turismo

Domingo, 27 de marzo de 2005

DUBAI EL HOTEL BURJ AL ARAB

Siete estrellas en el desierto

En Dubai, una de las siete ciudades pertenecientes a la Federación de los Emiratos Arabes, existe un hotel concebido como una fabulosa recreación de Las mil y una noches para el tercer milenio. Con su arquitectura de vanguardia y sus faraónicos interiores, el hotel Burj Al Arab es el único en el mundo de categoría 7 estrellas.

Por Leonardo Larini

La insólita imagen, reproducida en un noticiero televisivo, provocaba vértigo: en una cancha de tenis improvisada en un helipuerto, a 321 metros de altura y prácticamente desprovistos de suficientes barandas de protección, los tenistas André Agassi y Roger Federer realizaban una exhibición con la misma naturalidad –aunque acompañada por notorias risitas nerviosas– que hubieran mostrado en cualquier court del mundo. El evento, que se desarrolló hace unas pocas semanas con la finalidad de promocionar el Torneo Abierto de Tenis de Arabia, tuvo lugar en las alturas del impresionante hotel Burj Al Arab, instalado en Dubai, una de las siete ciudades pertenecientes a la Federación de los Emiratos Arabes.
Con su arquitectura de vanguardia y sus faraónicos interiores, este descomunal establecimiento –en el que se fusionan espacios futuristas y rincones de estilo clásico– es uno de los más modernos y suntuosos que ofrece la industria hotelera en la actualidad y el único en el mundo de categoría 7 estrellas.

Brillo imperial
Como el perfil de un velero gigante, o como una inmensa pluma metálica y fosforescente, el magnífico edificio hechiza con su forma y su brillo a todos aquellos que lo contemplan desde lejos en la noche de esta desconcertante metrópoli levantada en medio del desierto. Construido sobre una isla artificial, 17 kilómetros al sur del centro urbano y casi a la misma distancia del aeropuerto internacional, el Burj Al Arab hace gala de su lujosa presencia que, al atardecer, comienza a adquirir diferentes tonalidades que varían, según los días, en gamas de azules, verdes y rosados. Reflejados en las aguas, estos colores crean a su alrededor una encantada alfombra movediza que le brinda a la desmesurada mole de cemento un aura digna de los relatos de Las mil y una noches.
De imperial opulencia, este hotel es mucho más que un simple hotel; se trata de un verdadero monumento de la arquitectura, la ingeniería y el diseño del nuevo milenio que, con el paso del tiempo, seguramente se transformará en un icono tan reconocido como la Torre Eiffel, el Big Ben, la Torre de Pisa, el Empire State o el Coliseo romano.

Clasico y de vanguardia
Apenas se ingresa, el asombro que provoca desde afuera queda reducido a una simple panorámica más. El lobby, cuyo piso está adornado con exquisitos mosaicos y cerámicas, es un amplio espacio en el que abundan sillones de formas poco convencionales y elegantes lámparas de pie que se intercalan con estilizadas plantas, muchas de ellas de un exotismo fascinante. Pero lo que más sorprende es que desde allí se puede observar la elevación íntegra del edificio, ya que la construcción se eleva “a techo abierto” hasta el último metro de la misma, semejando una imponente catedral futurista que bien podría haber formado parte de los decorados del film Brazil. Una insinuante iluminación azulada y las extravagantes columnas y arcos completan este alucinante interior. Así y todo, las sorpresas no terminan aquí sino que recién empiezan, porque –contrariamente a lo pensado– la ultramodernidad del lobby, que haría suponer que el resto de las instalaciones continuarán esa línea, es quebrada drástica y sutilmente por el más distinguido estilo clásico en ambientes aledaños, en los que abundan señoriales escaleras de mármol, fino mobiliario con arreglos y detalles de bronce, aristocráticas arañas, candelabros de indescriptible refinamiento y alfombras tan maravillosas como las de Versalles o el Buckingham Palace.
Esta sobria mezcla de arquitecturas y estilos logra que el establecimiento sea uno de los más originales que existen hoy en el mundo y, claro, también el más caro. La más económica de las habitaciones cuesta 1500 dólares diarios.

El arte de la delicadeza
Las servilletas están colocadas sobre los platos verticalmente, con formas tan elegantes que da pena desarmarlas. Encima, sobre la mesa, una extraña lámpara que semeja una manzana partida prolijamente deja caer una tenue luz que invita a la más relajada de las cenas. Y si a eso se le suma que, apenas a metros de distancia, se pasean por el agua peces de todos los colores y formas –entre una vegetación de fulgurante verde–, el paisaje se torna decididamente surrealista. Pero así son las cosas en el restaurante Al Mahara, construido debajo del nivel del mar y especializado, obviamente, en menús basados en pescados. Asimismo, los huéspedes pueden degustar los mejores y más sabrosos manjares de todas las cocinas del mundo en otros seis restaurantes –Juna Lounge, Al Muntaha, Skyview Bar, Al Iwan, Bab Al Yam y Al Falak Ballroom– distribuidos en distintos sectores del edificio. En ellos, además, es posible deleitarse con platos árabes tradicionales –servidos en vajilla de una increíble delicadeza– y con deslumbrantes vistas panorámicas de la ciudad.
En cuanto a las comodidades, y con el mismo alto nivel de su servicio gastronómico, el Burj Al Arab dispone de 202 suites de lujo, todas equipadas con laptops, acceso a Internet y televisión por cable con 52 canales. En el piso 18 se encuentra The Assarar Spa & Health Club, que cuenta con dos maravillosas piscinas, 18 salas en las que profesionales especializados brindan diferentes tratamientos para el cuidado del cuerpo y la piel, salones de hidromasajes y masajes orientales, solarium, jacuzzi y sauna.

Fantasia oriental
La estadía en el Burj Al Arab –todo un viaje en sí misma– se puede completar visitando las diversas atracciones que ofrece Dubai a lo largo y ancho de su territorio. Entre ellas se cuentan deslumbrantes playas, interesantes museos, imponentes centros comerciales, campos de golf, un gran número de clubes nocturnos, sitios naturales donde se realizan excursiones y safaris fotográficos y centros recreativos como el cercano Wild Wadi Water Park.
Con su fascinante mixtura de detalles orientales y occidentales, este hotel es una lujosísima realidad para unos pocos. Para millones, es una fantasía digna de los antiguos cuentos orientales.

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