“Del montaje no se vuelve. FUSH”. Así de taxativa se la escucha al describir su evolución y rememorar desde su Cristal Castle las andanzas de lustros atrás junto a leyendas de la noche drag de Buenos Aires. Se menciona con admiración amorosa y especial a Charly Darling, que fue quien la incentivó a montarse. “Yo me sé todas las historias de las drags gracias a ella, porque había fines de semana en que no salíamos y hacíamos pijama party; entonces la Charly me traía unos álbumes de fotos enormes, gordísimos, llenos de recortes de todas las veces que ella había salido en revistas y diarios, y además con fotos de todas la drags que ella consideraba lindas y me contaba la historia de cada una. También con la Charly nos montábamos e íbamos a Microcentro a ver a algunas que de día se desmontaban para trabajar, entonces pasábamos por los locales donde estaban y las hacíamos pasar vergüenza”.
No sería justo nombrar a Cristal como drag queen, aunque la tentación del primer impacto se imponga. Ella misma comprende que en su performance de género hay mucho de mareo. “Yo me dejo ser y que la gente piense lo que quiera. Hay un poco una intención de confundir pero es algo natural en mí; desde que soy chiquita que me miran por la calle. No me considero completamente drag; soy multiperformática. Tengo un aire drag pero soy otra cosa, una fusión, me siento muy híbrida. Las drags son pibes que hacen su transformación por un par de horas, pero yo estoy montada las 24 horas, bien femme o con cualquier otro look, pero siempre maquillada; y además me hice la definitiva en todo el cuerpo. Yo soy más mujer. Es que para muchas ser drag es un juego, y para mí al principio también era un juego en el que entrar y salir, pero la etapa de estar ‘pibito’ la dejé atrás en 2008. Soy un Pokémon más evolucionado. Además el drag es algo que se queda en el montaje, en el maquillaje, en los rellenos de los corpiños, y yo ya tengo el cuerpo mutado, digievolucionado. Las demás viven su fantasía y yo vivo mi realidad”. En su musical hablar no suena una nota de desdén.
El camino desde Cristo, su yo previo, hasta Cristal, comenzó cuando rompió una relación amorosa y se animó a dejarse llevar. “Después de separarme de un novio me fui poniendo más y más mujer, y Cristal fue apoderándose de mí. Arranqué a hacer asco en 2002, desde ahí que vengo trabajando en discotecas. La Javier Lúquez era mi padrino”. ¿Cómo fue entonces que Cristal conquistó todos los otros espacios de su vida? “Ni me di cuenta, fue en un pestañear. Me separé y dije ‘ya fue, me hago más femme, me relajo’ ”.
Ella impone un propio lenguaje en mutación constante, y se trata de un lenguaje en el sentido más estricto de la palabra: tiene un léxico personal que incluye construcciones como la recién citada “hacer asco” (que puede querer decir “mostrarse” o “estar sin hacer nada” dependiendo del contexto); las reglas, ortográficas y de las otras, corrieron por su vida; las palabras dichas por ella mutan, se les agregan y extirpan sufijos, se las abulta de vocales. Quizás uno de los impulsos más fuertes en ella sea el de vivir revelandonos cómo se ven las cosas en y desde su mundo, uno que comparte con muñecas del dibujito Jem en todas sus acepciones, Pequeños Pony holográficos y gigantografías de lentejuelas fosforescentes.
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