Domingo, 23 de marzo de 2008 | Hoy
LA RIOJA II > AL PIE DE LA SIERRA DE FAMATINA
En Famatina, la bodega Chañarmuyo abrió un “hotel boutique” para vivir más de cerca los procesos de creación del vino.
Por Graciela Cutuli
Hay dos maneras de llegar a Chañarmuyo, desde el norte o el sur, pero siempre dando la vuelta a la Sierra de Velasco, que culmina a más de 4000 metros de altura y separa la ciudad de La Rioja de los valles preandinos. Se llega después de cruzar grandes extensiones desérticas y pequeños oasis de nogales y olivares, hasta el pie mismo de la Sierra de Famatina. Un cordón imponente, cuya silueta domina toda la región y que sin duda nada tiene que envidiar a los Andes en materia de alturas y colores.
El lugar es apenas un par de cuadras de veredas angostitas, con casitas bajas, donde los jardines rebosan de verdes gracias a canales de riego que bajan y recuperan las aguas de los deshielos de las cumbres. En estos pedemontes donde raramente llueve, el milagro salta a la vista a ambos lados del camino, mientras que metros más allá las montañas se yerguen, áridas, con cardones como única vegetación. En las afueras del caserío, se llega a la bodega y el hotel de Chañarmuyo, que figura a su vez como un oasis dentro del pueblo. Las líneas depuradas del edificio, con amplios ventanales, contrastan aún más con las casas que las plantaciones con el desierto...
LA HORA DE LAS UVAS La historia de esta bodega-hotel es muy reciente. Y es una más de las apuestas que pudieron hacerse gracias a las nuevas condiciones económicas de la Argentina, donde el vino y el turismo se convirtieron en objeto de todas las atenciones. Si era una idea común unirlos en un mismo emprendimiento en regiones como Mendoza o Salta, en este rincón alejado de La Rioja hacía falta audacia. Seguramente la misma que necesitaron aquellos hombres de la civilización aguada que poblaron el valle hace más de 1400 años, pintando motivos que simbolizan a las aves portadoras de lluvias. La vida no cambió mucho en Chañarmuyo desde aquellos tiempos hasta la instalación de la bodega y del hotel, que se convirtieron a la vez en una fuente de trabajo y una ventana sobre el mundo, con turistas que vienen de todas las latitudes para hospedarse y probar los vinos producidos en la finca.
A pesar, o justamente quizá porque está alejado de todo, Chañarmuyo atrae a los visitantes. Es como tener acceso a una porción auténtica de esta América que nació del encuentro de los indígenas y la colonia española en valles remotos y olvidados, pero con todo el confort del siglo XXI. La bodega-hotel es el lugar ideal para visitar toda una región de La Rioja que se extiende desde Catamarca hasta Famatina. Ideal también para levantarse a la mañana en medio de un valle que recibe el sol cuando se asoma por encima de la cadena del Paimán, un macizo que se eleva al pie mismo de los viñedos. Las habitaciones están rodeadas de una galería protegida por cortinas de vides y en verano los huéspedes tienen el placer de poder sacar racimos de uvas directamente de las plantas al salir de sus habitaciones.
Son uvas de mesa, muy distintas de las que se ven maduras en los campos alrededor del hotel. Protegidas por redes del granizo, y alimentadas gracias al riego artificial por goteo, son 100 hectáreas sobre un total de 800 de la finca que cultivan para producir los vinos de la bodega. La finca está a 1720 metros de altura, y la combinación de esta altura con la exposición al sol, los suelos y las temperaturas es óptima para producir vinos de calidad.
Desde el hotel se ve la corpulenta construcción de la bodega, perdida entre las vides, al final de un camino de ripio a unos cientos de metros de distancia. No sólo se visita, sino que se puede asistir a la vendimia y el procesamiento de las uvas en temporada, y muy pronto se podrán probar también los vinos de Chañarmuyo Estate en la sala de degustación que está a punto de terminarse.
Las cifras de los últimos años hablan de un esfuerzo enorme: la bodega fue levantada de la nada, sobre una antigua finca de frutales, y en pocos años ya puede producir un millón y medio de litros de vino, principalmente tinto. La sala de degustación no es el único complemento que se está realizando: pronto el hotel contará con una pileta, pero mientras tanto se puede disfrutar de su sala de lectura y la galería, con vista sobre la bodega y la cadena del Famatina en el horizonte. Los cardones que se levantan en medio de los viñedos dan un toque aún más local a este paisaje, entre rústico y refinado, plantado en un valle donde no cambió nada pero sí llegó todo lo que busca el viajero a la hora de elegir un buen lugar de descanso.
Entre copas de vino, los planes de visita pueden abarcar hasta Famatina al sur, Pituil y sus aceitunas al este y Tinogasta y los Andes catamarqueños al norte. O bien bajar por el Valle de Antinaco hasta Chilecito, que tiene todos los aires de una pequeña capital, y donde se pueden visitar y degustar más vinos en la Cooperativa La Riojana.
Informes turísticos sobre la provincia
En Buenos Aires, en la Casa de La Rioja, Callao 745. En La Rioja Capital, en la Agencia Provincial de Turismo, calle Pelagio Luna 345.
Bodega-hotel Chañarmuyo: Camino al Dique s/n y Ruta Provincial Nº 39, km 15, en Chañarmuyo.
En la web: http://www.chanarmuyo.com.ar y www.larioja.gov.ar/turismo
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