turismo

Domingo, 4 de mayo de 2008

NEUQUEN > VILLA PEHUENIA, EL ESCONDITE PERFECTO

Encanto andino

Enclavada en el corazón de la cordillera neuquina, a 1200 msnm, la joven y tranquila aldea está inmersa en paisajes que parecen un óleo de las cuatro estaciones. En sus alrededores renacen la aventura, el deporte y un parque de nieve administrado por la comunidad mapuche.

 Por Pablo Donadio

Modernos servicios y la paz de la montaña han sido, son y serán una combinación infalible. Ubicada en el centro-oeste de la provincia de Neuquén (a sólo 310 kilómetros de la capital), en el Departamento de Aluminé, Villa Pehuenia se ha convertido en actor importante de la vida turística del país. Su receta es simple, y en ello radica la fortaleza: es bellísima, y permite descansar los ojos y la mente en un lugar aún poco frecuentado, que cuenta con muchas actividades –incluyendo un centro de esquí– y la amabilidad de su gente. Hay que remontarse apenas diecisiete años atrás para ver cómo tomó forma este joven pero encantador pueblo, que supo atar los secretos milenarios encarnados en sus araucarias, sus montañas y lagos, al confort y atención de los grandes complejos turísticos.

PESCA Y SALIDAS NAUTICAS Una vez capturado el escenario de la villa, surgen las ganas de comenzar a descubrir. Y son los alrededores los que permiten al visitante comenzar a vivir las sendas y caminitos que se internan en un tupido bosque, hasta llegar a playas, miradores o zonas para el siempre ideal picnic. En medio del pueblo se ofrecen salidas a pie, en bicicletas de montaña y cabalgatas que llegan a lugares perdidos en medio de la montaña y sólo los lugareños conocen. Muy cerca de allí, las cristalinas aguas del río Aluminé permiten la práctica de rafting y distintas alternativas de pesca deportiva como el trolling (pesca de arrastre con señuelos desde una embarcación) y el spinning (señuelo bajo el agua que imita los movimientos de un animal vivo), aunque el fly fishing o pesca con mosca es la vedette del deporte. Son justamente los lagos, lagunas, ríos y arroyos que bañan los picos de la Cordillera de los Andes los que crean ambientes propicios para la disciplina, que le quitan el sueño a más de un aficionado exigente. Truchas arco iris, marrón y fontinalis, y la autóctona especie perca, se vuelven una tentación irresistible para los amantes de la pesca, que, poseedores de un olfato sin igual para “los buenos días de pique”, arriban muy temprano hasta los lugares permitidos, y siempre acompañados de su equipo.

Los paseos lacustres son otro de los atractivos de las cercanías de la villa, y en muchos casos se alternan con diversos deportes náuticos. Y no es para menos: los lagos Aluminé y Moquehue brindan un marco natural donde navegar en embarcaciones con y sin motor es un verdadero placer. Allí se ofrecen además algunas visitas a pequeñas islas y penínsulas, que vuelven ideal la excursión para toda la familia. En estos sitios se permite descansar y almorzar, disfrutando también de sus playas de arenas blanquecinas. La excursión Misteryx, por ejemplo, permite navegar a vela durante cuatro o cinco horas, mientras se disfruta de una exquisita picada y vinos patagónicos a cargo del capitán.

UN PARQUE MAPUCHE “Nuestra querida aldea invita a los visitantes a ser parte de la naturaleza –explica María Luz Laino, responsable de la Secretaría de Turismo de Villa Pehuenia–. Y esto se comprueba en el bosque de araucarias, en los circuitos turísticos de los cinco lagos e importantes ríos de la región, en la Reserva Cinco Lagunas de la comunidad mapuche y, por supuesto, en el Parque de Nieve Batea Mahuida, administrado por ellos.” El invierno y la nieve transforman la villa en un cuento de hadas, donde el calor de los leños encendidos en los hogares contrasta con árboles blancos y lagos congelados. En esos fríos meses, todas las miradas se dirigen al parque de nieve, inaugurado el 11 de julio de 2000, por la Comunidad Mapuche Puel. Su volcán, el Batea Mahuida, es el eje de las actividades invernales, e incluso se puede acceder al cráter y conseguir una majestuosa vista binacional. Su ubicación, a 1900 metros sobre el nivel del mar, muestra panorámicamente el montañoso territorio argentino y chileno, plagado de picos y quiebres abruptos. Cuentan los oriundos del lugar que en el interior del cráter hay una laguna fantástica para conocer en temporada estival, que crea una suerte de fuente que le da nombre al propio volcán, y cobija también los extraordinarios silbidos de los vientos sureños.

