Domingo, 4 de marzo de 2012 | Hoy
COLOMBIA. EN BARRANQUILLA
El Carnaval de Barranquilla, Patrimonio Cultural de la Humanidad, es una de las fiestas populares más importantes de Colombia y el Caribe. Alimentada por influencias españolas, indígenas y africanas, la celebración es un festival de color y alegría. Crónica de cuatro días a puro goce.
Por Guido Piotrkowski
“Quien lo goza, quien lo vive”, repiten una y otra vez por las calles de Barranquilla. Ese es el leitmotiv de este Carnaval, y los barranquilleros lo cumplen a rajatabla: de sábado a martes, en la ciudad explota la fiesta. “El carnaval es esencia y elixir de vida. Cuando se aproximan las festividades carnestolendas, y suena el bum bum del tambor, siento cómo la sangre me corre por las venas y se calienta. Eso es típico del barranquillero. Cuando escucha el llamador o la tambora, siente su fuerza caribeña”, dice Carlos Cervantes, inventor del curioso personaje del “Mohicano Dorado”. A sus 64 años, Carlos ya lleva cerca de 40 portando el original disfraz.
Juan Carlos es el hijo de Carlos y también tiene lo suyo para decir. “El Carnaval es la mayor esencia del barranquillero. Es lo que nos hace mover, sentir. Es aquel gozo interior que sientes en demostrar lo mejor de ti, de expulsar esa fuerza de feromonas, energía y adrenalina. Tirarlo a máximo y gozarse esto como deber ser”, afirma este joven de 26 años que se “independizó” y desfila con su propio grupo de mohicanos.
La periodista Mabel Gasco, investigadora y “profesora chévere” de la Universidad del Norte, se hace eco: “El Carnaval es una forma de sentir y de vivir, de plantarnos y presentarnos frente a la vida. La ciudad está llena de problemas y nos permite vivir sin la angustia de estar aquí, con la alegría de ser caribes, recordando nuestros ancestros, nuestra tradición africana, indígena y española, que se conjugan en la fiesta”.
Mirtha Buelvas es antropóloga, investigadora del festejo y sus raíces hace ya más de treinta años. Con ella se podría hablar durante horas sobre esta celebración ancestral, que sintetiza con visión antropológica: “El Carnaval de Barranquilla es diverso, y esa diversidad es riqueza. Se alimenta fundamentalmente de una matriz cultural triétnica: la indígena, la española y la africana. Luego llegan otras culturas, y esa mezcla produce una serie de expresiones culturales. Nuestro Carnaval es europeo, africano e indígena, pero a la vez no es nada de eso, porque es ya otra cosa, es una fusión creativa”.
EL ORIGEN Barranquilla no tiene una fundación precisa. A la vera del río Magdalena, se alimentó de las diversas corrientes inmigratorias y así fue construyendo el mosaico que es hoy esta ciudad de más de dos millones de habitantes.
El primer desfile de la Batalla de las Flores data de 1903; en 1918 se eligió una reina por primera vez; y en 2003 la fiesta fue declarada Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad por la Unesco. “Lo que hace único al Carnaval es la diversidad cultural. Tiene muchos ritmos, y cada ritmo tiene su vestimenta porque cada uno tiene su significado”, apunta Ana María Osorio, directora de Comunicación de la Fundación Carnaval de Barranquilla. Entre las danzas tradicionales se destacan la cumbia, el congo, el garabato, las farotas, el paloteo y el mapalé. “Hoy estas danzas no existen en su lugar de origen y han encontrado en el Carnaval su lugar de preservación. Es una de las razones por las que el Carnaval ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad.”
