Domingo, 29 de abril de 2007 | Hoy
COSTA RICA > ECOTURISMO TROPICAL
Costa Rica tiene playa, selva, volcanes y ríos torrentosos que la convierten en el mapa ideal de la aventura tropical. Desde su capital, San José de Costa Rica, excursiones a la costa del Pacífico y al Caribe. Un país tan pequeño como sorprendente y cordial en el corazón centroamericano.
Por Graciela Cutuli
Costa Rica es la pieza central de un gran rompecabezas, el de América Central, que une como un delgado brazo tendido entre el Caribe y el Pacífico los dos gigantescos subcontinentes del norte y el sur. En ese rompecabezas, complejo y diverso, el pequeño país comenzó a destacarse en los últimos años con relieve propio gracias al desarrollo de un turismo basado en la apreciación de la naturaleza: la increíble riqueza de sus montañas, selvas, playas y ríos la convirtió en un destino ecológico sin igual.
Costa Rica es una suerte de puente o “corredor biológico” que participa de la naturaleza del norte y el sur, con el encanto adicional de que su clima tropical se disfruta en español, y sin esa impresión de que todo está cortado por la misma tijera que domina en otros lugares. Claro que un resort cinco estrellas sigue los mismos estándares en cualquier parte del mundo: para eso no hace falta ir hasta Costa Rica, cuya gracia está justamente en aquello que se sale del molde. No intente, por ejemplo, encontrar con facilidad la dirección de una calle (¡no hay números!), o cruzar una calle y que los autos se detengan. Pero sí espere gozar de toda la cordialidad y alegría de los costarricenses, capaces de hacer sentir al viajero que realmente aprecian su visita, y siempre dispuestos a hacerlos partícipes de sus tradiciones y sus fiestas.
A los costarricenses –”ticos”, como los llaman por su costumbre de formar los diminutivos en “itico”, como “hermanitico”, “pequeñitico”, un apodo que primero impusieron sus vecinos nicaragüenses y luego se difundió por la región– les gusta recordar que a su pequeño país, que sólo cubre el 0,03 por ciento de la superficie total del globo, le cabe resguardar nada menos que un 6 por ciento de la biodiversidad mundial.
Para empezar una primera exploración, una de las propuestas es salir de San José hacia el volcán Arenal, uno de los más activos del mundo, al que se llega en unas cuatro horas de viaje por tierra desde la capital, con tramos sinuosos que hacen aconsejable moverse en vehículos de doble tracción. El volcán tiene 1633 metros de altura, y hay muchas probabilidades de verlo en erupción, un espectáculo imponente tanto de día como de noche. Al pie del Arenal, las aguas termales del río Tabacón fluyen entre una densa vegetación tropical: es la propia actividad volcánica la que calienta las aguas del río, sulfurosas y declinadas en varias cataratas. Son lugares donde vale la pena detenerse, pero teniendo en cuenta la advertencia que no dejan de hacer los agentes de viaje: la zona está incluida dentro de aquellas consideradas “de riesgo” por la Comisión Nacional de Emergencias, un dato a tener en cuenta antes de aventurarse por estos paisajes.
Muy cerca, el Bosque de Paz es una reserva de varios cientos de hectáreas que funciona como conexión entre dos parques nacionales, el Volcán Poás y el Juan Castro Blanco. Para los amantes del birdwatching es un verdadero tesoro, ya que aquí es posible descubrir –con paciencia y buenos binoculares– el tucán esmeralda y el quetzal, el ave de brillante plumaje que elegían para adornarse los caciques aztecas. Hay quienes viajan a Costa Rica con el objetivo exclusivo de avistar al quetzal, y consideran sus fotos como el mejor trofeo (si ése es el fin del viaje, conviene recordar que de marzo a junio es el mejor período para los avistajes). En toda esta región, como en otras zonas selváticas costarricenses, en los últimos años se popularizó la práctica de “canopy”, es decir itinerarios de aventura a la altura de las copas de los árboles, que permiten observar “cara a cara” la vida de la selva.
