turismo

Domingo, 5 de diciembre de 2010

NEUQUEN. AVENTURAS EN VILLA LA ANGOSTURA

Juguemos en el bosque

Un verano a toda acción en Villa La Angostura, con una excursión en bicicleta al Bosque de Arrayanes, navegaciones en kayak por el lago Nahuel Huapi, una cabalgata al cerro Belvedere y paseos en motovelero. Con tranquilidad o a pura adrenalina, una inmersión en los más bellos paisajes patagónicos.

 Por Julián Varsavsky

En la multifacética Patagonia, el verano es la época de mayor movimiento, tanto por la cantidad de visitantes como por las actividades que ofrecen sus lagos, ríos y montañas. Una de las formas de relacionarse con estos paisajes es la contemplación relajada, silenciosa y casi inmóvil, como la del budismo zen. La forma opuesta es teóricamente la de la acción y el esfuerzo físico. Aunque, a decir verdad, las opciones del llamado “turismo aventura” no son otra cosa que un paso necesario para llegar a los lugares donde es posible lograr soledad absoluta y dedicarse a la contemplación de los rincones más agrestes, vírgenes y remotos. La localidad neuquina de Villa La Angostura es uno de los mejores lugares para abordar la belleza del paisaje a través del movimiento del cuerpo, ya sea remando en un kayak, cabalgando sobre el filo de una montaña, pedaleando hasta el Bosque de Arrayanes o navegando en un motovelero.

Las retamas alcanzan su mayor esplendor cuando se acerca el verano.

EN KAYAK El silencioso fluir de un kayak sobre un espejo de agua rodeado de montañas es una de las formas más placenteras de abordar el paisaje patagónico. Con medio cuerpo del remador por debajo de la línea de superficie del lago y una transparencia total de las aguas, por momentos la sensación es la de levitar, como volando en alfombra mágica. Y si hay buen sol, la sombra de la estilizada embarcación se ve proyectada en el fondo del lago. Entonces uno se escabulle por los recovecos más solitarios del Parque Nacional Nahuel Huapi para descender donde le plazca. Y saliendo muy temprano se puede incluso cortar la bruma del amanecer con la proa del kayak, rozando momentos sublimes de misteriosa belleza.

La salida en kayak más usual en Villa La Angostura es por el brazo norte del lago Nahuel Huapi. El guía Pablo Beherán organiza una travesía que se interna por los brazos Ultima Esperanza y Rincón, pasando entre pequeñas islas y saliendo al lago abierto si el viajero lo desea. Si la persona está alojada en algún hotel sobre la costa del lago, se comienza el paseo desde allí, o bien desde la desembocadura del río Correntoso. Entonces se avanza dejando atrás una estela sutil que parece quebrar el espejo de agua, por una de las zonas más virginales e intocadas del parque nacional. Sobre la costa se ven parejas de cauquenes y arroyos cristalinos que bajan de la montaña por el bosque para desembocar en el lago. Bajo la embarcación pasan truchas como rayos, y a lo lejos se levantan los cerros Colorado, Macal y Dormilón. El guía entonces conduce al pequeño grupo de remadores hasta una playita desierta para almorzar y comer manzanas arrancadas de los árboles de una quinta abandonada. Allí todos se bañan y practican snorkelling en el lago.

Si uno viaja con chicos, la excursión en kayak ideal es la que va al lago Espejo, ya que se para en playas muy poco profundas y con aguas más cálidas. Se parte desde la Bahía del Guardaparque y rápidamente se ingresa en una zona despoblada sin nadie a la vista. En el Espejo, mientras se palea, es posible ser testigo de la aparición casi milagrosa de una pareja de cisnes de cuello negro, o avistar especies más comunes como el jote cabeza negra, el pato vapor y algún fío fío. A veces se descubren en la costa huellas de puma y de pudú.

Los kayaks se internan por cada recoveco de islas del lago Nahuel Huapi.

UN BOSQUE ZEN Uno de los paseos más gratos de nuestra Patagonia es el que se hace por las pasarelas del Parque Nacional Bosque de Arrayanes, donde se avanza por un paisaje de cuento con un entramado de troncos color canela. La forma más tranquila de visitar este bosque desde Villa La Angostura es navegando ida y vuelta en un catamarán o, mejor aún, contratando la excursión en un motovelero.

La opción más activa para disfrutar del Bosque de Arrayanes es, en cambio, llegar navegando y regresar ya sea en bicicleta o a pie por una senda de 12 kilómetros. Las bicicletas se suben a la embarcación y al descender se las deja a un lado con un candado para recorrer a pie las pasarelas. Este pequeño parque nacional está como encerrado en una angosta península sobre el lago Nahuel Huapi. El arrayán puebla la península con tanta abundancia que el bosque es considerado por la comunidad la especie más densa que existe en el mundo. Admirado por su belleza, el arrayán tiene un tronco muy ramificado con una superficie suave y fría al tacto, alcanzando a veces los 650 años de vida. El bosque ocupa 12 hectáreas cubiertas por estos árboles entre los que se filtran los rayos del sol, formando un fascinante juego de luces y sombras que crea la ilusión de estar en un bosque encantado.

