turismo

Domingo, 29 de junio de 2014

BRASIL. SAN PABLO, PRóXIMA CITA MUNDIAL

Megalópolis tropical

El martes 1º de julio la Selección Argentina jugará contra Suiza en el estadio Arena Corinthians de la capital paulista, el centro financiero de América latina. Para antes y después del partido, los atractivos de la vanguardista y glamorosa “Sampa”, con sus museos de arte y “pulmones verdes”.

 Por Julián Varsavsky

Sobrevolamos San Pablo en la noche y tras la ventanilla del avión un mar de lucecitas rutilantes se extiende a los cuatro costados hasta el infinito, alumbrando los sueños de los 20 millones de habitantes de este universo ultramoderno, la gran megalópolis sudamericana.

Al traspasar la puerta del aeropuerto recibimos de lleno el abrazo del trópico: una vegetación exuberante con aroma a “verde” nos envuelve, precediendo una sucesión de edificios alineados uno tras otro por kilómetros de “selva” de concreto.

La palabra que mejor define a San Pablo es vastedad. Aquí todo está construido a megaescala: autopistas, puentes, sus tres aeropuertos, los bancos y los hoteles. A los ojos del recién llegado todo parece una desproporción comparado con las medidas de lo urbano en otros países: ésta parece una ciudad a la medida de los dioses posmodernos.

Los edificios son altos pero en muchos casos también muy anchos. Las avenidas siguen el mismo patrón de amplitud, necesario para albergar en las horas pico a millones de oficinistas. Las publicidades ocupan cada espacio libre de pared y fachadas completas de edificios. El metro es un submundo aparte que se ramifica como un pulpo de canales comunicantes, que alivian apenas el tráfico de la superficie.

San Pablo tiene algunos números que asustan: 53 centros comerciales, 15.000 restaurantes, 164 teatros, 125 museos, 410 hoteles y 1592 favelas, algunas de ellas kilométricas, que se ven desde las autopistas hasta más allá de la línea del horizonte.

La radiografía urbana mirada a trasluz muestra una cuadrícula perfecta casi sin edificios históricos, donde el progreso tecnológico y la arquitectura de vanguardia borraron las huellas del pasado, mientras se vive en un presente continuo que es el signo vertiginoso de la posmodernidad brasileña, multiplicada ahora por la euforia del Mundial de Fútbol.

La selva de edificios de San Pablo, una de las capitales de negocios de América latina.

POR LA CIUDAD San Pablo es el destino más visitado del país, no tanto por sus atractivos turísticos sino porque allí se va a hacer grandes negocios. Por eso la ciudad es lujosa en extremo y la capital de la moda en Brasil.

Nos alojamos en el barrio Jardins, cerca del “cuadrilátero dorado” que forman las calles Oscar Freire, Bela Cintra, Augusta y Al Tietê. Es el barrio fashion de la ciudad, con un ambiente a Quinta Avenida neoyorquina, algo más colorido y tropical.

Salgo a caminar por una de las avenidas más lujosas del mundo –la Oscar Freire–, donde en una misma vereda están las vidrieras de Bulgari, Dior, Armani y Versace. En la de enfrente relucen las tiendas Roberto Cavalli, Tiffany y Stern. La sucesión de vidrieras que parecen instalaciones artísticas le otorga a la calle un aura de gran galería de arte a cielo abierto, aunque se trate apenas de tiendas de ropa.

La moda brilla adentro y afuera de los negocios: por la calle desfilan modelos femeninos como por una pasarela, con sus carteras y bolsas de compras formando grupos de amigas al estilo desafiante de las de Sex & the City.

La elegancia y la voluptuosidad de la mujer paulista resultan en una combinación llamativa. Hablan alto, con cierto tono altanero que no pierde sin embargo la dulzura y –que se sepa– nunca le bajan la mirada a nadie. Los fashion designers más top de Brasil tienen su tienda en Jardins. Me detengo frente a la vidriera de Agua de Coco, una refinada marca de ropa de playa para ambos sexos. Allí dos mujeres debaten muy concentradas si ciertas bikinis son demasiado pequeñas o más bien algo puritanas. Les miro su alto porte, los afilados rasgos de la cara, la piel de porcelana y el largo pelo ondulado: me convenzo de que son las hermanas o acaso las primas de la súper modelo Gisele Bündchen.

De la tienda sale otra amiga sumándose al debate que ella ya saldó –trae una bolsa con su nueva bikini– y es difícil no mirarla: descubro que Naomi Campbell tiene una gemela que habla perfecto portugués. Me juego y les pregunto cuál es para ellas la mejor discoteca en Sampa. Las tres coinciden amablemente: “D.Edge... hoje a noite vamos lá”.

Por la noche, tarde, me doy una vuelta por D.Edge, que es algo así como una nave espacial bailable, con pistas rodeadas de paredes que son pantallas LED gigantes, líneas de luz marcadas en techos y paredes, y hasta una terraza para tomar aire. Las tres paulistas nunca aparecieron.

Vista del Museo de Arte Moderno de San Pablo (MASP), imperdible para amantes del arte.

ARTE Y PULMONES VERDES Una mañana la dedicamos al Museo de Arte de San Pablo (MASP), un vanguardista edificio sostenido por columnas rojas en la céntrica avenida Paulista. El MASP es un símbolo arquitectónico de la ciudad y tiene una colección de 5500 obras –la mayoría pinturas y esculturas europeas de los siglos XIV al XX– y también varias firmas universales como Bellini, Tiziano y Velázquez. Entre las obras más antiguas está la Virgen y Niño (1340), de Bernardo Daddi, de la tradición gótica de Siena. Entre los cuadros renacentistas se exhiben el San Jerónimo, de Mantenga, y Virgen y Niño, de Rafael.

La muestra francesa del MASP abarca desde los comienzos del impresionismo, con Manet, hasta los bronces y pinturas de Degas y obras de Renoir, Monet y Toulouse-Lautrec. También están las obras del postimpresionista Cézanne –quien abrió las puertas al arte abstracto–, así como de Matisse y Chagall. La colección incluye Retrato de señora y El Atleta, de Picasso, y El Escolar, de Van Gogh.

La escuela española está representada por varios grandes maestros: de El Greco se expone La anunciación (1605); de Velázquez, el espléndido Conde Duque de Olivares (1624), y de Goya, Cardenal Borbón y Vallebringa (1800). La obra brasileña más importante es Retirantes, de Portinari.

Por la tarde vamos a respirar un poco de verde en el Parque Ibirapuera, donde el arquitecto modernista Oscar Niemeyer hizo una de sus últimas travesuras: un auditorio musical inaugurado en 2005 que es un blanco trapecio acostado, en cuya entrada se eleva un techo rojo con forma de rayo.

Cada vez que salgo a caminar por la ciudad miro cada tanto al cielo y veo pasar un helicóptero (nunca un pájaro). Porque miles de personas por día van volando al trabajo, al colegio, a la playa y a cenar en restaurantes con helipuerto en la terraza. Hay aquí más de 600 helicópteros privados –sólo Nueva York tiene más– y si uno pide un taxi aéreo por teléfono, a los 15 minutos lo tendrá flotando sobre su cabeza. Así de sofisticada es Sampa.

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La medular avenida Paulista es el eje del microcentro urbano y el movimiento incesante.
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