Domingo, 18 de mayo de 2014 | Hoy
CHUBUT. ORCAS Y LOBOS EN PUERTO MADRYN
Puerto Madryn es un lugar privilegiado por su fauna marina, que varía a lo largo del año y sorprende con la interacción de diversas especies en su hábitat. Mientras la ballena franca austral está a punto de llegar, las orcas impactan con sus piruetas y su particular método de caza de lobos marinos.
Por Belén Coccolo
Una paleta de colores rosados y naranjas invade el horizonte en Puerto Madryn: el amanecer sobre el mar patagónico marca el comienzo de una jornada donde la fauna será protagonista. A 77 kilómetros de la ciudad se encuentra la Península Valdés, declarada Patrimonio Natural de la Humanidad en 1999, el espacio que congrega la mayor cantidad de animales marinos en esta parte de Chubut: delfines, toninas, pingüinos de Magallanes, lobos y elefantes marinos, ballenas y orcas se pueden ver en las costas de los golfos San José y Nuevo, en diferentes épocas del año. El calendario de fauna permite al visitante saber con qué ejemplares se podrá encontrar en su visita a esta región austral de la Argentina, que se renueva constantemente y en cada época del año ofrece motivos para viajar.
SUPERVIVENCIA El océano es un mundo paralelo, con todo un ecosistema por descubrir, sólo conocido a medias por quienes se atreven a bucear sus aguas. Pero a veces sus mágicos animales salen a la superficie y regalan momentos únicos, que permiten conocer desde la superficie algo más de su espectacular naturaleza.
En estos meses –cuando las ballenas están a punto de llegar y los pingüinos ya han emigrado– el punto de visita obligado es Punta Norte donde, con suerte, se asistirá a una de las demostraciones de poder más impactantes y viscerales que el reino animal tiene para ofrecer, el “varamiento intencional”. Estos varamientos consisten en una práctica de caza de las orcas, que sacan gran parte del cuerpo del agua y lo posan sobre la orilla para poder capturar a su presa: en este caso, crías de lobos marinos que nacieron en el mes de enero y comienzan apenas a meterse en el agua. Este espectáculo único en el mundo tiene lugar sólo en Península Valdés, y atrae a camarógrafos y documentalistas de todo el planeta que buscan captar las mejores imágenes de esta lucha por la supervivencia, generalmente desde mediados de febrero hasta fines de abril.
Roberto Bubas, experto en orcas y guardafaunas del Area Protegida Península Valdés, tiene su propia conjetura sobre las razones por las cuales éste es el único lugar del mundo en el que se puede ver este fenómeno: “Es un comportamiento de supervivencia que se adquirió a raíz de la gran matanza de lobos y elefantes marinos que hubo entre 1917 y 1953, para la utilización de cuero y grasa. Antes había una gran cantidad de estos animales en el mar, por lo cual las orcas no necesitaban vararse para poder cazarlos”. Sobre las costas del extremo norte de la península conviven colonias de lobos marinos con sus cachorros, presa fácil para las orcas porque no conocen aún el peligro que representa ver una aleta negra acercándose.
En nuestro viaje por la Península todo está calculado. Luego de apreciar la magnífica vista de los golfos desde la ruta y una visita a Puerto Pirámides, iremos a Punta Norte en el momento de la pleamar (las mareas varían cada seis horas y cada día tienen un horario diferente), cuando las orcas se acercan para alimentarse de los pequeños lobos. El camino para llegar a destino no tiene desperdicio. Circulamos a paso lento, para no perdernos ningún detalle, descubriendo pájaros carroñeros, aguiluchos y halcones fueguinos. Guanacos silvestres cruzan la ruta, los choiques (pequeños ñandúes) se camuflan entre las matas, mientras piches (armadillos patagónicos), maras, zorros y gatos monteses se escapan escurridizos.
MUNDO DE ORCAS Para llegar a Punta Norte se debe tomar un desvío por un camino de ripio adonde no llega ya la señal de celular, un detalle que obliga a conectarse enteramente con la naturaleza y desenchufarse por unas horas del mundo virtual. Al arribar a destino vemos a turistas y pobladores que aguardan en un mirador transformado en tribuna, para poder tener el mejor ángulo de vista del espectáculo natural. Binoculares, sillas y mates abundan entre las familias que esperan ansiosas la demostración de poder del mundo submarino.
“Las orcas son animales matriarcales que se mueven de a grupos familiares liderados por la madre y sus crías”, detalla Mary Hogg, guía turística que nos acompaña en este viaje. Si bien todas las orcas practican la técnica de varamiento durante sus primeros años de vida, sólo algunas se convierten en expertas y son las que cazan para su manada. “Quienes logran capturar a su presa luego comparten el alimento con su familia, un aspecto que demuestra la solidaridad de estos animales”, continúa Mary.
“El varamiento intencional es una técnica que no viene fijada como instinto, sino un método adquirido como aprendizaje. Durante sus primeros tres meses de vida las crías reciben instrucción por parte de las madres, aunque no todas logran aprender la técnica. En la actualidad hay veintitrés animales en el mar patagónico, de los cuales sólo ocho saben varar”, explica Roberto Bubas, quien ha investigado con profundidad a estos animales y ha interactuado e incluso “jugado” con ellos por años. Las orcas son animales de gran inteligencia, que logran implementar diferentes métodos de caza según la presa que buscan atrapar. Por ejemplo, para la captura de ballenatos empujan al animal hacia el fondo del mar para ahogarlo y volverlo vulnerable.
