Domingo, 18 de marzo de 2007 | Hoy
CORDOBA > EN EL VALLE DE TRASLASIERRA
Nono es un pequeño pueblo de origen colonial, ubicado a pocos kilómetros de Mina Clavero, donde hay un curioso museo y una simpática licorería. En los últimos años ha cobrado auge turístico con la instalación y construcción de nueve campings y numerosos complejos de cabañas. Un lugar donde reina la calma serrana, ideal para hacer excursiones por el valle de Traslasierra.
Por Julián Varsavsky
Nono es un típico pueblo serrano de Córdoba, con las Sierras Grandes al Este y las Sierras Chicas al Oeste. Fundado en 1578, es uno de los más antiguos del valle de Traslasierra, con la mayoría de sus calles de tierra, una plaza en el centro y una llamativa iglesia. En su momento el lugar fue uno de los últimos asentamientos de los comechingones. Hoy, muchos pintores, escultores, artesanos y músicos lo eligieron para vivir, justamente por su tranquilidad. En Nono todavía quedan ocho casas de adobe del siglo XIX, dos de ellas alrededor de la plaza central. En una funciona La Pulpería de Gonzalo, y la otra es un bar donde se suele presentar el grupo de rock Las Pelotas, cuyos integrantes viven en un paraje cercano al pueblo.
Se cree que el nombre del pueblo deriva de la palabra indígena Ñu Ñu (senos). Cuenta la leyenda que la hermosa mujer de un cacique comechingón acababa de dar a luz un bebé cuando llegaron los españoles. En medio de un enfrentamiento la mujer corrió tratando de escapar de un soldado español que la perseguía pero cayó con su hijo en brazos y los pechos al descubierto. Al verla en el suelo, su esposo creyó que la estaban violando y arrojó una lanza, matándola sin querer. El pueblo comechingón la lloró por varios días, suplicando a los dioses que les dieran una señal para recordarla eternamente. Y en el lugar de la muerte surgieron dos lomas paralelas y redondeadas a las que los aborígenes llamaron Ñu Ñu.
EL MUSEO ROCSEN El lugar más famoso de Nono es el Museo Rocsen, que pertenece a un excéntrico francés llamado Juan Santiago Bouchon, quien instaló en un predio de 6000 metros cuadrados un Museo Polifacético donde se exhiben extrañísimos objetos históricos de todo el mundo. Si bien la exposición de unas 26.000 piezas es algo caótica y algunos fechados son discutibles, el museo es por demás curioso.
En la amplia fachada del Museo Rocsen se exhiben 57 estatuas de cemento con algunos de los personajes históricos admirados por el fundador del museo: Buda, Pitágoras, Confucio, Sófocles, Cristo, Leonardo, Gandhi, Teresa de Calcuta, Bach, Dionisios y hasta Mafalda.
Los fanáticos de la historia de la tecnología y el diseño de máquinas disfrutarán de lo lindo en el museo al recorrer las colecciones de imprentas antiguas, radios, televisores, cámaras de fotos y las primeras computadores IBM. La colección de tocadiscos es una de las más completas, pero también hay lavarropas manuales, proyectores de cine y primitivos utensilios de medicina. El sector de los carruajes del siglo XIX representa muy bien la evolución de ese antiguo medio de transporte.
Una pieza de antología del museo es una ostra australiana gigante de 146 kilos y 2,70 metros de largo traída desde Australia. En el sector de entomología hay una deslumbrante exposición de mariposas con extravagantes alas tornasoladas. La sección de ornitología incluye 200 aves embalsamadas, y en la de arqueología se destacan el esqueleto completo con deformación tabular de una tumba comechingona del Neolítico (1100 d.C.), una momia Nazca con su ajuar del año 1200, y unas tumbas de la cultura Santa María (1000 años atrás). Además hay alfombras persas del siglo XVII, esculturas de bronce hindúes, un caballo tibetano de barro cocido y otras piezas de origen oriental.
