Dom 13.10.2013
turismo

CóRDOBA. VALLE DE TRASLASIERRA

Sierra con vista al cielo

Confirmada como una de las cinco sedes para la Copa del Mundo de Parapente, Mina Clavero comienza a vivir la emocionante cuenta regresiva de su primera cita internacional. A la par, la reciente beatificación del cura Brochero atrae más visitas a la localidad vecina y a sus amplias playas de arena.

› Por Pablo Donadio

Fotos de María Clara Martínez

Emociones y buenas noticias llegan a estos pagos serranos. La reciente confirmación del pueblo como una de las cinco sedes de la Copa del Mundo de Parapente y la beatificación del hombre símbolo de la región en la vecina Villa Cura Brochero ponen a Mina Clavero en la escena nacional e internacional. Un balneario atractivo desde siempre por sus tres ríos, sus sabores serranos y un entorno pacífico y familiar. A 150 kilómetros de la capital provincial, al pie de las Sierras Grandes y bajo custodia del azulado Champaquí, esta puerta de entrada al Valle de Traslasierra se presenta en los albores de la primavera como un remanso ideal para empezar a vivir los días lindos y extensos sin el bullicio turístico de la temporada alta.

Arte en mosaiquismo, en uno de los puestos destacados del Paseo de los Artesanos.

SOBRE LA COSTA Desde que el camino de las Altas Cumbres se erigió como el acceso directo a Córdoba, reemplazando al que hoy se conoce como el Camino de los Artesanos –donde aún existen parajes deslumbrantes como el que conecta Cóndor con Copina y sus siete puentes colgantes (trayecto utilizado por el Rally Internacional)– la afluencia de turismo ha sido constante. Y “no ha parado de llegar más y más gente con los años”, nos asegura Roberto, encargado del hotel Ferrari, donde nos hospedamos.

Pero aquel viejo sendero no sólo sigue siendo utilizado por los lugareños y los bikers de montaña, sino por los artesanos de este y otros pueblos. Y es que su tierra sigue siendo única. “De ahí traemos la greda, que luego batimos en agua hasta formar una materia arcillosa maleable. Una vez colada, la mandamos al molde de yeso y finalmente al horno, a unos 700 grados. El toque final llega con el ahumado de guano de vaca o caballo, que le da ese color oscuro tan característico”, cuenta Mario Alfredo Cuello. Su trabajo, como el de la mayoría de sus colegas, lleva entre 15 y 20 días desde que se recoge la materia prima hasta que la pieza está lista y exhibida. Pero la cerámica es apenas uno de los atractivos del Paseo de los Artesanos, que imanta a los visitantes en su parque natural, enmarcando la costa del río mayor. Caminamos por los puestos en fila, que se extienden entre el cauce del Mina Clavero y los dos puentes centrales a uno y otro lado, donde las familias, las parejas y los chicos que no paran de correr por la arena pasan la tarde entera a pleno.

Cuando baja el sol sobre los mogotes, el brillo del agua se refleja hacia ese mercado, y los rayos caen con fuerza sobre las banquetas, bandejas y macetas de La Campecha. “Trabajamos mosaiquismo sobre estructuras de barro, hierro y madera que también fabricamos. Ahora utilizamos pinzas y hacemos terminaciones con detalles mínimos, pero empezamos como todos, rompiendo azulejos y probando diseños. No hay misterio acá, sólo amor a lo que uno hace”, cuentan Sandra y Ricardo, una pareja de artesanos bonaerenses que decidió migrar por una mejor calidad de vida. Esa búsqueda tiene su recepción también en otras disciplinas, distintas pero siempre bajo el mismo registro nativo, que ofrece una férrea comunión con la naturaleza, su aire puro, los productos orgánicos y el reiki como pilares de algunas terapias alternativas.

Algo llamativo para quienes hemos estado aquí en temporada alta es que Mina Clavero parece tener lugar para todo el mundo sin colapsar, mientras en estas fechas –cuando el clima se torna amigable y hay mucho indagar en soledad– sus tres ríos se disfrutan como nunca. De aguas frías nacidas en las Altas Cumbres, el Mina Clavero conduce su cauce principal abriéndose camino en medio de la ciudad, hasta unirse con las del tibio Panaholma, reconocido por sus beneficios mesotermales y propiedades curativas. Juntos dan vida al espejo de agua conocido como río Los Sauces, que más adelante alimenta al dique La Viña, hasta desaparecer en los bañados de San Pedro. Esa tríada de ríos, diques y arroyos se completa con rincones como el Nido del Aguila, una olla cercada por enormes paredones, donde es posible disfrutar de trampolines naturales. En ese entorno se practica también rápel y escalada, que pueden ser parte de un circuito de caminatas hasta el anochecer, que poco a poco gana las sierras. En ese entorno el fresco invita a poner un freno y refugiarse, y Stop parece ser el sitio indicado a tal efecto. Allí sirven algunas de las recetas regionales que tan bien han promocionado al pueblo, como el chivito maridado con buenos vinos de estos valles, y que se corona finalmente con un tecito de hierbas bien cordobesas.

