Domingo, 12 de junio de 2005 | Hoy
ESQUEL > EN TREN POR LA COMARCA DE LOS ALERCES
El pasado 25 de mayo, el Viejo Expreso Patagónico, más conocido como “La Trochita” cumplió 60 años. Con su carga histórica y sus dimensiones liliputienses, reafirma la identidad de los paisajes de Esquel y la Comarca de los Alerces.
Suena la campana, comienzan las pitadas y se dibujan las volutas de humo mientras “La Trochita”, el pequeño tren de trocha angosta impulsado por locomotoras a vapor, comienza su cansino traqueteo. Destino: Nahuel Pan, asiento de una comunidad mapuche, a sólo 20 kilómetros de Esquel. Mientras el trencito marcha despacio, vale la pena detener la vista en la vegetación que contrasta nítidamente contra la Cordillera de los Andes. El tren detiene su marcha varias veces: para abrir alguna tranquera, para subir algún pasajero que hace señas en el camino o para que los turistas que transitan por las rutas nacionales 259 y 40, perpendiculares a las vías, puedan tomar alguna foto.
Cuando la mirada sobre el paisaje se acostumbra a la sucesión de calafates, rosas mosquetas y ocasionales liebres que parecen salidas de una fábula de Esopo, el interior de cada vagón atrae la atención. Todo está igual que hace 60 años, cuando en 1945 partió el primer convoy que unía Esquel con la localidad de Ingeniero Jacobacci, en Río Negro.
En otoño, hace frío en Esquel. Entonces, vale la pena encender la salamandra en cada uno de los vagones de La Trochita. El clima invita a soñar y emergen los recuerdos... Desde 1945 hasta fines de la década de los ‘70, la actividad del pequeño trencito fue intensa. Una o dos formaciones partían diariamente de Esquel y transportaban cereales, cueros, maderas y fundamentalmente, lanas. Esto se debía a que a pocos kilómetros de Esquel se encontraba el latifundio de la compañía Inglesa Argentina Southern Land Company, cuya principal actividad era la producción lanera, razón por la cual La Trochita tenía una parada obligada en la estación Leleque, ubicada dentro de los campos de la compañía. También era fundamental el servicio social que brindaba el trencito a los habitantes de los distintos parajes, que por aquellos años no contaban con mejores medios de traslado y comunicación. Hoy, si uno esfuerza un poco la imaginación, todavía pareciera persistir el olor de la carne que los pobladores cocinaban en las salamandras y los ecos de las interminables historias de bandidos contadas en esos largos viajes.
Sin embargo, la marcada disminución del transporte de carga y la construcción de mejores rutas para el transporte automotor fueron desplazando la utilidad comercial de La Trochita, que en 1993 dejó de funcionar por decisión del gobierno nacional. Sin embargo, los ex ferroviarios de Chubut no se resignaron a que uno de los pocos trenes a vapor que corrían en el mundo dejara de existir. Y mucho menos La Trochita, con su trocha angosta y su recorrido plagado de curvas y puentes en medio de la estepa patagónica. El gobierno provincial los apoyó y en 1994 el tren volvió a rodar, acentuando cada vez más su perfil turístico.
Después de la parada en Nahuel Pan, donde una pequeña comunidad mapuche ofrece artesanías y explica las costumbres de sus ancestros, el trencito emprende el regreso, mientras los pasajeros, acunados por el constante traqueteo y el interminable silbato de la locomotora, se disponen a continuar soñando con historias de bandidos y fábulas de liebres.
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