Unos metros abajo, en la tradicional base, se ubica el área de servicios, con una confitería, la escuela de esquí y la oficina para actividades recreativas. De allí también parten caminatas y cabalgatas, guiadas por los expertos mapuches, conocedores como nadie de estas tierras y poseedores de una gentileza que hace falta en varios complejos de renombre. En este sentido la visita también es histórica, ya que en Villa Pehuenia y sus zonas aledañas se encuentran algunas de las comunidades que, tras la Conquista del Desierto, quedaron dispersas a lo largo de la provincia: la Comunidad Aigo se ubica en el paraje Ruca Choroi; en Quillén puede visitarse la Comunidad Currumil; en el lago Ñorquinco a la Comunidad Salazar y plena villa a la Comunidad Puel, histórica administradora del complejo invernal. La riqueza de la cultura mapuche está presente de este modo en la cotidianidad del pueblo, en su día a día, y se refleja en particular en manifestaciones religiosas, musicales y gastronómicas.

DE RECORRIDA Si la mañana comienza con el desenfreno de la emoción, lo ideal es empezar la recorrida por el Circuito Pehuenia, que tiene una extensión de 120 kilómetros e incluye la mejor salida náutica del lugar. Los lagos Aluminé, Moquehue, Ñorquinco, Nompehuen y Pulmarí, y los ríos Pulmarí, Aluminé y Litrán se visitan simplemente acordando la salida en la villa, y listos para disfrutar un sabroso servicio de gastronomía y las didácticas explicaciones de los guías. De allí, quizá como segundo día de experiencias fuertes, se recomienda el Paso Icalma, una conexión fronteriza que se encuentra a 11 kilómetros de la villa. En el recorrido se visita el Parque Nacional Conguillio, donde se encuentra el famoso Volcán Llaima.

La Vuelta al Lago, por su parte, permite adentrarse en una experiencia off road con camionetas 4x4 que bordean el lago Aluminé durante 45 kilómetros, atravesando y metiéndose en zonas de bosques mixtos de araucarias, ñires y coihues, para terminar en playas y arroyos que desembocan en el lago. El Aluminé, la estrella de la zona, guarda algunos de los misterios de estas tierras, y fue bautizado por los mapuches con un nombre que no quiere decir otra cosa que “agua que brilla”. Perdido entre las calles sinuosas, de tierra y sin nombre, arranca el City Tour, que presenta la villa por dentro: un itinerario por los sectores de Pehuenia I, II y III (en la Península de los Coihues), la zona del centro comercial, el centro cívico y el paseo de la costanera sobre el Aluminé. Para concluir, las salidas libres con el asesoramiento de algún pueblerino que se cruce por allí pueden llevar al visitante a diversos miradores camino al lago Moquehue (que también puede recorrerse en botes, lanchas, canoas, kayaks y todas las embarcaciones a vela), asistir a un avistaje de aves y visitar balcones naturales de pleno paisaje agreste, que encajonan la geografía local sobre la solemne cordillera andina.

Comer, beber y dormir

Comer bien y descansar es uno de los fuertes de estos pagos. La oferta diversificada en alimento arranca con las truchas de La Cantina o las famosas pastas preparadas con las recetas de las abuelas del lugar en La Posta del Rey. Pero si se busca un plato de la alta cocina gourmet, nada mejor que el restaurante de Posada La Escondida, el único alojamiento cuatro estrellas de la villa, que cuenta con una carta basada en productos de la zona, vinos patagónicos y la siempre fabulosa elaboración artesanal (que incluye hasta pan caserito y galletas humeantes). Para terminar el día con un sabor dulce en la boca, la parada será en Gnaien, el imperio de los chocolates.