El garabato es una danza tradicional que habla de la lucha entre la vida y la muerte y “es cien por ciento barranquillero”, señala Ana María. Por su parte, la farota es indígena y relata la venganza contra los españoles porque abusaban de sus mujeres. Cuando las acechaban, ellos los agredían con machetes, que en la danza fueron reemplazados por coloridas sombrillas. “Es una de las danzas milenarias”, agrega Osorio. El paloteo es una danza de la época colonial de origen español, que representa a los ejércitos en guerra, y la cumbia –reina del carnaval y danza emblemática de Colombia– constituye una expresión artística de la costa del Caribe. Es un baile de galanteo, en el que la mujer viste largas polleras y coquetea con su pareja.
La antropóloga Mirtha Buelva echa un poco más de luz en el asunto: “En nuestro Carnaval conviven danzas y expresiones culturales muy antiguas y tradicionales junto con elementos nuevos. Si bien las comparsas son manifestaciones tradicionales –se encontraban en los clubes principios de siglo XX–, aquí en este Carnaval se le anexan elementos folklóricos como la cumbiamba o las danzas de relación, que se llaman así porque en el español antiguo quería decir ‘relato’. Son versos que cuentan un argumento”.
“La danza del congo viene de los Cabildos de Negros de Cartagena, que agrupaban a los migrantes por nación, como los carabalí o los mandinga. Eran instituciones coloniales para mantenerlos separados. Los hacían competir, y podían tener su reina y su corte. Practicaban danzas y toques de tambor. Era casi como ganar una batalla”, explica. Las crónicas de época cuentan que las amas prestaban las joyas y vestidos a sus esclavas para competir con la tribu de otra familia. “Cualquier manifestación que encuentres aquí no es limpia ni pura”, finaliza.
LA CORONACION DE LA REINA Todo comienza el jueves por la noche en el Estadio Romelio Martínez, con un evento gratuito y masivo donde la soberana recibe la corona de su antecesora y se la prueba ante su pueblo, como ordena la tradición. Se trata de una gran puesta en escena en la que la reina demuestra sus habilidades artísticas, en esta caso de gran bailarina. El cierre del espectáculo estuvo a cargo en la última edición de un intenso Carlos Vives, máxima estrella de la música vernácula. Y el Carnaval todo estuvo dedicado al mítico músico Joe Arroyo, creador de un ritmo propio, el “Joeson”. “El Joe”, como le dicen cariñosamente, falleció el año pasado pero es omnipresente: las estrofas pegadizas de su tema “En Barranquilla me quedo” suena en todos lados y todos hablan de él.
Andrea Jaramillo Char, la nueva reina, no es cualquier soberana. Y lo demostrará a lo largo de todo el festejo, de jueves a martes, con enorme carisma y frescura, desparramando sus cualidades de eximia bailarina, desfilando arriba de la carroza y bailando con una energía tremenda a lo largo de la Vía 40. “¡Reina reina!”, le gritan las niñas y también sus madres, los niños y sus padres.
“Ser reina es la mejor experiencia de mi vida. La más gratificante, más bonita y más enriquecedora”, confiesa Andrea a TurismoI12, recién bajada del escenario. “Ser la embajadora de la fiesta más grande de Colombia es una responsabilidad enorme. Hay que tomarse muy a pecho esto para poder representar y engrandecer nuestro Carnaval. Además de tener que bailar, sonreír y llegar a los distintos barrios y pueblos, tiene un aspecto social: visitar niños enfermos y abuelitos. La idea es ser una embajadora de la alegría. Llevar una sonrisa a todas las personas que la necesitan. Que la gente pueda sentir el carnaval en cada rincón de la ciudad.”
DE BATALLAS Y PARADAS El sábado al mediodía Barranquilla arde. La excitación se palpa en las inmediaciones de la Vía 40, donde tienen lugar los principales desfiles. Las carrozas se van alineando para salir lentamente. Las agrupaciones llegan de a poco a bordo de las “chivas”, unos ómnibus chillones muy caribeños. Mientras aguardan su turno para lucirse, se maquillan, se peinan, practican algún pasito. Hay mucho niños entre esa multitud que espera por estos días el año entero.
