, la clave es ir temprano porque si no se escapan. Ellos se acuestan temprano, a las 3 ya no queda nadie. La mayoría son cariñosos, hacen regalitos todo el tiempo, pero tienen sus ñañas, manías convertidas en vicio por los años. Otro chico, rubio y flaco como un pino, cuenta que los daddies casados son los que más se meten, y los más guarros. “Están desesperados... cuando tienen un tiempito libre se mueren por estar con vos, pero no son daddies de verdad, porque en realidad buscan sexo y no se comprometen del todo. Yo soy tranqui. Por ahí vamos a bailar con mi daddy; pero lo que más me gusta es quedarme en la casa de él y mirar películas. No sólo el físico es lo que me atrae de los daddies. Yo me considero serio y me gustan por eso, porque son clásicos” (Matías, 22 años).
No tan institucionalizados como los osos, podemos hablar de los daddies como un perfil. Si bien cabe aclarar que siempre hubo de todo para todos, la tendencia se afina gracias a Internet. Una parte importante de nuestra comunidad se focaliza en hombres mayores, que por lo general van de los 50 a los 65 años de edad...
“Sacando uno, todas las parejas que tuve tenían entre 20 y 30 años menos que yo. Algunos ni sabían qué es esto de los daddies, y otros sí; hubo uno con el que salí 5 años que se la pasaba teorizando sobre el tema. Lo que más me gusta de ellos es su juventud. Yo trabajé como docente del secundario y del profesorado, y siempre tuve esa relación de profesor-alumno con chicos que promediaban los 25. Me fascinan esas relaciones: la proyección de ser joven, el deseo de ser padre. Como daddy soy paternalista, me gusta proteger y sobreproteger al más joven. Siento un placer que, más que sexual, es afectivo. Fundamentalmente, cuando conozco a alguien, me entra por la edad. Es la edad la que me da una imagen de cómo es. Me los imagino opuestos a mí”, dice Antonio de 67, docente jubilado.
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