Viernes, 15 de enero de 2016 | Hoy
Por Ignacio D’Amore
En inglés se lo llama “mullet”: es ese estilo de peinado que combina jopo, volumen, laterales rasos y nuca con mechones largos. Hay ejemplos locales que por buen gusto sabremos no mencionar. No es el mullet algo inventado por Bowie, ni tampoco por Suzi Fussey, su peinadora en aquel enero del ‘72, mientras se gestaba la criatura que unos meses más tarde conoceríamos como Ziggy Stardust; es decir, ellxs capturaron el estilo y lo volvieron marca inconfundible del Bowie inminente al darle un giro propio. Según una versión, que el propio Bowie mencionaba, fue un corte calcado de las fotos de prensa con las que el diseñador de modas japonés Kansai Yamamoto debutaría unos meses antes en las pasarelas británicas —fue éste Yamamoto, y no Yohji, el precursor del desembarco en Europa de la moda japonesa—. Otra de las historias, que también conocemos de boca del artista, afirma que el mullet fue efectivamente una copia, pero de tres estilos diferentes que llamaron su atención desde las páginas de revistas Vogue de distintos orígenes; y que una vez logrado el corte, se potenció el impacto con el color, que en un primer intento no fue logrado del todo y que por eso debió reforzarse con un balance de peróxido y pigmento germano Schwarzkopf. Esa llamarada de melena sería parte del alma de David Bowie a partir de Ziggy Stardust y hasta Halloween Jack, su encarnación durante la etapa Diamond Dogs, del ‘74. Ni que hablar de los homenajes y no tanto: así como el relámpago facial de la época Aladdin Sane, el mullet encendido sigue siendo materia prima de pasarelas y publicaciones fashion.
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