Domingo, 4 de septiembre de 2005 | Hoy
ESCAPADAS. EN EL BALNEARIO DE CARILó
En invierno, Cariló es un remanso de tranquilidad, ideal para escapar del constante y muchas veces estridente ruido de la gran ciudad. Entre la diversa oferta de alojamiento con que cuenta el balneario, existen hoteles con spas concebidos exclusivamente para huéspedes que quieren disfrutar de un descanso muy silencioso, sin niños y sin actividades programadas.
El elegante balneario de Cariló ha crecido en las últimas décadas casi hasta el límite establecido por su rigurosa planificación urbana, que garantiza el encanto natural con las casas semiescondidas entre los pinos. Durante el verano la tranquilidad de sus calles de arena ya no es tan perfecta, pero en invierno es prácticamente absoluta. Aunque se ven autos estacionados en las puertas de casas y hoteles, por las calles casi no se ve a nadie.
Lo que ocurre es que quienes llegan a este balneario en invierno lo hacen para disfrutar de la intimidad de una casa con hogar a leña o de las agüitas calientes de un spa. En Cariló –a diferencia de Pinamar– no hay discotecas ni vida nocturna, así que por lo general los turistas que eligen este balneario son aquellos que buscan un placentero descanso y una tranquilidad absoluta. Y a tal punto que algunos de los hoteles, como el Costa Cariló, no reciben menores de 14 años.
Uno de los huéspedes habitúes de este hotel lo afirma con suma claridad: “Lo que me gusta de este lugar es que nadie me persigue con una pandereta para querer divertirme bailando en el agua”. Y de hecho hay personas que se sientan junto a la pileta a estudiar o a trabajar, como es el caso de un guionista de televisión que una vez por mes se aísla dentro de este hotel para escribir.
Como en todo spa, la atención está centrada en la pileta climatizada frente al parque, con paredes y techos de vidrio. En el spa el huésped suele hacer a su gusto un circuito diario que incluye diez minutos de baño sauna seco, una ducha fría, un baño finlandés a vapor, y una sesión de ducha escocesa caliente (un chorro a presión sobre la cabeza mientras varios hidrojets masajean el resto del cuerpo). Por último el placentero ciclo termina con el cuerpo sumergido en las burbujeantes aguas de un jacuzzi a 40 grados de temperatura.
El sindrome de la PC “La gente de la ciudad vive en un constante estado de alerta: en el trabajo, por miedo al jefe o al despido, y en su casa y particularmente en la calle”, afirma la encargada y masajista del spa. “Es una tensión que nunca cede, y por eso el nivel de contracción muscular de algunas personas es increíble. Y lo grave es que al vivir en un estado constante de tensión mental y física, mucha gente no es consciente de cuán tensa está, hasta que el masaje logra descontracturar sus nudos.” En el spa se considera que el solo hecho de salir de ese macroambiente de tensión y llegar a un lugar como Cariló es un cambio tan radical que la gente ya se tranquiliza por estar en un lugar silencioso donde se puede bajar la guardia y simplemente descansar.
Un fenómeno muy ligado a la alienación del trabajo que la masajista observa en sus clientes es lo que ella llama “el síndrome de la computadora”. Por la postura inclinada hacia adelante que se adopta frente a la PC, surgen toda clase de contracturas y dolores en la zona cervical (cuello y espalda). La masajista aplica diversas técnicas con las que va desentramando cada nudo de la espalda, aclarando que sólo se trata de un alivio temporal; para este tipo de dolencias se requieren tratamientos continuos o un cambio de hábito laboral. También se realizan masajes reductores y tratamientos cosmetológicos con aplicaciones de fangoterapia y talasoterapia (algas).
El otro fenómeno que comentan los clientes es el silencio, ya que en la gran ciudad se vive inmerso en el ruido constante. Y les extraña un poco descubrir que es posible un silencio casi absoluto. Por eso la consigna y el deseo de los que vienen a un spa se puede resumir más o menos así: “Lo único que queremos es que nos dejen dormir en paz”.
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