Vie 24.02.2012
soy

No todos los hombres son iguales

Los personajes interpretados por Glenn Close y Janet McTeer representan dos modos de asumir el deseo en el siglo XIX. Albert Nobbs, un modelo femenino, de acomodamiento y sumisión a las reglas. Hubert Page, el modelo masculino, de acción y que sabe lo que quiere.

› Por Ana Amelia Negrete *

Albert Nobbs es un ser imperceptible en una sinfonía de sonidos preestablecidos. Su presencia intenta no alterar el ritmo de ese hotel de Dublín del siglo XIX. Cuanto más silenciosx, correctx, predecible, más a gusto se siente su entorno e incluso él/ella mismx.

Se mueve sigilosx, con miedo de dar el paso incorrecto que lx exponga, que ponga en peligro su secreto, aunque en ocasiones sea imposible hacerlo y su “feminidad” resulte de lo más seductora a las mujeres de alta alcurnia a las que sirve.

Una libreta prolijamente oculta, el registro monetario de su camino a la libertad, la ilusión del dinero que abrirá las puertas hacia el futuro añorado: tener una vida normal, de reproducción de un orden dado, de una felicidad binaria.

Mundo de apariencias donde Nobbs subsiste, encorsetando sus “atributos femeninos” en un riguroso atuendo “masculino”, donde cada detalle está prolijamente acomodado con el objetivo de reproducir una imagen que le permita acceder a un trabajo y a una vida por lo menos vivible.

Hemos visto ya diversas películas que muestran historias donde mujeres se han “resguardado” en vestimentas en apariencia masculinas para alcanzar lugares impensados en diferentes épocas y realidades sociales. Albert Nobbs está dentro de esa clase de films donde el cuerpo de mujer es sinónimo de imposibilidad y peligrosidad y donde la protagonista apela a esta estrategia como táctica de resistencia, para construir un camino posible en un mundo que le es vedado.

En esta línea, en un primer abordaje del relato, podríamos decir que las dos mujeres que deciden vestir ropas de hombre lo hacen para sobrevivir, para poder vivir sin un hombre que les marque el rumbo a cambio de violencia o maltrato. Nobbs se trasviste para conseguir empleo y abandonar su precaria vida adolescente y Hubert Page (el pintor) para escapar de su marido golpeador.

Son ellxs personajes que intentan otra alternativa al de las figuras femeninas hegemónicas que aparecen en el relato: mujeres necesitadas de la coraza masculina que las proteja del afuera (más allá de las múltiples violencias del mundo privado), con cuerpos utilizables, que se acomodan a lo dado, acallando sus deseos e hipotecando sus propias vidas. Mujeres que en ocasiones se sentirán atraídas por la ambigüedad de lo que perciben diferente, incertidumbre y posibilidad que plantean Page y Nobbs.

Pero ¿tiene el mismo sentido vestirse de hombre para unx y otrx?

Los personajes interpretados por Glenn Close y Janet McTeer no funcionan de la misma manera en la construcción del relato, no representan lo mismo porque no desean lo mismo.

Los sueños de Nobbs, tanto como sus actitudes, se vertebran en el deseo de llevar una vida dentro de los parámetros de normalidad. No espera amor, ni sexo, ni un poco de locura vital. Muy por el contrario, busca convertirse en otro rulemán de la rueda que mueve a la sociedad: añora una linda y joven mujer (Helen), un comercio amable donde ir, el calor de la estufa-hogar que le permita no morir en soledad y un atuendo masculino que no genere disonancia con la foto construida. La búsqueda desesperada por no estar solx a costa de construir, incluso, un ser “asexual”.

Situación bien distinta a la de Page. Personaje cuya imagen es parte de su deseo y no sólo táctica de subsistencia. Su deseo se palpa, se pone en palabras, en gestos, en actitudes. A diferencia de Nobbs no intenta pasar desapercibidx, no se oculta en la inseguridad y en el movimiento sigiloso, su presencia se nota, en algunas ocasiones reproduciendo en exceso el imaginario del “macho” asociado a la fuerza y con eso a la hombría.

Ese pintor de brocha gorda, que no sólo descubre el bien guardado secreto del camarero sino que abre su camisa mostrando sus exultantes tetas en un acto de complicidad y libertad, moverá para siempre la prolija y efímera estantería construida por Nobbs.

Page funcionará como brújula marcando que el sueño cuando es propio, es posible, pero también le mostrará a Nobbs de qué es incapaz, cuánto de lo que quiere ser todavía no ha descubierto, o mejor dicho no se ha animado ni siquiera a imaginar.

Interesante consejo para Nobbs: “No sea una persona diferente a la que es”. Arriesgada pregunta para hacerse cuando la respuesta puede ir más allá de los opuestos binarios sobre los cuales se construyen nuestras sociedades.

Final abierto de la película, pura posibilidad para Helen, Page y el pequeño Albert.

*Docente e investigadora. Centro Cultural Néstor Perlongher. FPyCS-UNLP.

Nota madre

Subnotas

  • No todos los hombres son iguales
    › Por Ana Amelia Negrete *
  • Masculina y femenino
    › Por Flavio Rapisardi *

(Versión para móviles / versión de escritorio)

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS rss
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux