Domingo, 16 de octubre de 2011 | Hoy
BUENOS AIRES. VUELTAS CIRCULARES DE PARQUE CHAS
Buenos Aires alberga algunas rarezas que, poco conocidas u ocultas en su larga sucesión de calles, pueden ser muy interesantes incluso para sus propios (y a veces distraídos) habitantes. El intrincado y llamativo barrio Parque Chas es único e invita a ser turista por unas horas en la ciudad de todos los días.
Por Mariana Lafont
“Existe en el barrio de Parque Chas una manzana acotada por las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra. No es posible dar la vuelta a esa manzana. Si alguien lo intenta, aparece en cualquier otro lugar del barrio, por más que haya observado el método riguroso de girar siempre a la izquierda o siempre a la derecha.” Así comienza Alejandro Dolina una de sus Crónicas del Angel Gris, y así se siente el caminante en este barrio único de Buenos Aires, terror de carteros y taxistas nuevos en el oficio.
Para algunos basta entrar en Parque Chas para quedar atrapado en esta suerte de “Triángulo de las Bermudas”. Otros en cambio juegan a vagar sin rumbo y perderse un par de horas en esta telaraña urbana. Su encanto está, justamente, en su centro y las calles circulares con nombres de tantísimas ciudades del Viejo Continente: Londres, Berna, Liverpool, La Haya, Varsovia, Constantinopla, Nápoles, Hamburgo, Dublín, Budapest, Oslo, Praga, Moscú, Copenhague, Cádiz, Berlín, Ginebra y Atenas, entre otras. Además, hay una diagonal que corta algunas de ellas; diagonal que, a lo largo del tiempo, fue cambiando de nombre y hoy se llama General Benjamín Victorica.
No hay en todo Buenos Aires un barrio como éste: en su momento representó la vanguardia del urbanismo inglés de la ciudad-jardín. Por ello recibe la denominación de “Parque” Chas. En cierto modo, este singular barrio es como una isla donde aún se conserva cierto aire de pueblo, ya ausente en otros rincones de Buenos Aires por el avance inmobiliario y la modernidad. Aquí se ven todavía señoras yendo a la verdulería con su changuito o señores barriendo la vereda de su casa a la hora de la siesta. Para el porteño acostumbrado a las arterias cortadas en ángulo recto, Parque Chas es un verdadero y complicado laberinto donde una arteria puede hacer esquina consigo misma, como ocurre con la calle Bauness. Y suele pasar que un caminante llegue al punto de partida sin darse cuenta: por ello, los únicos que nunca se pierden son los que nacieron en el barrio. Pero más allá de las dificultades, esta suerte de oasis citadino es especial: poco tránsito, tranquilidad, mucho silencio y gatos durmiendo la siesta plácidamente sobre autos abandonados.
VUELTAS DE LA HISTORIA “Muchos vecinos son incapaces de indicar en qué calle viven. Asimismo, existen casas que no dan a ninguna calle. Sus habitantes se alimentan de sus propios cultivos o de lo que generosamente les pasan por sobre las medianeras.” Así sigue Dolina la descripción del barrio, delimitado por las calles La Pampa, Combatientes de Malvinas, Avenida Triunvirato, Chorroarín y Avenida de los Constituyentes. Sus vecinos son Villa Urquiza al norte, Villa Ortúzar al este, La Paternal al sur y Agronomía al oeste, barrio del que formaba parte en sus orígenes.
Pero la historia de Parque Chas tiene tantas vueltas como las del propio barrio. En el siglo XVIII, las tierras donde hoy se levanta este distrito pertenecían a la orden de los jesuitas: sin embargo, fueron cambiando de dueño con el transcurso del tiempo. Tras integrar la colonia de vacaciones del Colegio San Carlos (época en que se las denominó la “Chacarita de los Colegiales”), quedaron en manos de un notable vecino del entonces pueblo de Belgrano llamado don Casto Munita. A su vez, Casto Munita tenía una deuda con la acaudalada familia Chas (cuyo mausoleo se encuentra en el Cementerio de la Recoleta) y la pagó con ese terreno que se hallaba al otro lado del arroyo Maldonado, detrás de lo que hoy es el barrio de la Chacarita. En aquel entonces, esta zona de quintas y chacras ubicadas entre los pueblos de Belgrano y Flores se consideraba más campo que ciudad. Había huertas, hornos de ladrillos, molinos, aljibes, gallinas deambulando por las calles de tierra, lecheros ordeñando vacas y vendedores ambulantes.
Luego Francisco Chas –pariente lejano del general Manuel Belgrano– heredó esos terrenos y, años más tarde, junto con sus hijos Francisco, Tomás, Vicente y Joaquín, fundó una empresa llamada “Sociedad Francisco Chas e Hijos”. En 1922, autorizados por una ordenanza, decidieron crear un poblado y lotearlo para construir viviendas. Sin embargo, la urbanización del barrio comenzó recién seis años después y las primeras casas empezaron a asomar tímidamente entre el barro y el humo de los hornos de ladrillos que explotaban los Chas. Tales hornos eran abiertos y a estiércol. Aunque estaban prohibidos en la Capital Federal, la familia consiguió varias prórrogas hasta 1927, y desde entonces empezaron a abrirse más calles en el incipiente poblado.
DISEÑO CIRCULAR “Los taxistas afirman que ningún camino conduce a la esquina de Avalos y Cádiz y que por lo tanto es imposible llegar a ese lugar. En realidad, conviene no acercarse nunca a Parque Chas.” No se sabe si son ciertas las Crónicas del Angel Gris; sí se sabe que a partir de 1880 Buenos Aires fue testigo de un arribo masivo de inmigrantes, mayormente europeos. Este fenómeno demandó a su vez hallar sitios para que estos miles de personas pudieran establecerse. Varias fueron las maneras en que se expandió la ciudad hacia la periferia: por planificación gubernamental, por los propios dueños de las tierras o por sucesivos y desordenados loteos. De ese modo, a fines del siglo XIX, se fueron gestando emprendimientos inmobiliarios que dieron origen a nuevos barrios. Muchos de ellos tomaron el nombre de “villa” por sus reminiscencias de las villas europeas (viviendas situadas en la campiña, diseñadas y construidas con lujo para familias de cierto rango social), pero paradójicamente aquí inspiraron a numerosos barrios de clases bajas. También hubo urbanizaciones planificadas por profesionales capacitados y reconocidos como Juan Antonio Buschiazzo (que proyectó la Avenida de Mayo) y su plan para Villa Devoto y el barrio de Saavedra; el arquitecto Carlos Thays y Palermo Chico; y los ingenieros Armando Santiago Frehner y Adolfo Guerrico con Parque Chas. Estos fueron casos excepcionales en los que se propusieron nuevas maneras de manejar el espacio urbano, dando como resultado centros de verdadero interés en la ciudad.
Luego de un primer intento fallido de lotear, los Chas decidieron subdividir la tierra y contrataron a Frehner y Guerrico, quienes hicieron un diseño radiocéntrico por entonces muy de moda en varias ciudades de Inglaterra. El revolucionario proyecto generó feroz oposición en la conservadora Buenos Aires de la época. Los funcionarios que debían aprobar el plan de urbanización veían como un gran inconveniente la falta de fluidez del tránsito que se produciría teniendo calles curvas y angostas. Finalmente, el proyecto fue aprobado el 29 de septiembre de 1925 (considerado hoy como el “Día de Parque Chas”). Otros dicen que la idea de tan extravagante diseño se debía a que la familia Chas advirtió que si se dividía el terreno en 120 manzanas pequeñas, en lugar de las 40 correspondientes a las 40 hectáreas, el negocio resultaría mucho más rentable. Y de ese total de tierras, cinco manzanas fueron para plazas públicas (las actuales Exodo Jujeño, Capitán Domingo Fidel Sarmiento, Dr. Alfredo Nobel, Jamaica y la plazoleta Andrés Chazarreta). Una sexta manzana se destinó a la educación pública, donde hoy está la escuela Petronila Rodríguez, en las calles Andonaegui entre Constantinopla y Hamburgo.
A partir de 1925 la zona se fue poblando gracias a los remates y loteos; así hacia 1932 Parque Chas ya tenía todas sus calles pavimentadas. Luego llegaron el club de fútbol, el cine y la escuela. Aquí estuvo, desde 1927 y durante diez años, la primera cancha del Club Almagro, famoso por sus bailes de Carnaval. El estadio tenía la entrada principal por la calle Berna y el acceso a las populares por la calle Gándara; eran los tiempos en que Almagro se enfrentaba a los equipos grandes de Primera División. Dos años después se construyó el Cine Familiar Parque Chas, la gran atracción de los más chicos, que acudían a ver los continuados de películas por algunos centavos y que hoy se ha convertido en un conjunto de comercios. Si Parque Chas tenía título de barrio desde 1925, en 1976 se lo quitaron y recién en el año 2005 le fue otorgado nuevamente. Así es que, gracias a un puñado de visionarios, Buenos Aires tiene hoy un peculiar tesoro urbano, un barrio-laberinto para dejarse ir y perderse
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