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Por Daniela Chueke

El sol está siempre presente en Catamarca. Quizás es por eso que todo, desde las sierras, las casas, las callecitas y los rostros de la gente, parece lucir un tinte entre dorado y rojizo. Esta provincia del NOA, bastante olvidada en la agenda turística de los argentinos, es una opción que, llegando las vacaciones de invierno, merece ser considerada con atención. Por varias razones. Una de ellas es la celebración, entre el 16 el 25 de julio de la trigésimo cuarta edición de la Feria Nacional del Poncho en San Fernando del Valle de Catamarca, la capital de la provincia. Se trata de una de las mayores fiestas de los catamarqueños y este invierno, según esperan los promotores del turismo provincial, será una de las principales atracciones de la temporada.
El festejo, que desde hace cinco años se realiza en el predio del ex Regimiento de Infantería, incluirá competencias de tejedores, exposición de artesanías y números artísticos. El Poncho –su nombre abreviado– es considerado un verdadero trampolín a la fama por los artistas, puesto que por su escenario pasaron prácticamente todos los folcloristas que luego triunfaron a nivel nacional.
El evento está organizado por la Secretaría de Turismo y Cultura de la provincia, tiene apoyo del Consejo Federal de Inversiones (CFI) y de la Secretaría de Turismo y Deporte de la Nación y en él participan todo el sector productivo y empresarial de la región.
Allí se exhiben y venden telas, cestería, orfebrería, dulces y confituras y otros productos artesanales. Además de los afamados ponchos, ruanas y tejidos, también se pueden apreciar alfombras de diseños únicos, que se venden generalmente por encargo.
Lo más divertido, sobre todo si uno va con chicos, es la posibilidad de participar de alguno de los talleres abiertos al público sobre cocina regional, cestería, quichua, fabricación de instrumentos musicales, copla, canto y danzas.
La fiesta tiene también el objetivo de promover otras ramas productivas de la provincia, como la agropecuaria y la industrial. Las plantaciones de olivos y la fabricación del preciado aceite de oliva, los vinos y los emprendimientos mineros son los principales. Actualmente se está proyectando la creación de circuitos turísticos. Uno de ellos es la ruta del vino, cuya producción está retomando fuerte impulso después de los últimos premios internacionales obtenidos tras la reconversión varietal de sus producciones tradicionales. Y otro es la ruta del olivo.

Excursiones y paseos Desde San Fernando del Valle se puede hacer varios recorridos por las villas turísticas del cordón del Ambato y el Ancasti, en las que hay establecimientos de turismo rural en los que se puede pasar el día disfrutando del pacífico clima de montaña o practicando deportes como el mountain bike, montañismo, cabalgatas y caminatas.
Otra opción es llegar hasta Fiambalá, a 350 kilómetros de la ciudad capital, por la “Ruta del Adobe”, en la antesala de la segunda zona más alta del planeta, en el límite con Chile. Allí existen varios picos de más de seis mil metros como el Monte Pissis, el Ojos del Salado, el cerro Incahuasi y el San Francisco entre otros. Esta ruta fue el antiguo paso por el que ingresó Diego de Almagro al territorio argentino en 1565 y al recorrerla se pueden ver los restos de las primeras construcciones.
En Fiambalá uno puede tomar un relajante baño en el Complejo Termal, remodelado recientemente.