duelo de titanes
La competencia por recibir un rayo de sol cada mañana se convierte en un duelo de titanes enfrentados en violentas pulseadas. Los recios brazos de los árboles se doblan en inexplicables zigzags tratando de evadir los embates del adversario. Pero se entremezclan formando una caótica maraña donde cada movimiento parece tan meditado como una jugada de ajedrez. Un sigiloso duelo de fuerzas descomunales se desarrolla en aparente inmovilidad bajo la consigna de matar o morir. La silenciosa guerra es total contra un vecino que usurpa el superpoblado territorio. El combate transcurre sobre el ambiguo escenario de la selva, sin tregua ni descanso, en el transcurso completo de los días y las noches.
Cada árbol nace condenado a luchar para siempre con un mismo enemigo. Puede ser una majestuosa cañafístula de 40 metros, sobre la cual brotó alguna vez un inocente higuerón que se extendió por el tallo como una simple enredadera. Al poco tiempo el higuerón se metamorfoseó en gruesos garfios. Primero apretó las raíces del árbol y subió al tronco rodeándolo como venas inflamadas, que con el tiempo fueron tan gruesas como la pierna de un elefante. Finalmente estranguló con paciencia al árbol entero, ahogándolo segundo a segundo, en un virtual asesinato cometido durante décadas de fino tormento.