Siguiendo el camino de “lo artesanal” aparecen las araucarias. Y es que desde su fruto, el piñón, surgen preparaciones exquisitas que se vuelven manjares para propios y ajenos.

Claro que hay que esperar que caiga naturalmente (algo similar a la protección establecida con la Rosa Mosqueta en Bariloche), cuestión que sucede justamente en los meses de otoño. El piñón posee un gran valor nutritivo, elevado nivel de hidratos de carbono y un sabor similar al de una castaña, aunque más suave. Una vez capturado el fruto aparece el ingenio de la gastronomía criolla para crear deliciosas mermeladas, salsas, alfajores, rellenos y quién sabe cuánta cosa exquisita más.

Bien comidos y bebidos, resta pensar en el descanso. Allí cabe destacar la oferta de la Posada La Escondida, con comodidades y vistas envidiables. Oculta entre plateados radales, amancays, chilcos y mutisias, comienzan a verse las lucarnas de este inigualable refugio natural. Hidromasaje de por medio, se pueden planificar todas las visitas a la villa y vivir en carne propia su cocina de rasgos costumbristas, basada en la gran variedad de productos que brinda la Patagonia.

Para ir redondeando el viaje, nada mejor que una fiesta local. En este sentido es destacable la actividad conjunta que se da entre la Municipalidad, la Secretaría de Turismo y la propia gente, que genera un conjunto de fiestas de promoción, todas igualmente interesantes. El Paseo de Artesanos –ubicado en el área del centro comercial– y el Salón de Exposición invitan a conocer los trabajos de los productores locales de la villa. En estos meses las fiestas despegan con la celebración de La Paella Gigante, que incorpora en su receta la trucha, el conejo silvestre, los piñones y el cordero, una verdadera “bomba” local, que completa la movida gourmet con el ya famoso Festival del Chef que, charlas y consejos mediante, provee manjares para recordar por siempre. En primavera se da paso a la coronación del campeonato provincial de mountain bike, una actividad muy importante para la localidad a la que concurren excelentes corredores de Neuquén y de Río Negro. En verano, la Fiesta del Lago reúne a vecinos y turistas en torno del Aluminé, mientras se espera la Fiesta de la Nieve, en la segunda semana de agosto, en el parque de Nieve Batea Mahuida. Villa Pehuenia se vuelve, entonces, un lugar donde vale la pena perderse unos días.

DATOS UTILES

Cómo llegar: En avión: desde Aeroparque Jorge Newbery al Aeroparque de Neuquén. Aerolíneas Argentinas (www.aerolineas.com.ar / 0810-222- 86527) tiene tarifas que arrancan en los $328 más impuestos (unos $120), y también se puede ir a Esquel (San Martín de los Andes) los días lunes, miércoles y sábados, con tarifas básicas de $453 más impuestos ($150, aproximadamente). En ambos casos se ofrecen transfers hasta Villa Pehuenia. En ómnibus: varias compañías viajan desde la Terminal de Retiro (www.tebasa.com.ar) hasta San Martín de los Andes –a poco más de una hora de Pehuenia– o a la capital neuquina. En auto son aproximadamente 1500 kilómetros, y hay que tomar las rutas nacionales número 5, luego la 35, la 153 y la 143 hasta la provincial 20 La Pampa. Luego la 151, 22, 40 y provincial 13. Quienes han hecho el viaje por este medio recomiendan dos tramos, haciendo noche en Colonia 25 de Mayo o en Neuquén, y a la vuelta en General Acha o en Santa Rosa.

Dónde dormir: Villa Pehuenia brinda gran cantidad de alojamientos que son en su mayoría cabañas de montaña, ideales para una familia, y que pueden reservarse en la página oficial de la Secretaría de Turismo local. Otra opción son las posadas con más servicios, como la de cuatro estrellas La Escondida (www.posadalaescondida.com.ar / 02942-15691166).

Más información: http://www.villapehuenia.gov.ar

Secretaría de Turismo: [email protected] / 02942-498044.

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Agua, bosques y araucarias. El bucólico paisaje de Villa Pehuenia.

Con la llegada del invierno, la nieve acentúa el encanto de esta villa andina.
 
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