Domingo, 9 de enero de 2005 | Hoy
MISIONES LA VEGETACIóN DEL PARQUE NACIONAL IGUAZú
Un acercamiento a la selva misionera con una mirada ecológica para conocer el funcionamiento de este gran cuerpo viviente acechado por el hombre. Además la visita a los lugares donde compenetrarse con la selva, conociendo una reserva de árboles de palo rosa y los senderos del parque nacional donde se explican cuáles son los estratos vegetales. Y la respuesta a la gran pregunta: ¿cuánto se ha perdido de selva y cuánto queda por depredar?
Por Julián Varsavsky
Al viajar a Iguazú uno puede quedarse con la postal de rigor en las cataratas o también tratar de mirar un poco más allá, en la profundidad del complejo universo misionero. La provincia tiene –entre otros– un perfil ecológico-social muy interesante para quienes se desplazan por el país con el espíritu del viajero que busca divertirse pero también conocer más a fondo cada aspecto de un lugar. Y por fortuna esta forma de viajar está muy a mano en Misiones, ya que casi todos los guías turísticos tienen una conciencia ecológica que buscan transmitir al visitante, no con una serie de consignas obvias sino explicándole –por sobre todas las cosas–, cómo funciona una selva.
La maraña
vegetal Existen tres
lugares en la zona de Iguazú donde el visitante conoce los “mecanismos
internos” de la selva: el centro de visitantes del parque nacional, el
sendero ecológico Yacaratiá –dentro del mismo parque–
y el hospital de animales Güira Oga, ubicado justo en el límite
del parque. Las explicaciones que se reciben allí y los paneles informativos
de cada lugar ofrecen una buena “guía” para interpretar este
hábitat.
En el entendimiento de cómo funciona una selva está la clave de
toda la problemática ambiental de Iguazú. Desde la biología
se divide a la selva en varios estratos o niveles diferenciados por la altura
de su vegetación. El estrato más bajo está compuesto por
las gramíneas y el más alto lo conforman la copa de los árboles
más grandes de la selva. Y entre los dos extremos existen distintos niveles
intermedios, cada uno con su flora y fauna particulares.
El elemento natural que determina las características de los estratos
es la cantidad de luz que puede ingresar en cada uno de ellos. En el más
bajo llega menor cantidad de rayos solares y por eso sus especies vegetales
tienen hojas de gran tamaño, para poder captar mayor cantidad de luz.
Aquí viven muchos tipos de insectos, como las hormigas, artrópodos
como las lombrices y los grandes mamíferos de la selva, como el tapir,
el venado y el yaguareté. Luego se levanta un segundo estrato, que es
de tipo arbustivo y con árboles pequeños. El tercer estrato ya
tiene árboles más grandes, con frutas muy coloridas, que llaman
la atención de las aves, tentándolas a bajar a comer, logrando
de esa forma que se dispersen las semillas que garantizan su reproducción.
Al cuarto estrato se lo llama arbóreo o dosel, y es el que, si realizáramos
un sobrevuelo de la selva, veríamos como una especie de tapiz vegetal
conformando un techo perfecto de color verde. Y por último, sobre este
manto vegetal se asoman algunos árboles de mayor dimensión aún
que sobresalen en solitario, conformando el estrato emergente. Estos árboles
son los verdaderos colosos de la selva –como el palo rosa, el timbó
y el alecrín–, que son las especies más depredadas de la
provincia por su gran valor maderable.
Como en la selva todo está escrupulosamente interrelacionado, los árboles
del estrato emergente son los que brindan soporte a las águilas que los
utilizan como base para obtener una visión integral y detectar a sus
presas con facilidad. Al haber cada vez menos cantidad de árboles gigantes
en la selva, las águilas cada vez tienen menos soporte para la caza.
Y por eso cada vez consiguen menos alimento y también están en
peligro de extinción. Para colmo, la reducción constante del área
total de selva que existe en la provincia obliga a estas aves a desplazarse
a lugares habitados por los colonos que viven entre la vegetación. Entonces
las aves atacan a sus gallinas. De esa forma, el mismo colono que se ve obligado
por la pobreza –y por la falta de una educación ecológica–
a talar la selva para sembrar comida, ataca a las águilas a los tiros
para que no acechen sus corrales.
Las especies
vegetales Al recorrer
los senderos de la selva una de las especies que más llama la atención
de todo el mundo son las lianas. Y el primer mito que tiran abajo los guías
es el de Tarzán, porque estas especies tienen sus raíces en el
suelo, así que difícilmente podrían servir para saltar
de árbol en árbol. Las lianas no son epífitas, es decir
que no nacen en lo alto de los árboles, sino en el suelo. Una vez que
empiezan a desarrollarse trepan sobre los troncos, pero los usan simplemente
de sostén para escalar serpenteando a lo largo de los estratos hasta
llegar a niveles con más luz.
Una de las especies gigantes de la selva es el palo rosa, con su fuste recto
de color ligeramente rojizo que se ramifica en lo alto, alcanzando hasta 42
metros de altura. Es uno de los árboles más fáciles de
identificar en la selva –por su tamaño y por su color–, pero
es una especie en peligro de extinción, ya que su dura madera es excelente
para fabricar muebles finos. Uno de los mejores lugares para observar en detalle
esta especie es en las afueras de la localidad de Andresito –a 65 kilómetros
de Iguazú–, donde junto a un camino de tierra en buen estado hay
una pequeña reserva que protege una decena de soberbios ejemplares de
esta especie. Está dentro de un predio privado, en un área totalmente
desmontada donde sólo quedan estos colosos de madera (ver foto principal
de esta nota). Los árboles se ven perfectamente desde el alambrado que
protege la propiedad, pero también se puede pedir permiso a los dueños
para ingresar.
El palmito está entre las especies emblemáticas de Misiones, famoso
por su cogollo que sirve para preparar ricas ensaladas. Suele crecer en bosquecillos
llamados palmitales, que prácticamente han desaparecido en todo Misiones,
salvo en el área del Parque Nacional Iguazú (donde igual sufre
la tala furtiva de pobladores muy pobres). El problema es que para producir
apenas una lata de palmitos hay que talar una palmera entera de 20 años
de vida. Y si bien el palmito no está en peligro de extinción,
sus bosques están desapareciendo de una forma que produce un desequilibrio
importante en el ecosistema general de la selva.
Cuando uno avanza por un sendero de la selva es muy difícil levantar
la mirada y no ver un güembé. Esta planta epífita habita
por lo general en la altura media de los grandes árboles conformando
verdaderos jardines colgantes, en combinación con otras especies. Se
la reconoce por sus hojasde hasta 80 centímetros, con forma lobulada.
Y el otro aspecto muy llamativo son sus raíces, algunas de las cuales
cuelgan como lianas y otras descienden hasta el suelo, rodeando el tallo hasta
cubrirlo casi por completo. Pero como toda epífita nace en las alturas,
porque las aves colocan entre las ramas sus semillas y se desarrollan apoyadas
en el árbol sin dañarlo.
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