Domingo, 27 de marzo de 2005 | Hoy
MISIONES ESTADíAS EN FINCAS RURALES
En las entrañas de la selva misionera –junto al límite con Brasil y cerca del poblado de Andresito– existen fincas rurales que ofrecen alojamiento en medio de la exuberante naturaleza. Una singular experiencia en una zona de fronteras donde los límites culturales entre los países son difusos.
Por Julián Varsavsky
Andresito es un alejado
pueblo de frontera ubicado en el extremo noreste de la provincia de Misiones.
Fundado en los confines de la Argentina, surgió de un plan de colonización
impulsado en 1980 para contrarrestar la influencia brasileña
en nuestro territorio. Pero el plan de ceder tierras fiscales en su mayoría
a personas de origen europeo resultó a medias, ya que Andresito
y sus alrededores son una de esas extrañas zonas de transición
ubicadas a 20 kilómetros de Brasil y 90 del Paraguay, donde las fronteras
culturales son más difusas que las arbitrarias líneas trazadas
en los mapas políticos. Si bien es innegable que estamos en Argentina,
la influencia brasileña gaúcha se refleja en las costumbres culinarias,
en el estilo de las viviendas de madera, en el modo de cultivar y hasta en el
lenguaje. El hecho es que muchos de los argentinos y descendientes de europeos
invitados a colonizar estas tierras terminaron siendo abrasileñados,
utilizando incluso algunos de ellos el portugués como su lengua más
usual. Y esto no debe sorprender a nadie ya que la mayoría de las ondas
televisivas y radiales que llegan al lugar lo hacen en lengua portuguesa. Además,
hay cierta influencia guaraní con peso propio.
La colonia Andresito vive básicamente de la producción de yerba,
ganado, tabaco y la explotación forestal. Pero en los últimos
años comenzó a desarrollarse allí una incipiente actividad
turística orientada a un ecoturismo muy auténtico, tal como la
estadía en la selva que ofrecen tres establecimientos rurales: San Sebastián,
Yacutinga y Panambí.
Don
Camilo misionero
Ubicado selva adentro, a 23 kilómetros del pueblo por un
camino de tierra, el establecimiento San Sebastián pertenece a Don Camilo,
quien a sus 72 años muy bien disimulados por el evidente poder rejuvenecedor
de la vida en la selva, decidió agregar la actividad turística
a sus faenas de cuidar doscientas cabezas de ganado. El viaje desde Andresito
a San Sebastián es en un precario colectivo que sumerge a los turistas
en un mundo extraño, donde por sobre todas las cosas los extraños
son los propios turistas. Un polvoriento camino de tierra misionera abre un
tajo rojo en la selva que asedia a cada costado. Los pasajeros locales son de
muy pocas palabras; en su mayoría son argentinos criollos y brasileños,
aunque también se ven unos contrastantes cabellos rubios y ojos verdes
que delatan un origen europeo. La mitad habla en portugués y el resto
en español. Y casi todos son chacareros que descienden del colectivo
en medio de la nada y se pierden por un sendero en la selva. Al llegar al establecimiento
San Sebastián, junto a la ruta está su dueño esperando
sonriente a sus huéspedes en su jeep modelo 1944.
Don Camilo no tiene empleados (lo ayudan su esposa brasileña María,
su hija y un nieto) y disfruta como un niño de la visita de los turistas.
De hecho asegura que se lanzó a esta actividad impulsado más por
el deseo de conocer a otra gente que por el mero negocio. Además, no
se debe olvidar que San Sebastián está ubicado realmente en medio
de la selva, adonde casi nunca llega nadie, y los pocos que lo hacen son siempre
los mismos.
El anfitrión es un claro exponente de los habitantes de este espacio
de transición entre la Argentina y Brasil. Es argentino nacido en la
zona aunque hijo de brasileños, que casi no habla español
sino portugués. Cuando hace tres años decidió incorporar
el turismo a su establecimiento comenzó a construir con sus propias manos
ocho habitaciones y dos cabañas totalmente de madera.
La más idílica de las cabañas es la que el ingenioso Camilo
construyó en una islita en medio de un pequeño lago artificial.
El romántico medio de transporte para cruzar los siete metros que separan
la cabaña de la costa es una balsa de madera que se impulsa tirando suavemente
de un alambre atado entre las dos costas. En la cabaña la decoración
es muy sencilla. Una cama doble, una mesita, un porche con una hamaca paraguaya,
una cocina y un pequeño baño con una ducha (quien desee agua caliente
innecesaria casi todo el año puede bañarse en la hostería).
