Viernes, 5 de septiembre de 2014 | Hoy
mueve la cola, pela los dientes, luce un collar con un número telefónico y una dirección para que la devuelvas a su casa. La perra que pasea con su dueño a veces se suelta, se mete en tu casa, te husmea el trasero, come de tu mano, solo para que pases los dedos por su lomo aceitoso, para que le des algo de comer, te la folles sin compasión y deje algunas garrapatas en tu pulcra cama. La perra a la que le arrojas agua hirviendo hoy vuelve a las calles, a tu cuadra, no tiene límites, trae encima cicatrices de cables eléctricos, tiene el coraje de babear su perdición con todo orgullo. La perra que soy está cansada, pero no saciada, una manada sediciosa la persigue a toda marcha por las fábricas, por clausurados cines y hospitales de caridad. Ella los conduce directo a su ruina, les dará sin premuras su filete envenenado, y luego seguirá su camino de hambre y ruegos mientras la ciudad se hunde en su sueño de gasolina hasta el próximo infierno.
John Better
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