La desventaja de visitar el bosque ida y vuelta con el catamarán es que uno tiene una hora por reloj para recorrer las pasarelas con un grupo de hasta 80 personas. Pero el momento más agradable del parque es cuando los grupos se van –o se alejan– y se puede disfrutar de un silencio absoluto para admirar el bosque en su máximo esplendor. Para lograrlo hace falta no tener apuro y poder moverse libremente por las pasarelas. Y esa libertad la tienen solamente quienes regresan en bicicleta o a pie, no sujetos a los horarios del catamarán. La travesía de 12 kilómetros de regreso no es para nada plana; tiene subidas y bajadas empinadas por un sendero bien demarcado y sin ningún peligro. Si uno va pedaleando, en los lugares más complicados hay que bajarse de la bicicleta y caminar.

El paseo en bicicleta desde el Bosque de Arrayanes comienza en un sendero que nace en las pasarelas, unos metros antes del área de baños. Un kilómetro más adelante, un cartel señala un corto desvío que lleva al borde de la laguna Patagua, donde hay una playa de césped. De regreso en la senda principal se avanza por un cerrado bosque de coihues de hasta 40 metros. Al comienzo el paseo es relajado, pero a los pocos minutos llega la primera subida y no queda otra que caminar. Pero también hay largas bajadas donde los ciclistas hábiles pueden experimentar altas velocidades. El paseo termina en el puerto de Villa La Angostura, donde se pueden devolver las bicicletas de alquiler.

En bicicleta por las pasarelas del Parque Nacional Bosque de Arrayanes.

EN MOTOVELERO Si la idea es navegar sin esfuerzo por las aguas del Nahuel Huapi, una opción muy intimista es el motovelero Aventurero. Un motovelero es una alternativa a los tradicionales catamaranes que parten desde Villa La Angostura hacia el Bosque de Arrayanes y la isla Victoria con horario prefijado y llevando hasta 80 personas. Si uno arma un grupo de 10 personas, el motovelero es incluso más barato que el catamarán y ofrece mayor libertad de movimientos. En general lo alquilan grupos de dos familias con chicos, a quienes se les permite llevar el timón un rato y se los puede acostar a dormir en dos pequeños dormitorios. La embarcación tiene 12 metros de eslora y dispone de baño, salón comedor techado y cocina.

El Aventurero fue construido en 1977 por un reconocido “artesano” astillero con madera de cedro. Su capitán, Jorge Rovella, lo descubrió semiabandonado hace dos años en Rosario y lo adquirió. El mismo lo arregló y ahora se dedica a hacer paseos a medida por el Parque Nacional Nahuel Huapi.

La excursión más habitual para hacer en motovelero dura tres horas y va hasta el Parque Nacional Bosque de Arrayanes, con cuatro personas como mínimo. A esta excursión se le puede agregar la vuelta completa a la Península de Quetrihue –volviendo por Bahía Manzano y Bahía Brava– y también las islas Victoria y Huemul (seis horas de navegación). Incluso hay quienes utilizan el motovelero como transfer hasta Bariloche, disfrutando de una manera bastante especial del paisaje.

Entre las excursiones de verano más exitosas hay también una de todo el día que va a Piedras Blancas, en la isla Victoria. Allí se baja en una playa para comer un cordero a la parrilla, nadar en el lago y pescar (para grupos de diez personas).

En los alrededores de Villa La Angostura hay varios circuitos sencillos para recorrer en bicicleta.

A CABALLO A dos kilómetros de Villa La Angostura, al pie del cerro Belvedere, comienza una cabalgata que ofrece una muestra muy representativa de los paisajes de la zona. Luego de una breve explicación sobre cómo manejar las riendas, el guía decide partir al frente del grupo. Los mansos caballos arrancan a paso lento, hundiendo sus cascos en el mallín, un terreno anegado que permanece todo el año tan verde como un campo de golf.

En la parte más baja de la cabalgata predominan los ñires, un árbol “siempreverde” de mediana altura. Luego aparecen unos pinos autóctonos llamados cipreses y al ganar más altura se levantan coihues de hasta 45 metros. Al cruzar el Arroyo Las Piedritas la cuesta se vuelve empinada, y al llegar a los mil metros de altura aparece el Mirador del Cañadón, un balcón natural con vista a la Cascada Inacayal donde un arroyo se arroja a un precipicio de 50 metros.

Al llegar al filo del cerro Belvedere se cruza a la ladera norte para descender por un sendero muy selvático. En el mirador del Belvedere se desensilla para tomar unos mates con una vista espectacular del río y el lago Correntoso, los brazos norte del lago Nahuel Huapi y la Cordillera de los Andes al fondo.

La cabalgata recorre siete kilómetros en total y dura unas tres horas. Este circuito, llamado Cascada Inacayal y Mirador del Belvedere, también se puede hacer con un agradable trekking autoguiadoz

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El Aventurero. Un motovelero que hace viajes a medida por los lagos.
Imagen: Julián Varsavsky
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