Domingo, 13 de febrero de 2005 | Hoy
VERANO > SIERRAS BONAERENSES
El curioso Cerro Ventana, con el agujero que en la cumbre deja ver el cielo, es el símbolo de una región que invita a la vez al descanso y la aventura. Relieve ondulante, arroyos y sierras, todo lo hace falta para unas encantadoras vacaciones.
A medida que la ruta avanza desde la Capital hacia el sudoeste de la provincia de Buenos Aires, el paisaje va cambiando. Primero es casi imperceptible: la pampa llana, donde en esta época del año florecen los campos de girasol, se empieza a ondular, y en pocos kilómetros lo que parecía un horizonte completamente plano cobra relieve. No es una bruma irregular de las que engañan la vista: esas siluetas entre grises y azuladas que se dibujan a lo lejos son las primeras afloraciones de la Sierra de la Ventana, que poco a poco se perfilan con claridad y empiezan a tomar altura. Andando se llega al corazón de la comarca serrana, surcada de ríos y arroyos, entre pueblos históricos, fortines y lagunas que dibujan un paisaje ideal para el descanso, pero que también invitan a las primeras aventuras de montaña, y a la exploración ecológica de una tierra antiquísima.
Sierra de la Ventana es un pueblo tranquilo, de barrios verdes y apartados, cuyo centro se anima cuando los turistas vuelven al atardecer de las caminatas y excursiones. Basta cruzar las vías de la estación ferroviaria –el tren llega una vez por semana, un acontecimiento del que da cuenta la gente reunida para esperarlo– para llegar a orillas del río Sauce Grande, que avanza correntoso entre los peñascos. Chicos y grandes sortean las piedras, en los tramos tranquilos, para cruzar de un lado a otro, pescar y tomar sol junto a las aguas. También se pueden elegir algunos de los recreos junto al río o el arroyo San Bernardo, en un extremo y otro de la ciudad: en uno de ellos, El Dique, se puede nadar a distintas profundidades. Por El Dique se accede al Cerro del Amor, ideal para tener una vista panorámica de la región antes de explorarla en detalle. Desde el cerro, que no llega a los 500 metros de altura, se divisan Sierra de la Ventana, Saldungaray y el cordón serrano. Por las noches, en temporada, se organizan caminatas por el cerro con antorchas.
Dejando atrás el río Sauce Grande en dirección al Arroyo Negro, por un camino de ripio bien indicado desde Villa Arcadia, se llega a la Estación de Piscicultura, donde se crían truchas para repoblar los cursos de agua de la región. La visita es interesante: en los grandes piletones, sembrados con huevos enviados por una estación barilochense, nadan cientos de pequeñas truchas arco iris, la especie que mejor resiste las temperaturas relativamente altas de la zona. Las truchas permanecen hasta los tres meses de vida, y en cada piletón se observan ejemplares de distinto tamaño. A los tres meses, se siembran en los ríos y arroyos. Pero muchas de ellas, cuando alcanzan algo más de 20 centímetros –el tamaño del plato– serán destinadas a los restaurantes de la zona: en toda Sierra de la Ventana, la oferta gastronómica la incluye como uno de sus ingredientes principales.
Dejando atrás Sierra de la Ventana y tomando la RP 76 hacia el oeste, la encantadora Villa Ventana –entre los arroyos Belisario y Las Piedras– invita a quedarse. A la sombra del bosque, las cabañas de madera y piedra se convierten en un refugio encantado y tranquilo, donde la única música es el canto de los pájaros. Se puede caminar hasta la Fuente del Bautismo, una cascada de diez metros de altura que termina en una pileta natural parecida a una pila bautismal. Dice la tradición que allí lavaban los indígenas a los niños recién nacidos.
A cierta distancia (sólo se accede mediante una caminata guiada) están las ruinas del Club Hotel Sierra de la Ventana: derruido testigo de una época brillante, cuando la alta sociedad bonaerense y porteña veraneaba en las Sierras, tuvo toda clase de destinos indignos hasta que terminó sus días barrido por el fuego, que se llevó un pedazo de historia. Parte de esa historia puede rescatarse sin embargo en el pequeño museo local, bautizado con el romántico nombre de “Sendero de los Recuerdos”.
