Domingo, 27 de junio de 2004 | Hoy
SAN LUIS VILLA ELENA Y AGUAS BUENAS
El silencio y la placidez caracterizan a Villa Elena, un pueblo situado a 18 kilómetros de Merlo que se extiende al pie de la Sierra de los Comechingones. Y entre coloridas piedras, una caminata por senderos serranos hasta el puesto de Aguas Buenas.
SUBIENDO LA CUESTA Desde el mollal
de la sierra en el faldeo, a unos mil metros sobre el nivel del mar, las moras
y zarzamoras rodean el camino que lleva a la cascada Esmeralda, el Cerro Chico
y el Chorro Grande, lugares a los que se puede acceder caminando. En el trayecto,
el turista descubrirá minerales, piedra laja, cortaderas, molles y tabaquillos,
únicos árboles de la montaña pegados a los arroyos.
El avistaje de cóndores sobrevolando la sierra es un espectáculo
imperdible. Las alas de las hembras, que aletean con seductora cadencia, exhiben
tonalidades más claras. Los machos cuidan el territorio y ellas consiguen
el alimento. Siempre vuelan en pareja. Y como en un extraño y trágico
ritual, dicen que cuando la hembra muere, el macho se suicida, elevándose
a más de 800 metros. Desde esa altura se derrumba y cae como un acróbata
sin control.
CAMINO AL SUR Por la Ruta Provincial
1 pasando el río Seco, a unos 28 kilómetros de la Villa de Merlo,
un cartel indica cómo llegar a Aguas Buenas. En el trayecto –unos
3 kilómetros por camino de tierra– se bordea un arroyo que invita
a una caminata entre pequeñas piedras de colores azul berilo y verde
florita hasta el Salto de la Guinda y el “lavadero”, un lugar donde
antiguamente se limpiaban las piedras entre cascadas y ollas.
En Aguas Buenas, los álamos, de cara a las sierras, custodian las casas
del viento. Allí se puede disfrutar de la inmensidad del paisaje serrano
entre caballos, sulkys, sauces, puestos de cabras, minas de fluorita y cuarzo.
Incluso cruzarse algún cumbreño con su tropa de mulas en medio
de una tarde apacible.
Para los lugareños, lo que no se olvida es lo que nunca muere. Y según
el relato de Sergio Martino, nuestro guía, el encuentro reciente de varios
restos óseos pertenecientes a la comunidad Comechingón en el río
Seco da cuenta de este sitio como antigua zona de traslado de prisioneros durante
el invierno, y de matanza en otras épocas del año. El joven lamenta
la falta de recursos para continuar los relevamientos antropológicos,
al tiempo que se pregunta e imagina qué sucede con la identidad de los
pueblos cuando se abandona su memoria.
De ahí en más la excursión llega hasta el límite
con la provincia de Córdoba, pasando por La Quinta, un lugar donde abundan
los nogales, y una mina de uranio abandonada. El atardecer se convierte en uno
de los momentos más placenteros del día cuando el sol cubre las
sierras espejadas en un rojo intenso. Los rayos comienzan a ocultarse, y en
segundos la tonalidad de las altas cumbres pasa del rojo al verde, que se esparce
rápidamente como una gran alfombra, y define un claro contraste con el
azul del cielo.
Informe: María Amalia García.
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