Domingo, 22 de febrero de 2004 | Hoy
MISIONES ECOTURISMO EN EL EXTREMO NOROESTE
En lo profundo de la selva misionera -.a 20 kilómetros de Brasil y cerca del poblado de Andresito-., una estadía en las confortables cabañas de un establecimiento rural y en pleno contacto con la naturaleza. La singular experiencia de un viaje a una zona de fronteras donde los límites culturales entre los países son difusos.
Por Julián Varsavsky
Andresito es un alejado pueblo de frontera ubicado en el extremo
noroeste de la provincia de Misiones, a 20 kilómetros de Brasil y 90
del Paraguay. Fundado en los confines de la Argentina, surgió de un plan
de “colonización” impulsado en 1980 por la dictadura militar
con el fin de “contrarrestar” la influencia brasilera en nuestro
territorio. Pero el proyecto de ceder tierras fiscales con ese objetivo –en
su mayoría a personas de origen europeo– se concretó a medias,
ya que Andresito y sus alrededores terminaron siendo una de esas extrañas
zonas de transición donde las fronteras culturales son más difusas
que las arbitrarias líneas trazadas en los mapas políticos. Si
bien es innegable que estamos en Argentina, la influencia cultural brasilera
gaúcha se refleja claramente en las costumbres culinarias, en el estilo
de viviendas de madera, en el modo de cultivar y hasta en el lenguaje, ya que
algunos de los argentinos y descendientes de europeos invitados a colonizar
estas tierras adoptaron el portugués como su lengua más usual.
Pero esto no debería sorprender a nadie, ya que la mayoría de
los medios televisivos y radiales que llegan al lugar emiten sus programas en
portugués. Además, cierta influencia guaraní tiene un peso
nada desdeñable.
La colonia Andresito vive básicamente de la producción de yerba,
ganado, tabaco y la explotación forestal. Pero en los últimos
años comenzó a desarrollarse también una incipiente actividad
turística, orientada a un auténtico ecoturismo, cuyo emblema principal
es el Establecimiento Rural San Sebastián, ubicado en medio de la selva,
a 23 kilómetros del pueblo.
Don Camilo misionero.
Desde Andresito, llegamos a San Sebastián por un polvoriento
camino de tierra misionera que abre un tajo rojo en la selva, a bordo de un
precario colectivo que nos sumerge de lleno en un mundo extraño. Los
pasajeros son de muy pocas palabras y nos miran algo sorprendidos, aunque se
vuelven muy amistosos cuando uno les busca conversación (no hay problemas
de seguridad en la zona). En su mayoría son argentinos criollos y brasileros,
y en menor medida se ven unos contrastantes cabellos rubios y ojos verdes que
delatan un evidente origen europeo. Casi la mitad habla en portugués
y el resto en español. En su mayoría son chacareros que descienden
en medio de la nada para perderse por un sendero en la selva.
En la entrada del establecimiento San Sebastián, nos está esperando
su dueño en un jeep modelo 1944. Se llama Don Camilo y tiene 70 años
muy bien disimulados por el innegable poder rejuvenecedor de la vida activa
en la selva. Hace tres años, decidió agregar la actividad turística
a sus faenas de cuidar doscientas cabezas de ganado dispersas en un predio de
184 hectáreas. No tiene empleados –aunque lo ayudan su esposa brasilera
María, su hija y un nieto–, y disfruta como un niño el arribo
de los huéspedes. De hecho, asegura que se lanzó a esta actividad
impulsado más por el deseo de socializar que por el mero negocio. Y al
verlo interactuar con la gente la afirmación suena creíble. Además,
no se debe olvidar que San Sebastián está ubicado realmente en
medio de la selva y las pocas visitas lugareñas que llegan hasta allí
son siempre las mismas. Como una rareza, a la hora de la cena nos acompañó
un cura católico amigo de la familia que habita en la zona, cuya particularidad
es su inesperada procedencia de Timor Oriental, en el archipiélago de
Indonesia.
Nuestro anfitrión es un claro exponente de los habitantes de este espacio
de transición entre la Argentina y Brasil. Es argentino nacido en la
zona –aunque hijo de brasileros–, pero habla en portugués
y poco en español. Cuando decidió incorporar el turismo a su establecimiento,
comenzó a construir con sus propias manos ocho habitaciones y dos cabañas
totalmente de madera.
Cabañas selváticas.
La más idílica de las cabañas es una que el ingenioso Camilo
levantó en una islita en el centro de un pequeño lago artificial.
El romántico medio de transporte para cruzar los siete metros que separanla
cabaña de la costa es una balsa de madera que el propio navegante impulsa,
tirando suavemente de un alambre atado a las dos costas. En la cabaña
la decoración es muy sencilla. Una cama doble, una mesita, un porche
con una hamaca paraguaya, una cocina y un pequeño baño con una
ducha (quien desee agua caliente –innecesaria casi todo el año–
puede bañarse en la hostería). El alquiler de la cabaña
cuesta $ 50 por día. Frente a la isla –en medio de un bosque de
altísimos árboles– se levanta otra cabaña de troncos
con techo a dos aguas. Está equipada con cocina y su capacidad es para
cuatro personas, una pareja en cada piso. El alquiler cuesta $ 50 y se cobra
$ 10 por cada comida completa, de manera opcional. Además se ofrece servicio
de camping, con baño y agua caliente ($ 10 por carpa). En el edificio
central del establecimiento hay 8 espaciosas habitaciones dobles y cuádruples
que se ofrecen al precio de $ 55 por persona, con pensión completa. Las
siete habitaciones del piso superior tienen dos baños a compartir entre
todas, aunque en los hechos es raro que eso ocurra ya que casi nunca hay tantos
huéspedes al mismo tiempo. La hostería incluye un gran quincho
abierto a la naturaleza, decorado con unas enormes sillas y mesas de madera
que el mismo Camilo fabrica con una talentosa técnica artesanal. Allí
se come y además hay un televisor con videocasetera para aquellos que
deseen traer sus propias películas. Don Camilo siempre se ocupa de recordar
que todo aquello que construye lo hace con madera de árboles caídos
por las tormentas, y no talados.
Juegos, pesca
y aventuras. San Sebastián de la Selva es ideal para ir con chicos, quienes
disfrutan a sus anchas de los espacios verdes donde corretean y se bañan
en un seguro lago artificial. El gigantesco “patio de juegos natural”
del que disponen está a la sombra de numerosos árboles autóctonos
de gran altura como el anchico, la cañafístola y el guayubira.
Una de las actividades más populares entre los huéspedes es la
pesca en las lagunas artificiales sembradas con incontables pacues, carpas,
tilapias y tarariras. Cada persona debe traer su propia caña y se utiliza
el sistema conocido como “pesque y pague”. Esto significa que el
pescador debe pagar $ 4 por cada kilo de pescado obtenido, aunque también
tiene la alternativa de regresar los peces vivos al agua y no pagar nada. El
resultado de la pesca se puede utilizar luego para la cena.
San Sebastián también ofrece cabalgatas por la selva ($ 5 la hora),
paseos en sulky ($ 10 la hora) y recorridos en el jeep modelo 1944 por un circuito
especialmente preparado para travesías con vehículos 4x4. Además
hay un sendero de trekking que atraviesa una selva en galería “decorada”
con orquídeas multicolores.
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