CHUBUT COMIENZA LA TEMPORADA EN PENíNSULA VALDéS
¡Ballenas a la vista!
Las ballenas francas australes volvieron, como todos los años cuando empieza el frío, a las tranquilas aguas del Golfo Nuevo. Su población está en aumento y hasta coloniza ahora zonas más al norte, en los Golfos San José y San Matías, donde también se empiezan a ofrecer avistajes.
Por Graciela Cutuli
Son cada año más numerosas. Y cada vez hacen su espectáculo para mayor cantidad de público. Algo impensable hace unos veinte años, cuando recién se empezaba a difundir en el país que allá lejos, en el sur, de vez en cuando los lugareños avistaban algunas ballenas. Algunos pioneros entendieron enseguida la importancia de estos avistajes, y la labor de Roger Payne, un biólogo norteamericano especializado en el estudio de las ballenas, hizo el resto. Hoy sin duda, el avistaje de ballenas en las aguas del Golfo Nuevo es uno de los mayores atractivos de la Argentina.
Y es sobre todo una de las principales –y desgraciadamente únicas– revanchas de la fauna sobre la exterminación causada por el hombre. Después de décadas de capturas indiscriminadas (las ballenas francas eran cazadas más que otras especies por los balleneros, porque flotan después de muertas), la población del Atlántico Sur se recompuso y actualmente va en neto aumento. Hasta tal punto, que se empiezan a encontrar ballenas en porciones de costa donde nunca antes se las había visto. Mejor dicho, se debería decir que son lugares donde nunca antes se recuerda haberlas visto, porque seguramente ya los frecuentaban cuando todavía no se habían poblado las costas patagónicas, mucho tiempo antes de que el hombre las pusiera en peligro de extinción.
Puerto Ballenas Todo empezó en los años 70, en lo que era apenas un caserío al borde del mar. Pasaron los años, y Puerto Pirámides ganó más en renombre que en tamaño, para suerte de todos los que lo conocen y aman tal como es: un puñado de casas refugiadas en un rincón del Golfo Nuevo, a cien kilómetros de Puerto Madryn, la ciudad más cercana. Es un paraje donde el único invitado permanente es el viento, que da una atmósfera de aventura a los paseos en lancha y un toque de viaje de exploración a las caminatas por la playa.
Durante los fines de semana largos del invierno y principios de la primavera, la actividad que reina en sus playas (no hay muelles ni embarcaderos en Puerto Pirámides) contrasta curiosamente con su tamaño. Los tractores van y vienen hasta el mar, llevando los turistas directamente a las lanchas y barcos. En las oficinas de los “avistadores”, turistas, cámara en mano, preguntan precios y servicios. Todo el pueblo vive de una especie de “fiebre de la ballena”, como otros tuvieron su fiebre del oro. Muy a menudo se las ve, coleteando y moviendo con lentitud su enormes masas oscuras al ras del agua, a pocos cientos de metros de la costa.
Las ballenas eligieron desde tiempos inmemoriales las aguas de los golfos patagónicos por la claridad, la mansedumbre y la temperatura de las aguas, ideales para recibir a sus crías.
Estos y muchos otros rasgos de su vida se pudieron conocer gracias a los estudios que desde 1970 realiza en la zona Roger Payne. Dos años más tarde, hubo otra visita decisiva para el desarrollo de los avistajes: la llegada del equipo de Jacques Cousteau para realizar un documental. Gracias a él se formaron los primeros avistadores que iniciaron una propuesta turística muy novedosa, que empezaba también a desarrollarse en otras partes del mundo: costas de Baja California, Golfo de San Lorenzo, o las costas de Tasmania.
El increíble espectáculo que brindan las ballenas hizo que este mercado se desarrollara rápidamente. Para la primera temporada de avistajes, en 1974, llegaron unas 4.000 personas, muchas de ellas de la región misma, para ver unas 84 ballenas. El año pasado se censaron varias decenas de miles de personas que se embarcaron para avistar una población que aumentó notablemente en los últimos años. Sin duda, sería tiempo de que Puerto Pirámides cambie su nombre por el de Puerto Ballenas...
Yo te miro, tu me miras La mejor forma para acercarse a las ballenas es subirse a una de las embarcaciones que proponen salir desde las playas de Puerto Pirámides. El espectáculo es inolvidable, ya que se puede compartirla intimidad de las ballenas y sus ballenatos, que se acercan sin miedo ninguno. Es emocionante ver cómo estos colosales animales conviven entre ellos, y las relaciones de las crías con sus madres, con las que juegan como cualquier cachorro deseoso de diversión y cariño. Es también emocionante comprobar que estas masas compactas gozan de una extraordinaria agilidad en el agua. La pose más fotogénica de las ballenas es el coletazo, cuando sacan la cola del agua (es la foto más esperada), pero también les encanta dar saltos, sacar la trompa al aire y acercarse a los barcos para avistar a su vez a los humanos...
Para seguir disfrutando del show, una vez fuera del barco hay que recorrer los numerosos puntos de la costa del Golfo Nuevo que ofrecen lugares para observar las ballenas desde las playas, sin embarcarse. Todos los lugareños recomiendan la Playa del Doradillo, que se encuentra a mitad de camino entre Puerto Pirámides y Puerto Madryn, antes del ingreso a la Península. En realidad, como la población de ballenas aumenta cada año, cada vez hay más oportunidades y más lugares de la costa desde donde verlas.
Esta evolución demográfica trajo una excelente noticia. No sólo hay más ballenas en el Golfo Nuevo, sino también en el Golfo San José y hasta se ven con frecuencia ballenas desde hace uno o dos inviernos desde las costas del Golfo San Matías, que se extiende desde la Península Valdés hasta la costa rionegrina al sur de Viedma.
Si bien el salvaje Golfo San José no es explotado turísticamente para avistajes de ballenas, ahora hay operadores que proponen esta actividad en Las Grutas y en Playas Doradas, dos balnearios de Río Negro. También se pueden ver algunas ballenas desde el muelle abandonado de Puerto Lobos, al sur de Sierra Grande. Las poblaciones de ballenas distan de ser las del Golfo Nuevo, pero es el mejor índice para probar que la población de las ballenas del Atlántico Sur está aumentando de manera regular y significativa, y que los grandes cetáceos vuelven a colonizar porciones de aguas que habían abandonado cuando fueron diezmadas.
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