En el rincón de la música los instrumentos más llamativos son un orphenion (una caja de música francesa), un contrabajo del Festival de Jazz de Nueva Orléans de 1921 cuya caja de resonancia es un tambor, un cilindro musical de Camboya, una cítara paraguaya del 1900 y un gong chino de la misma época. En la colección de armas relucen dos boomerangs del Congo y un fusil árabe del siglo XVIII con incrustaciones de plata y marfil. Pero acaso el sector más original de todo el museo sea el de los Rincones Criollos, donde se reproducen el mobiliario y los utensilios cotidianos de los distintos sectores sociales argentinos: el aristócrata de Buenos Aires, la casa burguesa de pueblo, la del peón de estancia y hasta un rancho de una villa miseria de Buenos Aires.
Desde 1969 el excéntrico Santiago Bouchon viene acumulando esta caótica colección que le pondría los pelos de punta a cualquier museólogo de carrera por el desorden y la falta de sistematización e información detallada. Así y todo, por momentos es divertido, y pocos dejan de asombrarse ante unos escorpiones africanos con tenazas como cangrejos, una cabeza reducida por los jíbaros o un ternero de dos cabezas embalsamado.
UNOS LICORCITOS Los habitantes de Nono tienen una predilección especial por lo artesanal. Y en las afueras del pueblo está uno de los lugares emblemáticos de lo “hecho a mano” en la zona. En una casa de ladrillos de adobe donde en 1877 funcionó la primera pulpería de Nono, Mirta Molina instaló su licorería Eben Ezer. Se puede conocer en una visita guiada y gratuita con degustación incluida durante la cual la señora Molina da una clase magistral de historia de las bebidas alcohólicas de todo el mundo. Los visitantes se sientan en unos banquitos junto al fogón de la sala y comienza la clase. “El origen del brindis, según se cree, se remonta al tiempo de los romanos, cuando en los banquetes los ministros intercambiaban entre sí el contenido de las copas... de esa forma todos se garantizaban que nadie pudiera envenenar a otro, ya que todos morirían.”
La anfitriona explica que todos los miércoles de su vida, después de cerrar su local, se dedica a destilar alcohol, fermentando cereales y frutas para luego pasarlas a una olla calentada a leña (alambique). Sus saberes vienen de familia, y ya de chica veía a sus abuelos destilando grapa. Junto con la explicación llega el primer brindis, con vino de frutilla. Luego afirma que la Argentina tiene dos bebidas alcohólicas inventadas en el país: la Hesperidina –patentada por Bagley– y la caña Legui, hecha con cáscara de naranja, canela y licor de hierbas. En la siguiente ronda de degustación, ofrece un licor de almendra, nuez y apio, mientras describe cómo prepara con sus manos el gin y la ginebra sobre la base de cereales; el vodka con tubérculos como la papa; el ron y la cachaza con caña de azúcar; y la grapa con la uva. Las rondas siguen con algunos de los 100 sabores del negocio: los hay de hierbas autóctonas como la peperina, el tomillo y el poleo, de membrillo, grosella, maní, granada, ciruela, anís serrano, flores, pasas al rhum, chocolate blanco con cereza. Al final de la visita la gente se pregunta: ¿Todo esto es gratis? Y efectivamente lo es. Pero claro, cayeron en la trampita, porque nadie se va sin comprar.
En los alrededores de Nono hay dos ríos –el Grande o Los Sauces y el Chico–, en cuyas orillas hay varias playas y campings. El río Grande tiene unos 14 kilómetros de amplias playas de arena fina y aguas cálidas, ideales para familias con chicos ya que la profundidad no supera los 50 centímetros, salvo los días de crecida. Allí los campings ofrecen asadores, estacionamiento y buena sombra.
El río Chico, por su parte, tiene un lecho de piedra donde se forman piletones naturales de hasta ocho metros de profundidad, aptos para practicar clavados. Uno de los balnearios más concurridos en la costa de este río se llama Paso de las Tropas, donde también hay un camping, proveedurías y varios restaurantes. El otro balneario importante es Los Remansos, a un kilómetro y medio de la plaza del pueblo.
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