Domingo, 4 de mayo de 2008 | Hoy
CHILE > EN LA VENECIA CHILENA
La ciudad de los ríos y los humedales tiene un encanto diferente y particular. Por su privilegiada ubicación geográfica frente al océano Pacífico, Valdivia fue llamada “La Llave del Mar del Sur”. Crónica de una visita para conocer su historia, su naturaleza y sus inigualables frutos de mar.
Por Mariana Lafont
Cuando llegué a Valdivia lo primero que vi desde el micro, pegado a la estación, fue el río Calle Calle. La imagen me resultó rara ya que había llegado por tierra pero veía agua por todos lados. En ese preciso instante pensé “esta ciudad es especial”. Luego descubrí que lo era no sólo porque está moldeada por el agua sino por su ambiente, su historia y su gente.
Dejé mis cosas y tomé un colectivo hacia la zona de Corral donde está la bahía a la que arribó el capitán genovés Pastene en 1544 y bautizó con el nombre del conquistador de Chile, Pedro de Valdivia. Supongo que el marino genovés se habrá sorprendido igual que yo ante tanta belleza. Una costa recortada caprichosamente, verdes acantilados que caen abruptamente al Pacífico e islotes por doquier. En 1552, el mismísimo Valdivia fundó, sobre un antiguo pueblo mapuche, Santa María la Blanca de Valdivia. Desde entonces un progreso incesante acompañó a la flamante ciudad y la transformó en la segunda más importante del Reino de Chile, después de Santiago. El primer ocaso llegó en 1598, con la derrota española de Curalaba (una de las acciones bélicas más importantes de la interminable Guerra de Arauco), y a partir de entonces el sur chileno quedó abandonado a su suerte. Recién cincuenta años después colonos holandeses comenzaron a repoblar la zona. Pero ante el temor de aquel avance, los españoles construyeron el conocido Sistema de Fuertes de Valdivia para proteger a la ciudad del ataque de piratas y extranjeros.
PASEO COSTERO El colectivo cruzó el Puente Valdivia sobre el río y se internó en la Isla de Teja, donde está el Campus de la Universidad Austral de Chile, una de las más prestigiosas del país. En media hora recorrió los 15 kilómetros que separan el centro de la costa marítima y en el camino contemplé los famosos humedales colmados de aves de todo tipo. Me bajé unas cuadras antes y comencé a andar por la costa. Mientras unos coloridos botes pesqueros esperaban el momento para salir al mar, hombres y mujeres esparcían en el suelo negras algas para secar al sol. Continué caminando por calles tranquilas y arboladas, admirando hermosas casas señoriales. De repente me topé con uno de los tantos fuertes que tuvo la ciudad. El primero se había construido en 1645 en la isla de Mancera y luego le siguieron los de Corral, Niebla, Amargos, Cruces y las fortalezas de San Carlos y El Molino. Tan grande y complejo fue el entramado de castillos y fortificaciones de Valdivia que se la llamó “La Llave del Mar del Sur”. Y este enclave se mantuvo incólume y español hasta 1820, cuando cayó en manos del ejército patriota encabezado por Thomas Cochrane.
SELVA VALDIVIANA Por la ruta a Niebla y a 27 kilómetros de Valdivia se encuentra el Cerro Oncol (715 msnm), que en su parte sur alberga una reserva forestal privada. El Parque Oncol conserva en estado virgen la típica y exuberante selva valdiviana. En verano es el lugar ideal para los que amamos el vértigo y la velocidad, porque se puede hacer canopy y volar entre las copas de los árboles. Para los que no desean tanta adrenalina se puede acampar, hacer picnic y recorrer varios senderos señalizados o visitar algunos de los miradores desde donde se tiene una vista privilegiada de la cordillera, el mar y once volcanes (incluyendo el argentino Cerro Tronador).
Pegado a este parque se encuentra el Santuario de la Naturaleza Karl Anwandter. El brusco movimiento telúrico de 1960 provocó el hundimiento de varios terrenos que luego se inundaron y dieron nacimiento a varios humedales. Este ecosistema (con más de 4800 hectáreas) está ubicado en el cauce del río Cruces, muy cerca del mar, y en él habita una riquísima diversidad de flora y fauna. Sin embargo, este santuario natural ha sido afectado desde 2004 por la contaminación provocada por la planta de celulosa de Celco (ubicada a 56 kilómetros). Desde entonces más de 5000 cisnes de cuello negro que solían vivir allí han emigrado hacia otros lugares.
