De las Bellas Letras a la adusta ciencia de los meandros inconscientes, de Jorge Luis Borges a Jaques Lacan, con escala en la estadística no menos que en el naturalismo, la idea del catálogo que contenga todos los catálogos ha desatado tanto fervor como disparado imaginerías. Así, el museo que dé cuenta del conjunto de los museos parece una desmesura y, sin embargo, emerge al modo de un anhelo, un paroxismo del inventario: condición de posibilidad, por otra parte, para la construcción de una memoria. Nada más y nada menos, una tan acuciante necesidad por estos pagos: la memoria.
Lo más semejante al catálogo de catálogos que refulge en este puerto son los 4999 ejemplares de la Guía de Museos de Buenos Aires editada por el Gobierno de la Ciudad, distribuida en esas mismas instituciones y centros de difusión turística. En una edición de nada común prolijidad realizada a todo color y en tamaño de bolsillo surgen uno a uno y en detalle los –nada menos que– ciento dieciocho museos que pululan en esta urbe y que equivalen a otros tantos paseos culturales capaces de ocupar (ahorrad la aritmética) más de un año de sábados o domingos. Surgen así posibilidades tan disímiles como un museo de la caricatura, del Che Guevara, la Torre (llamada) de los Ingleses y sus atípicas muestras fotográficas, de Calcos en la Costanera Sur, el Carlos Gardel, de Farmacobiología, de Murgas, del tango propiamente dicho, todos los de arte, barriales, universitarios, religiosos, de la Pasión Boquense (una extensión de lo anterior), de maquetas, el que recuerda a Evita, en fin, variedades inimaginables, capaces de disparar la curiosidad, el asombro, el ardor.
Organizada de modo cardinal en cuatro áreas (cada una distinguida con su respectivo color y sección, a fin de facilitar el acceso visual), a su vez circunscripta en peculiares circuitos turísticos del centro a la periferia, la Guía muestra cada uno de los museos dispuestos en borgeano (des)orden alfabético. Cada uno de ellos es presentado en una página completa según sus características distintivas, evocando su creación, desarrollo y material en exhibición, incluyendo ilustraciones fotográficas, dirección, servicios, medios de transporte, horarios, e-mail, página web, teléfonos, costo de la entrada (si cabe; la mayoría son gratuitos), en fin, más que la información turística necesaria: una breve sinopsis museológica.
Realizada con criterio sistemático, la Guía ostenta sendos índices (por área, por tema, alfabético) que se suman al rigor de la distribución por áreas y circuitos, de modo de hallar lo buscado aun cuando se ignore qué es lo que específicamente se persigue. Por fortuna más cerca de Newton (o del propio Borges) que de Kafka, el rigor con que se halla organizada torna a la Guía un instrumento y al mismo tiempo una fuente cultural en sí misma.
La asimétrica concentración de atractivos museológicos en la ciudad hace que ciertas zonas –el microcentro y Retiro, sin ir más lejos– tengan una alta oferta de propuestas: el numismático, el Mitre, el Postal, el de arquitectura, la Torre Monumental, el de arte hispanoamericano, el de la inmigración, el ferroviario... y muchos más. En tanto otras zonas, como la heteróclita barriada de Palermo –la más grande y populosa de Buenos Aires, en vías de emancipación–, se combina con paseos que van del parque Tres de Febrero al Planetario, del coqueto Palermo Chico con su joya preciada –el Malba– a las casonas de Palermo Viejo con sus Hollywood y Soho tercermundistas. Así La Boca y Saavedra, los Ushuaia y la Quiaca porteños, cada cual con sus tesoros para mostrar. En un surtido profundo, generoso, organizado para el conocimiento. Todo por doce pesos.

Mapa de las Artes Desarrollado al modo de un folleto turístico convencional que, doblado, se lleva con comodidad en el bolsillo de una camisa, este producto de la iniciativa privada resulta un compendio de la actividad artística de la ciudad de Buenos Aires. Al desplegarse, el Mapa de las Artes brinda en su generosa amplitud (0,62 x 0,91 cm) un muestrario actualizado de actividades en galerías, centros culturales, fundaciones, casas de remate, muestras, exposiciones, espacios dedicados a las artes visuales y, claro, también museos de la capital argentina.
Un plano general sitúa geográficamente y por zona, mediante distintos iconos, los sucesivos lugares que remiten –al dorso– a sucesivos bloques de información sistematizada: dirección, teléfono, horarios, web, somera descripción general, menú de muestras y actividades de los siguientes tres meses, artistas permanentes, exhibiciones temporarias y coordenadas cartográficas; conjunto organizado en cada caso del mismo modo con el tranquilizador propósito de evitar confusiones. Efecto logrado ante un volumen de información apabullante que, de otro modo, espantaría en vez de instigar a locales y visitantes a cultivar provechosamente sus ocios.
Con el auspicio de la Secretaría de Cultura de la Ciudad, el Mapa de las Artes presenta, es obvio pero hay que decirlo, un despliegue cartográfico propiamente dicho que abarca desde Caballito hasta el Río de la Plata, incluyendo La Boca y Pompeya, divididos en seis zonas o áreas culturales. Un recuadro con propuestas incluye paseos vespertinos, té en un paraje rodeado de arte, ferias artesanales al atardecer, galerías y vernissages a primera hora de la noche y rigurosa cena posterior, con data acerca de sites donde enterarse de las inauguraciones, agendas culturales y hasta los días de publicación de secciones y suplementos especializados en los medios gráficos de circulación nacional, todo en versión bilingüe.
De distribución gratuita y frecuencia trimestral –por el momento–, este emprendimiento garantiza una amplia cobertura merced a los 4999 ejemplares que acaban de entrar en circulación.