Durante los largos años en los que trabajó como guardafaunas de Punta Norte y de Caleta Valdés, Bubas pudo ver una gran cantidad de varamientos, que se han ido especializando a lo largo del tiempo: “El varamiento intencional es una técnica que se va perfeccionando; hay animales que logran mayor eficiencia. Antes se hacían tres capturas por cada diez varamientos, ahora hay más de cuatro. Que sea exitoso depende de tres variables de la cacería: la presencia de presas, el nivel de la marea (buena cantidad de agua) y la falta de interferencia acústica”.
Pasan las cinco de la tarde, la cantidad de gente en Punta Norte ha disminuido y los chistes sobre la impuntualidad de las orcas abundan en todas sus variantes, aportando humor a la espera. La marea baja y no hay rastros de aletas negras en el agua. Puede ser que no se haya dado uno de los tres condimentos perfectos para la caza, o que no estén hambrientas este día. Sin saber la razón exacta, los lobos pueden respirar tranquilos y hacer sus clásicas piruetas en el agua: hoy no será el día en que se convertirán en alimento para orcas.
Desde fines de septiembre hasta principios de diciembre, las orcas volverán a aparecer por las costas, pero esta vez en la zona de Caleta Valdés, donde cazarán crías de elefantes marinos. “Allí les resulta más fácil gracias a las costas con buena pendiente, donde la orca tiene menos riesgo de quedar encallada. También la mayor lentitud de los elefantes marinos, con menor instinto del peligro, los convierte en presas fáciles”, resume Bubas.
INTERACCIóN CON LOBOS Ya de vuelta en Puerto Madryn, comienza un día nuevo con el mar como protagonista de experiencias inolvidables. Desde el momento en que llegamos a la ciudad no faltaron comentarios sobre la increíble aventura que sería hacer snorkeling con lobos marinos, animales amigables con el hombre, que se divierten, buscan y juegan con el ser humano que los visita en su territorio marino.
“Es un acontecimiento único de interacción con el animal en su hábitat, algo que los vuelve impredecibles. Todo el que tiene esta experiencia se va sorprendido como un niño”, son los comentarios de los madrynenses que escuchan sobre nuestra próxima aventura. Y hacia allá vamos, una fresca mañana de otoño, a conocer a estos animales en un lugar tranquilo para ellos: Punta Loma, a 17 kilómetros de Madryn, lejos de las amenazas de orcas predadoras.
Luego de un viaje de veinte minutos en lancha y una breve explicación sobre cómo respirar y moverse con el equipo de snorkel, llegamos a la reserva de lobos. Muchos ejemplares marrones yacen acostados sobre la orilla, mientras los más pequeños, de un color más oscuro, se muestran más juguetones y se deslizan de un lado al otro del agua.
Una vez sumergida en el mar, envuelta en el traje de neoprene y calzada con patas de rana que aún no puedo controlar, me olvido del frío, de la incomodidad y del miedo, y me entrego a esta experiencia de contacto puro con la naturaleza. De a poco los lobos comienzan a acercarse, con sus grandes ojos observándolo todo, pasan por al lado, por abajo, haciendo piruetas y girando en su eje. Me animo a estirar la mano y tocar sus tersos lomos. Son cuarenta minutos que pasan como un segundo, cuarenta minutos durante los cuales sigo a estos animales, nado con ellos, me río y me vuelvo a sentir libre como testigo de la simplicidad y destreza de estos acróbatas del mar.
EQUILIBRIO EN EL MAR El Stand Up Yoga, también llamado Yoga SUP, comenzó a realizarse hace más de un año en Puerto Madryn, primer destino turístico argentino en ofrecer esta nueva modalidad, que consiste en practicar la milenaria meditación oriental sobre una tabla de Stand Up (longboard, similar a una tabla de surf pero más larga), que capta cada vez más adeptos en el mundo entero.
La calma del mar protegido por la bahía lo convierte en un escenario ideal para la práctica de este deporte. Con la temperatura de una tarde otoñal, fue necesario un traje de neoprene para poder ingresar al agua. Era mi primera clase de yoga, y la primera vez que subía a una tabla de Stand Up, por lo tanto representaba un doble desafío. Con los pies derechos en el centro de la tabla y el cuerpo erguido, tomé el remo y comencé a adentrarme en la inmensidad del mar. Mi concentración estaba puesta en el equilibrio ya que no tenía la menor intención de caer en las frías aguas del Golfo Nuevo.
Luego de remar por un tiempo, entrar en calor y adquirir confianza con la tabla, nos acercamos a la boya designada en medio del mar para empezar la clase de yoga propiamente dicha. Verónica, profesora de Napraclub, que me guía en esta aventura, comenta que esta manera de hacer yoga tiene dos beneficios que atraen a gente de todo el mundo: “Por un lado, estar en un ambiente natural, donde es más fácil abstraerse y enfocarse únicamente en la actividad; por otro, la necesidad de un mayor equilibrio para mantenerse sobre la tabla mejora la postura para realizar los ejercicios”.
Movimientos suaves y poses fáciles sirvieron para que no cayera al agua y pudiera disfrutar del manto azul que me rodeaba, sintiéndome minúscula en esa inmensidad. El frío se olvida, como también la falta de coordinación natural, cuando un pingüino perdido nada cerca de la tabla o cuando hacemos el saludo al sol con el cálido atardecer en nuestras caras. Con el sonido del agua chocando contra la tabla, respiro profundo y percibo la armonía total del cuerpo y la mente. Y en ese momento de comunión con la naturaleza, advierto que he sido conquistada por la inmensidad de la Patagonia y su horizonte permanente.
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