Dom 04.01.2004
turismo

CIUDAD DE BUENOS AIRES EL MUSEO DE ARTE LATINOAMERICANO (MALBA)

Monstruos latinos

En el verano porteño, un recorrido por la colección de arte plástico latinoamericano que alberga el Malba en su moderno edificio de la avenida Figueroa Alcorta. Obras de Diego Rivera, Xul Solar, Guillermo Kuitca y Frida Kahlo, entre otros maestros del siglo XX. La muestra temporaria Monstruos y los bestiarios creados por Antonio Berni y Jorge de la Vega.

› Por Julián Varsavsky

Ubicado en el corazón de Palermo Chico, el Malba exhibe una de las colecciones más importantes que existen sobre arte latinoamericano, con más de 200 obras que abarcan todo el siglo XX y alrededor de 60 artistas como Diego Rivera, Frida Kahlo, Xul Solar, Guillermo Kuitca y Cándido Portinari. La deslumbrante colección pertenece a la Fundación Costantini.
Está claro que una colección se evalúa por su totalidad, pero es inevitable que muchas personas entren ansiosas por ver la obra cumbre del Malba: el Autorretrato con chango y loro de Frida Kahlo. Así como la mayoría de los visitantes del Louvre deambulan buscando a La Gioconda, algo similar sucede en el Malba con este cuadro, célebre tanto por su valor artístico como por el económico (Eduardo Costantini lo adquirió por 3.200.000 dólares, el precio más alto pagado por una obra latinoamericana).
La colección propone un recorrido muy representativo de lo mejor del arte moderno producido en la Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, México, Uruguay y Venezuela.
Al ingresar al luminoso vestíbulo con techos y paredes de vidrio el primer impacto lo marca un gran políptico en blanco y negro del argentino Jorge de la Vega. Y en el primer piso están las tres obras emblemáticas del museo: el Autorretrato... de Frida Kahlo, Abaporu de Do Amaral y Manifestación de Antonio Berni, uno de los cuadros más famosos del gran pintor argentino.

La colección permanente. La recorrida por la Colección Costantini se inicia con las pinturas de los años ‘20, representadas por Pedro Figari, Xul Solar, Joaquín Torres-García y Tarsila Do Amaral. Un segundo núcleo temático lo ofrecen las salas de las décadas del 30 y el 40, años en que se afirma el eje arte/política que abarca desde el surrealismo y el muralismo mexicano hasta pintores como Berni y Cándido Portinari. Los salones que agrupan parte de los años ‘40 y la década del 50 están dedicados a las propuestas constructivistas, concretas y abstractas que tuvieron en ese tiempo a Buenos Aires como uno de sus centros más activos, alrededor del Grupo Madi y la Asociación Arte Concreto-Invención y Perceptismo.
El lapso de los ‘60 y los ‘70 está entre las etapas mejor representadas de la colección, abarcando la Nueva Figuración, el arte pop y el minimalismo. Los ‘60 marcan el fin del arte moderno y la aparición del contemporáneo, signado por la creación de bricolages, la utilización de videos en las obras plásticas, las ambientaciones con objetos cotidianos y obras diseñadas para ser recorridas que estimulan experiencias sensoriales. Entre las más llamativas de este tipo están las obras cinéticas del mendocino Julio Le Parc.

El bestiario de Berni y De la Vega. Si bien la colección permanente justifica por sí sola un atento recorrido por el Malba, durante todo el mes de enero, los visitantes podrán admirar la excepcional muestra temporaria Monstruos con obras de Antonio Berni y Jorge de la Vega. Los dos artistas –rosarino Berni y porteño De la Vega– iniciaron de manera casi simultánea en 1962 su trabajo con materiales en desuso para crear un bestiario de seres fantásticos. En el caso de Berni, se trata de un conjunto de obras que dan cuenta de las pesadillas diurnas y nocturnas de Ramona Montiel. En 1965 Berni presentó estas “nuevas esculturas” en el Instituto Di Tella –las mismas que hoy se exhiben en el Malba–, construidas con piezas de motores, biromes, partes de lavarropas, cajones de fruta, pilas, pelucas, tapitas de coca–cola, ramas y raíces. Claramente, obras como El pájaro amenazador, El gusano triunfador y La voracidad remiten desde la composición de sus elementos de desecho a los restos industriales de la sociedad de consumo. De esa forma reflejan las consecuencias del modelo económico desarrollista de la década del sesenta y su proceso de industrialización. En el caso de De la Vega, su bestiario no es un collage industrial sino otro que remite a objetos de la infancia: calcomanías, medallas religiosas, monedas viejas, piezas de rompecabezas, discos, mapas, revistas escolares, figuritas, muñequitos, manteles y espejos que hablan de un mundo privado y doméstico. En las obras se rastrea el modelo de consumo familiar de la clase media urbana y el modelo educativo primario, con la maestra argentina como mito fundacional. Se trata de monstruos contemporáneos con formas felinas, de ovejas y de elefantes mezcladas con hombres, dando resultados tales como la Esquizobestia.
La muestra sobre los monstruos –compartida con Berni– es en verdad parte de una exposición temporal más extensa que abarca alrededor de 100 obras de Jorge de la Vega, ocupando todo el segundo nivel del museo. Aquí se exhiben un conjunto de pinturas y obras sobre papel que muestran la relación del artista con el pop y la cultura psicodélica, además de obras de otros períodos del artista. Esto lo sintetiza De la Vega en su Rompecabezas, un conjunto de paneles pintados en blanco y negro que solía presentar en conjunto con un show musical donde el mismo pintor cantaba sus canciones en compañía de Marikena Monti, Nacha Guevara y Jorge Schussheim.

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