Domingo, 23 de marzo de 2008 | Hoy
ITALIA > LA PIEDAD DE MIGUEL ANGEL
Si todos los caminos llevan a Roma, el proverbio es aún más cierto durante la Pascua, cuando el Vaticano es la meta de las peregrinaciones. Y dentro de él, la bellísima Piedad de Miguel Angel, que representa uno de los misterios de la Semana Santa.
Por Graciela Cutuli
Roma, que es “caput mundi” (cabeza del mundo), es también cabeza de la cristiandad. Y aunque desempeña y vive del papel todo el año, el apogeo de esta función religiosa de la capital italiana se alcanza durante la semana de Pascua. Más paganamente, la Pascua marca también la proximidad o el comienzo de la primavera, y la llegada de Roma de una ola de visitantes –peregrinos algunos, turistas los otros– dispuestos a disfrutar de la estación florida en esta capital donde se pasa, en apenas pocos pasos, del mundo paleocristiano al siglo XXI. Las televisiones de medio mundo emiten, por estos días, las imágenes de las ceremonias religiosas que irradia el Vaticano, con el Papa a la cabeza: son multitudes las que se congregan en torno de los brazos abiertos de las columnatas de Bernini para recibir los saludos pascuales, pero no son menos quienes aprovechan para recorrer la Basílica de San Pedro y admirar sus obras de arte. Entre ellas, hay una que puede verse apenas después de ingresar, sobre uno de los laterales: es La Piedad, de Miguel Angel, en realidad una de las al menos tres que el artista realizó a lo largo de su vida, y también una de las más emblemáticas por el delicado trabajo del mármol y la expresividad del rostro de la Virgen que sostiene en brazos el cuerpo exánime de Cristo. Si el dolor que representa la Pascua para los creyentes puede materializarse, he aquí cómo lo interpretó aquel de quien decía Aretino: “En el mundo hay muchos reyes, pero un solo Miguel Angel”.
“EL FLORENTINO LA HIZO” “Piedad” es el nombre genérico de todas las representaciones de la virgen María sosteniendo a su hijo muerto, una escena relacionada con la liturgia del Viernes Santo en la tradición católica. De las varias Pietà que esculpió Miguel Angel, ésta es sin duda la más conocida, la que se multiplica en cientos y miles en los puestos de recuerdos diseminados por toda Roma.
La estatua se encuentra hoy detrás de un velo de vidrio antibalas: quedaron lejos los tiempos en que estaba al alcance de la mano y se la podía rodear para ver todos sus detalles: terminaron cuando, en los años ’70, un hombre aparentemente desequilibrado atacó la estatua a martillazos, causándole serios daños. La Piedad fue cuidadosamente restaurada y recuperó intacta su expresión entre desolada y resignada, tal como “el florentino” la hizo. Y es que esta Piedad tiene la particularidad de ser la única obra firmada por Miguel Angel: se cuenta que el artista, que a pesar de la madurez de su cincel tenía por entonces sólo 25 años, se enojó cuando alguien admiró la obra como si fuera de un escultor contemporáneo suyo, Gobbo di Milano. Esa misma noche tomó impulsivamente el cincel y firmó la obra en la banda que atraviesa el pecho de la Virgen: “Angelus Bonarotus Florentinus Faciebat” (“Miguel Angel Buonarroti, el florentino la hizo”).
Hoy día, el único lugar del mundo donde ver la auténtica Piedad es la Basílica de San Pedro, ya que el Vaticano se ha prometido no repetir experiencias como la de los años ’60, cuando con expreso permiso de Juan XXIII la obra fue enviada por barco para figurar en el pabellón de la Santa Sede de la Exposición Universal de Nueva York. Por las vueltas de la historia, las numerosas fotografías tomadas durante ese viaje sirvieron de base a la restauración posterior al ataque de 1972, pero hoy día es difícil que la estatua vuelva a dejar su velo de cristales para emprender nuevos viajes por el mundo.
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