Viernes, 11 de octubre de 2013 | Hoy
Alexis tiene 20 años y llegó desde Santo Tomé, provincia de Santa Fe, junto con Gisela, su pareja, que es entrerriana. Es el penúltimo hijo de un matrimonio que además de él tiene seis mujeres, una de ellas su hermana melliza. Trabaja en la casa de deportes que regentea su papá y estudia arbitraje de básquet. Ella cursa la licenciatura de Comunicación en Paraná. Hace un año Alexis se dio cuenta de que quería cambiar, aunque confiesa que desde muy chico andaba lleno de dudas. “Con 19 años recién me pude acercar al hospital. Quizá, si hubiese prestado atención antes, me hubiese dado cuenta, pero fue cuando me enteré de que ya un chico se había operado que me animé a ir”, relata de la mano de su novia que le lleva 10 años y lo acompaña en este proceso aún incipiente.
Primero tuvo una entrevista con una psicóloga y casi a la par le realizaron una serie de análisis para ver cómo estaba su organismo para afrontar las primeras inyecciones de hormonas. “Como no fumo, ni tomo alcohol y hago deportes, todo me salió re bien, pero la psicóloga pidió unas sesiones más para asegurarnos de que yo quería cambiar”, dice con una sonrisa cómplice que se la contagia a su chica. Cuando terminó las sesiones que llevaron unos tres meses, logró la luz verde para iniciar el tratamiento y casi al mismo tiempo gestionó su nuevo documento, que lleva orgulloso en el bolsillo del jean.
En junio recibió la primera dosis de hormonas en un hospital público de la provincia, y luego de la tercera aplicación ya disfruta de sus primeros frutos. “Empezaron a salirme unos cuantos pelitos y también cambió mi voz”, cuenta con entusiasmo. Junto con esas transformaciones, a partir de la tercera inyección se empezó a sentir más irritable, enojado, con cambios bruscos de humor, sensaciones que son comunes en esa montaña rusa emocional que es la hormonización.
Conforme con la aceptación que tuvo de su familia, dice que hasta ahora sólo le pidieron un poco de paciencia, porque a veces se cuela alguna referencia en femenino al momento de nombrarlo. “Son 20 años de tratarme como mujer y cambiar de repente..., pero de a poco se van acostumbrando. Cuando les conté a dos de mis hermanas, la melliza y la menor, empezaron a jugar a ponerme un nombre. Pero yo ya lo tenía decidido. Alexis, porque me gustaba, Manuel, porque así se llamaba mi abuelo.”
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