El alquiler de la cabaña cuesta $ 50 por día. Frente a la isla
en medio de un bosque de altísimos árboles se levanta
otra cabaña de troncos con techo a dos aguas. Está equipada con
cocina y su capacidad es para cuatro personas (el alquiler cuesta $ 50). En
el edificio central del establecimiento hay 8 habitaciones dobles y cuádruples
que se ofrecen al precio de $ 55 por persona, con pensión completa. Las
siete habitaciones del piso superior tienen dos baños a compartir entre
todas, aunque en los hechos es raro que eso ocurra ya que casi nunca hay tantos
huéspedes al mismo tiempo. La hostería incluye un gran quincho
abierto a la naturaleza, decorado con unas enormes sillas y mesas de madera
que el mismo Camilo fabrica con una talentosa técnica artesanal.
Una de las actividades más disfrutadas por los huéspedes es la
pesca en las lagunas artificiales sembradas con incontables pacúes, carpas,
tilapias y tarariras. Cada persona debe traer su propia caña y se utiliza
el sistema conocido como pesque y pague. Esto significa que el pescador
debe pagar $ 4 por cada kilo de pescado obtenido, aunque también tiene
la alternativa de regresar los peces vivos al agua y no pagar nada. Las cabalgatas
por la selva son otra de las actividades muy pedidas por los huéspedes.
Se puede optar por un sulky ($ 10 por hora) o por los caballos ($ 5 la hora).
Además está el jeep modelo 1944 en el que se recorre un circuito
especialmente preparado para travesías con vehículos 4x4. Por
último hay un circuito de trekking por un sendero de tierra roja, bajo
una selva en galería decorada con orquídeas multicolores.
A
orillas del Iguazú
Levantado junto a las pacíficas aguas del río Iguazú
que 50 kilómetros más adelante estallan en un cataclismo
de espumas, el Panambí Lodge ofrece un confortable alojamiento
en medio de la naturaleza. Está dentro del llamado Corredor Verde Ecológico,
ideado para conectar las distintas áreas de la selva misionera que fueron
separadas entre sí por la depredación humana. En la otra ribera
del río comienza el Parque Nacional Iguazú de Brasil.
El lodge consiste en cinco habitaciones dobles y cuádruples con un flanco
completo de pared de vidrio con vista a la selva que abarca todo el largo de
la habitación, un poco al estilo de los lodges en las reservas de animales
sudafricanas. La sensación de estar durmiendo en la selva es absoluta,
e incluso se puede pasar la noche con la puerta corrediza abierta ya que una
tela metálica protege de los insectos.
En el centro del complejo hay una pileta con tres niveles unidos entre sí
por una cascadita. A un costado unas cómodas hamacas atadas a los árboles
prometen un reposo de ensueño. Y unos pasos más adentro de la
selva se levanta una torre de 12 metros con una terraza donde sentarse a mirar
desde arriba el techo de la selva y los atardeceres sobre el río Iguazú,
con su horizonte verde perdiéndose en el infinito.
La excursión más curiosa que se realiza desde Panambí es
la visita a la chacra de la familia Ascona, quienes viven en medio de la selva.
El paseo permite a los forasteros conocer otras facetas de la vida en el norte
de Misiones. Ivone Ascona se instaló en esta chacra con su marido y sus
dos hijos hace 25 años. Ella es de ascendencia brasileña y él
es paraguayo. Habitan en una casa de madera levantada sobre pilotes, no tienen
luz eléctrica y obtienen el agua con un rudimentario sistema de aljibe.
Hace ya tres años que cultivan tabaco rubio y utilizan un enorme galpón
como secadero. Además cultivan unas sandías enormes y jugosas,
mandioca, melón, pepino y ananá. Y como complemento recolectan
semillas de palmitos para venderle a los viveros.
Reserva
y lodge
El Yacutinga Lodge es una reserva natural privada, con un lujoso
refugio instalado en las profundidades de la selva, a 55 kilómetros de
Iguazú. Las 570 hectáreas de la reserva prácticamente
rodeadas por el río Iguazú Superior, están entre
los Parques Nacionales Iguazú de Brasil y Argentina, y el Parque Provincial
Uruguaí, prácticamente rodeadas por el río Iguazú
Superior.
Hace más de una década, Yacutinga fue declarada reserva y pertenece
al programa de refugios privados de la Fundación Vida Silvestre Argentina.
En 1998 el predio fue vendido a sus actuales dueños, quienes inauguraron
un lodge turístico. En la reserva se realizan diversos proyectos ecológicos
y estudios de biología.
El edificio principal tiene dos pisos y un techo a dos aguas cubierto en su
totalidad por enredaderas. En un extremo de la recepción nace una escalinata
de madera que conduce al área de la piscina, rodeada por toda clase de
árboles misioneros. Una serie de senderos conduce al área de las
cabañas, donde prácticamente nunca llega directa la luz del sol
por la profusa vegetación que las rodea. Las caminatas y navegaciones
en gomón comienzan temprano para evitar el sol, y los guías son
bilingües ya que la mayoría de los huéspedes son extranjeros
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