CIUDAD DE BUENOS AIRES EL MUSEO DE ARTE LATINOAMERICANO (MALBA)
En el verano porteño, un recorrido por la colección de arte plástico latinoamericano que alberga el Malba en su moderno edificio de la avenida Figueroa Alcorta. Obras de Diego Rivera, Xul Solar, Guillermo Kuitca y Frida Kahlo, entre otros maestros del siglo XX. La muestra temporaria Monstruos y los bestiarios creados por Antonio Berni y Jorge de la Vega.
› Por Julián Varsavsky
Ubicado en el corazón de Palermo Chico, el Malba exhibe una de las colecciones
más importantes que existen sobre arte latinoamericano, con más
de 200 obras que abarcan todo el siglo XX y alrededor de 60 artistas como Diego
Rivera, Frida Kahlo, Xul Solar, Guillermo Kuitca y Cándido Portinari.
La deslumbrante colección pertenece a la Fundación Costantini.
Está claro que una colección se evalúa por su totalidad,
pero es inevitable que muchas personas entren ansiosas por ver la obra cumbre
del Malba: el Autorretrato con chango y loro de Frida Kahlo. Así como
la mayoría de los visitantes del Louvre deambulan buscando a La Gioconda,
algo similar sucede en el Malba con este cuadro, célebre tanto por su
valor artístico como por el económico (Eduardo Costantini lo adquirió
por 3.200.000 dólares, el precio más alto pagado por una obra
latinoamericana).
La colección propone un recorrido muy representativo de lo mejor del
arte moderno producido en la Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba,
Chile, Ecuador, México, Uruguay y Venezuela.
Al ingresar al luminoso vestíbulo con techos y paredes de vidrio el primer
impacto lo marca un gran políptico en blanco y negro del argentino Jorge
de la Vega. Y en el primer piso están las tres obras emblemáticas
del museo: el Autorretrato... de Frida Kahlo, Abaporu de Do Amaral y Manifestación
de Antonio Berni, uno de los cuadros más famosos del gran pintor argentino.
La colección permanente. La
recorrida por la Colección Costantini se inicia con las pinturas de los
años ‘20, representadas por Pedro Figari, Xul Solar, Joaquín
Torres-García y Tarsila Do Amaral. Un segundo núcleo temático
lo ofrecen las salas de las décadas del 30 y el 40, años en que
se afirma el eje arte/política que abarca desde el surrealismo y el muralismo
mexicano hasta pintores como Berni y Cándido Portinari. Los salones que
agrupan parte de los años ‘40 y la década del 50 están
dedicados a las propuestas constructivistas, concretas y abstractas que tuvieron
en ese tiempo a Buenos Aires como uno de sus centros más activos, alrededor
del Grupo Madi y la Asociación Arte Concreto-Invención y Perceptismo.
El lapso de los ‘60 y los ‘70 está entre las etapas mejor
representadas de la colección, abarcando la Nueva Figuración,
el arte pop y el minimalismo. Los ‘60 marcan el fin del arte moderno y
la aparición del contemporáneo, signado por la creación
de bricolages, la utilización de videos en las obras plásticas,
las ambientaciones con objetos cotidianos y obras diseñadas para ser
recorridas que estimulan experiencias sensoriales. Entre las más llamativas
de este tipo están las obras cinéticas del mendocino Julio Le
Parc.
El bestiario de Berni y De la Vega.
Si bien la colección permanente justifica por sí sola un atento
recorrido por el Malba, durante todo el mes de enero, los visitantes podrán
admirar la excepcional muestra temporaria Monstruos con obras de Antonio Berni
y Jorge de la Vega. Los dos artistas –rosarino Berni y porteño
De la Vega– iniciaron de manera casi simultánea en 1962 su trabajo
con materiales en desuso para crear un bestiario de seres fantásticos.
En el caso de Berni, se trata de un conjunto de obras que dan cuenta de las
pesadillas diurnas y nocturnas de Ramona Montiel. En 1965 Berni presentó
estas “nuevas esculturas” en el Instituto Di Tella –las mismas
que hoy se exhiben en el Malba–, construidas con piezas de motores, biromes,
partes de lavarropas, cajones de fruta, pilas, pelucas, tapitas de coca–cola,
ramas y raíces. Claramente, obras como El pájaro amenazador, El
gusano triunfador y La voracidad remiten desde la composición de sus
elementos de desecho a los restos industriales de la sociedad de consumo. De
esa forma reflejan las consecuencias del modelo económico desarrollista
de la década del sesenta y su proceso de industrialización. En
el caso de De la Vega, su bestiario no es un collage industrial sino otro que
remite a objetos de la infancia: calcomanías, medallas religiosas, monedas
viejas, piezas de rompecabezas, discos, mapas, revistas escolares, figuritas,
muñequitos, manteles y espejos que hablan de un mundo privado y doméstico.
En las obras se rastrea el modelo de consumo familiar de la clase media urbana
y el modelo educativo primario, con la maestra argentina como mito fundacional.
Se trata de monstruos contemporáneos con formas felinas, de ovejas y
de elefantes mezcladas con hombres, dando resultados tales como la Esquizobestia.
La muestra sobre los monstruos –compartida con Berni– es en verdad
parte de una exposición temporal más extensa que abarca alrededor
de 100 obras de Jorge de la Vega, ocupando todo el segundo nivel del museo.
Aquí se exhiben un conjunto de pinturas y obras sobre papel que muestran
la relación del artista con el pop y la cultura psicodélica, además
de obras de otros períodos del artista. Esto lo sintetiza De la Vega
en su Rompecabezas, un conjunto de paneles pintados en blanco y negro que solía
presentar en conjunto con un show musical donde el mismo pintor cantaba sus
canciones en compañía de Marikena Monti, Nacha Guevara y Jorge
Schussheim.
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