Costa Rica, un país entre dos costas, tiene la ventaja de que su pequeño territorio permite pasar rápidamente de un paisaje a otro, como si fueran muchos países encerrados en uno solo. Esta vez, el plan es dejar atrás la selva para conocer la costa del Pacífico y las playas “de postal” de las islas cercanas al golfo de Nicoya. Las visitas se pueden hacer con lancheros independientes o con excursiones que programan el día completo, partiendo bien temprano, alrededor de las seis de la mañana. En camino hasta el puerto de Puntarenas, donde se toman los catamaranes, se ven las plantaciones de piña y café típicas del país, ese mismo café –”cafecitico”– que cada mañana despierta a los viajeros con un aroma exquisito (aunque el desayuno costarricense es mucho más variado e incluye hasta los omnipresentes frijoles).
Uno de los destinos más frecuentes en las islas de Nicoya es la isla Tortuga, y no cuesta nada comprender por qué: agua cristalina entre azul y turquesa, arenas blancas, bancos de coral, sol a pleno, aves y flores, playas solitarias. También aquí se puede practicar canopy, una de las formas más de moda del turismo de aventura, buceo o kayak. Estos paisajes exuberantes sirvieron de inspiración al autor de Jurassic Park, la novela que luego se convirtió en una de las películas más taquilleras de la historia, y motivo de un renovado interés por el mundo de los dinosaurios. La pausa del almuerzo, incluido en todos los tours por el día, es un buen momento para hablar un poco más con los lugareños, ya que la región de Nicoya tiene cultura y folklore propios, muy importantes y característicos dentro de Costa Rica: de hecho, no faltará en la visita a la isla alguna ocasión de escuchar a los grupos tradicionales de música de la zona.
Por la noche, tras el regreso a San José, hay que planificar el siguiente paso de este viaje, que tiene como destino (partiendo como base de la ciudad de Limón) la costa caribeña de Costa Rica, famosa por sus playas y los bosques tropicales, pero sobre todo por el Parque Nacional de Tortuguero: uno más entre los muchos que protegen el territorio, pero tan particular que se lo conoce como “el Amazonas de Costa Rica”, gracias a sus canales, ríos, zonas de inundación en la confluencia de los deltas y abundantes lluvias. Entre los meses de julio y octubre, a lo largo de las playas del Parque Nacional desovan las tortugas verdes: en este período se organizan excursiones nocturnas, que vale la pena no perderse.
La mejor manera de recorrer la zona es en lanchas, que se internan en los distintos cursos de agua, y –como en todas las regiones tropicales– es conveniente no olvidar el repelente, ya que el clima facilita la proliferación de los mosquitos. De todos modos, las molestias que pueda ocasionar esta clase de fauna no permiten que se pierda de vista la otra, mucho más interesante, ya que en el Parque Nacional de Tortuguero se pueden ver tucanes, jaguares y tapires, entre otras variedades. Con las mismas recomendaciones de cualquier otro avistaje de fauna: tiempo y paciencia, además de un buen guía, que también pueda ir orientando al viajero entre la exuberancia botánica de la región. También hay quienes eligen este lugar por las oportunidades de pesca: en particular sábalo y róbalo, dos especies que hacen venir a pescadores de todo el mundo para intentar la aventura.
Finalmente, antes de regresar a San José hay que darse un tiempo también para visitar Limón, una ciudad con toda la riqueza afrocaribeña de la región: muchos de los habitantes son descendientes mestizos de españoles, negros africanos y los chinos que en el siglo XIX llegaron a Costa Rica para la construcción del ferrocarril. Hoy día, la importancia económica de Limón está en el puerto, el más importante de la región atlántica para la exportación de bananos y café, pero no se puede olvidar su historia, ya que en las cercanías de este lugar desembarcó Cristóbal Colón en su cuarto viaje, en 1502. El acontecimiento se conmemora cada año en el mes de octubre, durante el “Carnaval de Limón”, una fiesta llena de alegría, colores, carrozas y música. Para llevarse un recuerdo inolvidable y tan diverso como el país que se acaba de conocer, y más que nunca comprender lo merecido del nombre “Costa Rica”.
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