Al sur de Villa Ventana se levantan el Cerro Napostá y el Tres Picos, la principal elevación de la provincia de Buenos Aires, de más de 1200 metrosde altura. El ascenso se realiza en el día, y presenta una dificultad moderada, pero si se prefiere algo menos exigente se pueden realizar trekkings guiados por las laderas del cerro. También existe la posibilidad de elegir una excursión con pernocte en una cueva para completar el ascenso y descenso con más tiempo.
Siempre por la RP 76, poco después de pasar Villa Ventana, pero del lado opuesto de la ruta, se encuentra la entrada al Parque Provincial Ernesto Tornquist, con su famoso Cerro Ventana, símbolo de la región. En el camino se pasa por un abra que revela, en las rocas a un lado y otro de la ruta, los antiguos plegamientos que dieron origen al cordón montañoso. Estas sierras están entre las más antiguas del continente: tienen millones de años, y se cree que se formaron cuando Gondwana –el antiguo continente de los tiempos remotos en que Africa y Sudamérica estaban unidas– aún existía. La prueba está en las formaciones semejantes –casi una continuación de éstas– halladas en Sudáfrica.
El Parque, formado sobre una donación de 3 mil hectáreas realizada por la familia del estanciero y banquero a fines de los años ‘30, abarca hoy en día unas 7500 hectáreas. Es toda una curiosidad divisar en la cima del Cerro Ventana ese agujero que deja ver el cielo del otro lado, probablemente a raíz del derrumbe de parte de una cueva situada en la cumbre. A la distancia parece pequeño, pero en realidad el hueco tiene unos cinco metros de ancho, ocho de alto y diez de profundidad. Quienes llegan hasta la cumbre del cerro, después de un ascenso de unas tres horas, pueden meterse fácilmente dentro del hueco para sacar fotos del paisaje que se extiende a los pies del cordón montañoso. Partiendo de la base del Cerro Ventana se llega también a la Garganta del Diablo (sólo en excursiones guiadas), un área de altos paredones de roca con caídas de agua y piletones. Siempre saliendo desde el Parque Tornquist hay más opciones: caminatas por el pastizal pampeano –para conocer las características de flora y fauna autóctonas de una región cuyos trazos originarios se ven amenazados por el avance de especies exóticas–, caminata al Cerro Bahía Blanca o a la Garganta Olvidada. Otra posibilidad es, en lugar de hacer estas excursiones a pie, elegir cabalgatas: guías especializados ofrecen salir a caballo hacia la villa serrana La Gruta, el Cerro de los Llantenes o el Cerro Ventana. Debido al grado de dificultad que ofrecen algunas de estas excursiones, conviene asesorarse antes de salir para elegir aquella que sea más adecuada a la habilidad de cada uno como jinete.
La región de Sierra de la Ventana es conocida también por sus plantaciones de hierbas aromáticas. En todos los locales de productos típicos, además de los clásicos licores y alfajores, se encuentran bolsitas de lavanda para perfumar la ropa y la casa: estas plantaciones de lavanda y lavandín, que ponen un bello color violeta sobre el paisaje ocre y verde de las sierras, se pueden visitar en la Estancia El Pantanoso (en diciembre es la época de esplendor). También hay menta, tomillo, orégano, salvia, ajedrea, hierbas para todos los gustos, y para todas las dolencias, si el visitante es aficionado a la medicina naturista.
Siempre, en los alrededores de Sierra de la Ventana, se puede visitar el parque de la estancia Mahuida-Co: circulando en vehículos especiales, en excursiones que duran alrededor de tres horas, se realizan avistajes de fauna autóctona y exótica, desde ciervos y ñandúes hasta llamas y guanacos. La visita también se puede hacer en 4x4, o en bicicletas todo terreno. El otro lugar para acercarse a la fauna es el EcoParque Kooch, donde pueden verse flamencos, llamas, ciervos, monos y, como en la estación de piscicultura, piletas de truchas. El lugar es ideal para visitar con chicos, ya que hay juegos de equilibrio, destreza e ingenioentre los árboles, una tirolesa que cruza el pequeño lago, pelotero, puentes y otros juegos, desde mini-golf hasta fútbol.
No importa cuál sea la opción elegida, los circuitos serranos tienen siempre rincones que conquistan. Y desde la cima de los cerros hasta los pastizales, desde los pueblos en el bosque hasta las estancias de explotación intensiva, ofrecen postales inolvidables de unas vacaciones de descanso y aventura.
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