Dom 02.11.2003
turismo

NEUQUEN LA TEMPORADA DE PESCA EN ALUMINé

Cuando la mosca es trucha...

El próximo 15 de noviembre comienza en Neuquén la temporada de pesca 2003/4. En los alrededores del poblado de Aluminé, un entramado de ríos y lagos conforman uno de los mejores destinos de pesca con “mosca” de truchas en el país.

Por J. V.

Hace justo un siglo, el Perito Francisco Moreno sugirió “sembrar” truchas en la Patagonia para poblar sus ríos y lagos. Estos salmónidos –que se traían en barco desde el hemisferio norte y luego en carreta desde Buenos Aires– se adaptaron rápidamente a la región, pasando a formar parte del equilibrio del ecosistema. Hoy en día la trucha es el pez más buscado por los pescadores deportivos de todo el mundo, y la Patagonia argentina es una de las “mecas” de esta disciplina.
En la región patagónica, el entramado de ríos y lagos que rodea el pueblo de Aluminé –ubicado en el centro-oeste de Neuquén– está considerado como una de las mejores zonas del país para la pesca de truchas con mosca. Aluminé es todavía un típico poblado de la cordillera, con todas sus calles de tierra y una tranquilidad pueblerina que se ha ido perdiendo en otros destinos turísticos de la Patagonia. Por eso es ideal para el pescador mosquero –como se denomina a los cultores de esta modalidad– que se caracteriza por buscar ambientes desolados con pequeños ríos y arroyos, y en menor medida lagos. Generalmente el “mosquero” es un pescador con una alta conciencia ecológica que devuelve todas las piezas al agua y disfruta pescando en medio de paisajes solitarios y de ensueño, en compañía de dos o tres amigos a lo sumo.
La “mosca” es un anzuelo camuflado con unas plumas, pelos y materiales sintéticos con forma de insectos o peces que integran la dieta de las truchas. La caña –de grafito– es relativamente corta, muy flexible y liviana. Durante el lanzamiento, el pescador comienza a moverla de un lado al otro con una sola mano, cada vez más rápido, como dando latigazos. La caña se arquea al máximo, y cuando se suelta el reel con el swing final, la ..mosca.. vuela a toda velocidad hasta el centro del río. Los lanzamientos no son al azar sino que tienen una dirección muy definida y concreta. En cierta medida se hace tiro al blanco con la caña, lo cual requiere de una afinada destreza. Pero tampoco es cuestión de sentarse a esperar novedades. Por el contrario, hay que ir recogiendo de a poco el hilo con el reel para que la “mosca” simule estar nadando a poca profundidad y tiente las mandíbulas del pez. Cuando se siente el tirón de un pique, el pescador debe dar un cañazo rápido para que se clave el anzuelo –que no debe llevar rebarba para poder extraerlo sin lastimar mucho al pez–. Con la caña bien levantada se comienza a recoger el reel y se da inicio a una especie de combate que puede durar entre diez minutos y media hora si el ejemplar es muy grande. Además, se pesca vadeando los ríos con el agua hasta la cintura o las rodillas.

SECRETOS DEL PIQUE Cuando un pescador con mosca llega a un lugar que no conoce, necesita contratar un guía de pesca. Para dar con las truchas hace falta un bagaje de conocimientos de la zona y del comportamiento de los peces que lleva años de aprendizaje. Esta virtual semiología pesquera permite interpretar los signos e indicios que se leen en el ambiente. Por ejemplo, en tiempos de luna llena las truchas permanecen aletargadas durante el día –inapetentes– ya que la luz nocturna les permite alimentarse de noche. Inevitablemente habrá menos pique y lo recomendable es usar moscas imitadoras de insectos. Los días de mucho viento los insectos desaparecen de la superficie del agua, y las truchas se van al fondo del curso del río. Entonces lo recomendable es usar un señuelo streamer.
Los guías son verdaderos estudiosos de la situación y están a la búsqueda constante de los mejores lugares. Miran la luna, calculan el viento y miden la temperatura del agua. Cuando las aguas están muy frías o muy calientes, la trucha está más quieta y cuesta mucho pescarla. El lugar natural donde se ubican las truchas es justo debajo de la corriente, detrás de una piedra o un tronco, para que la comida les llegue sola, sin tener que nadar en contra del curso del agua.

EN BALSA En el río Aluminé también se utiliza la pesca embarcada con balsas inflables sin motor, como las de rafting. Esto permite un desplazamiento más cómodo y relajado, y si bien la cantidad de piezas que suelen picar es la misma que lo hace desde tierra, como contrapartida pueden surgir ejemplares de mayor tamaño. En Aluminé existen varios guías que ofrecen este servicio. Las excursiones de pesca parten alrededor de las 9 de la mañana y se extienden hasta cerca de las 8 de la noche. Los resultados dependen de factores como las condiciones ambientales, la suerte, la técnica y la tecnología. Durante un buen día –cuando se combinan los cuatro factores– pueden pescarse hasta un centenar de ejemplares (todos se deben devolver al agua sin excepción). Y en un mal día saldrán unos quince. El porte máximo de una trucha en la zona de Aluminé es de 5 kilogramos, y el promedio es de un kilo. El precio de una excursión embarcada para dos personas oscila entre los 200 y los 300 pesos, a pagar entre los dos. Esto incluye el servicio de guía especializado, una balsa de doble proa y un asado con bebidas. Los equipos de pesca no están incluidos –salvo alguna mosca especial– y si la excursión es por medio día cuesta la mitad. En la Subsecretaría de Turismo Municipal se ofrece la lista completa de guías de pesca.

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