El cielo serrano se llena de parapentes, la nueva moda en Mina Clavero y motivo de una cita mundial en 2014.

VUELO SERRANO Hace unos dos años Mina Clavero protagonizó una precopa internacional del mundo con la idea de promocionar sus sierras y los vientos que las circundan en el mundo del parapente. Desde entonces el trabajo incansable del grupo a cargo continuó hasta conseguir la confirmación de una de las cinco fechas que abarca la Copa del Mundo de Parapente, a disputarse del 1º al 8 de marzo de 2014. “La verdad es que los chicos a cargo se han puesto las pilas, y juntos hemos logrado este sueño. El año pasado nos ganó Brasil, pero esta vez pudimos ser una de las cinco sedes que presentará América junto a una ciudad de México”, afirma Roberto López, de la Dirección de Promoción Turística de Mina Clavero. Charlamos un rato más y partimos a Niña Paula, el predio donde ya están practicando algunos de los fanáticos del deporte. Desde el pueblo hay que salir apenas 10 minutos hasta la cara del cerro, donde vemos despegar un grupo de siete paracaídas. Lanzados al vacío, los pilotos toman una térmica hasta elevarse, luego giran, suben y bajan, y encaran el aterrizaje justo donde los arroyos y matas achaparradas visten los suburbios del pueblo. “Es una disciplina espectacular, y con grandes talentos: algunos pilotos han estado más de 12 horas en el aire, y uno llegó hasta Merlo, en San Luis”, nos cuenta. Los vemos descender uno a uno, ametrallados a fotos y alentados por los colegas, antes de volver al centro donde la movida gastronómica recién empieza.

La cita allí es en Belgrano 1340, el restaurante que se llama igual que donde queda, y que es la opción gourmet del balneario. Abierto hace cinco temporadas, se especializa en pastas y en truchas, aunque no hay plato que no sea delicioso, fresco y con un toque regional: hongos de pino de Los Hornillos, queso de cabra y aceite de oliva de Nono, vino de San Javier... las pequeñas producciones de los valles vecinos no tienen desperdicio. “Siempre digo que si te gusta a vos, le gusta al cliente. Muchas veces se elaboran productos que después no se prueban, por eso la carta la hicimos en la cocina con mi mujer, y gracias al laburo pudimos crecer y contar con cuatro chicos que mantenemos todo el año, porque si hacés buena comida siempre vas a tener clientes”, asegura Andrés Calderón.

Con buenas novedades para traer de regreso, pensamos en partir, pero nos invitan a la vecina villa Cura Brochero, donde el cura gaucho es protagonista central por estos días. Su beatificación ha despertado un alboroto sin igual en la comunidad, y eso se nota en los rostros de los vecinos, en los carteles que anuncian su reconocimiento, y en algunas obras de importancia. La más destacada es la de su plaza central, justo frente a la iglesia, que ha de transformarla en una suerte de maqueta en miniatura de la explanada de Luján. Bolsas de cemento, baldosones sueltos, montañas de arena y obreros por todos lados arman un paisaje caótico, pero que es todo un orgullo para los vecinos. “Ahora somos protagonistas con nuestro curita...”, dice la señora que nos indica amablemente cómo llegar la casa donde José Gabriel del Rosario Brochero pasó sus últimos días. Caminamos dos cuadras por una vereda angosta, de arquitectura colonial, que acusa el paso del tiempo, pero que al igual que las casitas y las sedes administrativas del pueblo va poniéndose coqueta. Cada casa, café y restaurante, los almacenes y hasta una feria con puestos de madera parecen haber revivido con la noticia. Adentro del viejo hogar, hoy museo, vemos algunas esculturas y cartas alusivas al sacerdote a quien se adjudica como milagro la recuperación de un niño que estaba al borde de la muerte. En la puerta de su antigua habitación un perro hace de guardián, y tras él, aparece un pintor, con su arma en mano. “Pronto terminamos”, nos dice, y se pierde en la sombra junto a su rodillo. Afuera el polvo de la obra lo colma todo, pero aún se ven juguetear algunos parapentes en el cielo. No hay duda de que Mina Clavero y Cura Brochero están viviendo su fiesta, cada una a su modo, dándoles un poco más de vuelo a estas sierras.

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