DIA DE MERCADO De regreso al centro visité el Mercado Fluvial sobre el río Valdivia. Había escuchado buenos comentarios y quería ver qué productos consumía la gente local. No bien crucé el puente vi un muelle colmado de pelícanos y lobos marinos e inmediatamente supe que allí estaba la feria. Entre tanto, los botes de remo (uno de los deportes más populares y tradicionales de la ciudad) iban y venían como si trataran de alcanzar a las aves de gran papada que sobrevolaban vertiginosamente el río.
El mercado más importante de la ciudad sorprende por su limpieza. Además tiene una atmósfera cálida y especial generada por sus coloridos toldos, que pintan la luz en los más variados tonos. Si bien la feria está abarrotada de puestos (en su mayoría de pescado) y la actividad es intensa, los puesteros atienden cordialmente a cada uno de sus clientes. La variedad y excelencia de los frutos de mar es sorprendente y la enorme cantidad de salmones de todos los tamaños explica por qué en Chile cualquier plato hecho con este exquisito pescado vale lo mismo que uno de pollo o carne. Finalmente me marché y dejé a los pelícanos esperando ansiosamente la caída de algún “regalo del mar”.
NOCTURNA Y CULTURAL La calle Esmeralda y el barrio que la rodea albergan la parte bohemia de la ciudad. En esta ondulante arteria, restaurantes y bares de todo tipo se suceden unos a otros ofreciendo alternativas para todos los gustos. Los jóvenes salen a “carretear” (así se dice en Chile al hecho de salir de noche a divertirse) y van de aquí para allá. Uno de los puntos de reunión más concurridos es el Legado Jazz Bar, donde gente de todas las edades se junta a escuchar buen jazz. En una misma noche, sobre un diminuto escenario cercado por pequeñas mesas, una sucesión de bandas tocan sin cesar en un ambiente intimista e impregnado de olor a tabaco.
Valdivia también es conocida por su intensa actividad cultural con una nutrida programación que incluye conciertos, encuentros de música y teatro y el famoso festival de cine. Tanto movimiento se originó, en gran parte, por la influencia germana que aún pervive. Hacia 1850, y con el fin de poblar el sur del país, el gobierno comenzó a atraer inmigrantes alemanes y designó a Valdivia como punto de partida de la colonización. Así llegaron los colonos que, además de tradiciones y costumbres, aportaron la tecnología necesaria para impulsar industrias locales. Entre aquellos alemanes llegó Karl Anwandter, quien con voluntad y trabajo creó la cervecería que lleva su nombre y asoció, para siempre, el nombre de Valdivia a la buena cerveza. La fábrica se mantuvo activa hasta el fatídico 22 de mayo de 1960. Ese día el peor terremoto en la historia de la humanidad no sólo destruyó Valdivia (y varios lugares de Chile) sino que fue registrado en diferentes partes del mundo como Hawai y Japón. Tiempo más tarde la cervecería fue remontada por la familia Kunstmann, convirtiéndola en la cerveza más popular de Valdivia. La cervecería se puede visitar para apreciar parte del proceso de fabricación además de degustar las diferentes variedades acompañadas de exquisitos platos.
Si bien hay actividades todo el año, el momento de mayor esplendor es en verano. El 9 de febrero es el aniversario de la ciudad. Para celebrarlo, Valdivia se detiene y sus habitantes tiran la casa por la ventana. Durante la última semana de febrero se organiza la llamada Semana Valdiviana, una fiesta con shows de todo tipo y un espectacular cierre con fuegos artificiales. En los ríos se realiza un tradicional paseo de barcazas prolijamente decoradas y a partir de este año se han sumado “góndolas valdivianas” que imitan a las de la romántica cità italiana y transforman a Valdivia en la Venecia chilena.
Cómo llegar: Valdivia se encuentra 841 km al sur de Santiago. Desde Argentina se puede ir a través de los pasos Hua-Hum y Cardenal Antonio Samoré, que conectan con las ciudades de San Martín de los Andes (a 590 km) y Bariloche respectivamente. Andesmar realiza viajes a Valdivia varias veces por semana.
Parque Oncol: Cruzar los puentes Pedro de Valdivia y Cruces, tomar la ruta a Niebla y desde allí se desvía un camino de 27 km de ripio hasta la reserva.
Cervecería Kuntsmann: Ruta T-350 Nº 950. Valdivia-Camino Niebla, http://www.cerveza-kunstmann.cl/
Legado Bar: Esmeralda 657. Tel.: 56 (63) 207546.
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