Viernes, 3 de julio de 2015 | Hoy
Haciendo historia: algunas claves para entender el éxito del activismo lgbt.
Por Linda Hirshman *
En 1969, las personas que deseaban tener sexo con otras de su mismo sexo eran consideradas pecaminosas por la Iglesia, sus prácticas sexuales eran criminalizadas en 49 estados de Estados Unidos, los psiquiatras decían que estaban locos y el gobierno sostenía que eran subversivos. Cuarenta y dos años después el gobernador de Nueva York firmaba la ley que les permitía casarse en ese estado y el Empire State era iluminado con los colores del arcoiris. Todo un símbolo. ¿Cómo es que un pequeño grupo de personas despreciadas y marginalizadas ha logrado tanto en relativamente tan poco tiempo? La revolución gay ha logrado más que otros movimientos sociales porque enfrentó desafíos similares pero con estrategias diferentes. El camino hacia la igualdad liberal involucra casi la total imitación, lo más parecida posible, del comportamiento y los modos de pensar de los hombres blancos con poder. El movimiento racial por los derechos civiles y los feministas llevaron a cabo importantes desvíos al defender la diferencia (separatismo negro y feminismo de la diferencia). Sin embargo, en Estados Unidos no lograron asentar la idea de que sus culturas divergentes valían más la pena que la dominante y terminaron dividiendo sus propios movimientos en mil pedazos. Al final, estos dos movimientos modernos consiguieron la mayor parte de su tracción de la maximización de su similitud con las jerarquías políticas y sociales dominantes. Por definición las personas involucradas en la revolución gay no pueden replicar el comportamiento mayoritario. Su identidad politizada, que los distingue de la mayoría, incluye pero no se limita a sus vidas sexuales.
El Estado liberal exige ciertos requisitos básicos para que una persona reciba el título de ciudadano. Los pecadores se quedan fuera de ciertos ritos, como por ejemplo el matrimonio. Los criminales deben ser recluidos; los locos, confinados en hospicios; las personas de confiabilidad dudosa deben quedar por fuera de los puestos estatales. Las personas involucradas en la revolución gay han tenido la extremadamente dura tarea de convencer a la sociedad para ser reconocidos como candidatos aceptables para la ciudadanía “a pesar” de su diferencia. Aunque el liberalismo pretende ser moralmente neutral, el comportamiento homosexual presionó el compromiso liberal hasta el límite. Al hacerlo, en vez de incluir al grupo marginal dentro de la conformidad de lo mainstream, desafiaron las versiones convencionales de ideas como pecado, crimen, santidad, fidelidad y transformaron América para todo el mundo. Los teóricos sociales sugieren que una enorme cantidad de factores deben combinarse, y deben hacerlo muy bien, para que la gente decida actuar colectivamente contra las autoridades políticas legitimadas. Aun sin contar con la carga y la potencia histórica y religiosa de los movimientos afrodescendientes y la ventaja demográfica de los movimientos feministas, la revolución gay empezó desde una posición aún más débil que la de muchos movimientos modernos. Y, sin embargo, brillantemente conducida y con una increíble habilidad creativa para valerse de recursos, llegó mucho más lejos.
* Autora de Victoria, la triunfante revolución gay (Haper Collins, 2012).
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