“El Carnaval es maravilloso, es lo mejor del mundo. Desfilar es algo increíble, ver a la gente que te mira es como sentir el carnaval en la sangre”, dice entusiasmadísimo Miguel Angel, de 13 años, imitando el acento argentino. El simpático pibito fue Rey del Carnaval de los Niños el año pasado. “Ser Rey Momo es súper chévere, porque representas a toda la infancia de Barranquilla.”
El abanico folklórico de esta celebración es muy amplio. Se presentan en la fiesta manifestaciones como cumbias, congos, mapalé, garabato y son de negro. Danzas de relación como la danza de los coyongos, del paloteo y de goleros. Danzas especiales como la de los diablos, de indios y de farotas; comparsas que surgieron como un disfraz individual y ya son todo un clásico, como las Marimondas y Negritas Puloy; y otras que exhiben danzas brasileñas y disfraces de lo más variados y originales, como el de la familia de las Cobras Negras. Padre, madre e hijas se visten de coloridas serpientes con conciencia ecológica. “Este disfraz colectivo tiene tres propósitos: lúdico, ecológico y pedagógico. Lúdico porque busca motivar a través de la risa a los niños para que no hagan daño a los reptiles. Ecológico porque está elaborado en su gran mayoría con material reciclado. Y pedagógico porque tomamos los disfraces como una manifestación muy importante para nuestro medio y región, para sensibilizarlos y alegrarlos”, cuenta Marixa Zuñiga Orozco de Moreno, docente de artes plásticas e ideóloga de este disfraz colectivo.
Pasado el mediodía los conjuntos entran a la Avenida, donde son vivados por el público que asiste desde las gradas, palcos, o de pie a lo largo de los nueve kilómetros de la Vía 40. El sábado es la Batalla de Flores, donde hacen su presentación la mayoría de los grupos folklóricos, presididos por la reina en una carroza. También se presentan el Rey Momo, los reyes de los niños y las vicerreinas en este desfile que continúa hasta el anochecer, al igual que los días precedentes.
Por ahí anda una joven vestida de Negrita Puloy. Se llama Heidi y no necesita llevar peluca para su disfraz como las otras Negritas: sus rizos morenos son idénticos a los de la original. “¡Esa es la verdadera negrita!”, le gritan desde el público. “Este año no salí con mi grupo, el Cipote Garabato, quería verlo desde otro lado”, dice Heidi, cámara en mano. Estudiante de Diseño Gráfico, desfila y baila desde pequeña. Su padre es el fundador de esta agrupación, una de las más tradicionales de Barranquilla, que ya se aproxima luciendo sus polleras y capas al viento en medio de la avenida.
El domingo es la Gran Parada de la Tradición, donde solo desfilan las danzas tradicionales, y el lunes la Gran Parada de Comparsas, con más lentejuelas y brillos, que representan las nuevas propuestas, un mix de manifestaciones autóctonas e internacionales.
JOSELITO SE VA CON LAS CENIZAS Este desfile callejero, en el que participan grupos de todos los rincones de la ciudad, simboliza el fin de la fiesta. Es una puesta en escena disparatada, en la que los participantes recrean la muerte del personaje con una corte de viudas alrededor llorando su partida. Personajes como la parca, gran cantidad de travestis, viudas, parodias de la realidad local y Joselitos de todo tipo desfilan unas diez cuadras hasta la Casa del Carnaval.
“Joselito es la simbología del Carnaval, es el personaje que representa al barranquillero, un hombre espontáneo al que le gusta la cerveza y el licor, un hombre que es mamador de gallo (bromista) y al que el Carnaval toma como hilo conductor de la fiesta”, explica John Gonzales, guía turístico y estudiante de Sociología. “Joselito somos todos los barranquilleros. Ese hombre es parrandero y mujeriego, el licor lo mata, pero al morirse deja un heredero que es el que al año entrante va a hacer la misma gracia que el papá y va a liderar la nueva fiesta.” Esa nueva fiesta que los barranquilleros aguardan el año entero, para volver a vivir y gozarla, demostrando una vez más la alegría de ser Caribe
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