Domingo, 19 de marzo de 2006 | Hoy
NEUQUEN. EL POBLADO DE VILLA PEHUENIA
Una visita al pueblo cordillerano de Villa Pehuenia, al pie del volcán Batea Mahuida y a orillas del lago Aluminé, el primero del famoso Corredor de los Lagos. A salvo del turismo masivo, su romántico paisaje incluye quince playitas, increíbles valles que se recorren a caballo y paseos en 4x4 hasta la cima del volcán Batea Mahuida.
Por Julián Varsavsky
Villa Pehuenia es una idílica aldea cordillerana del norte neuquino, con calles de tierra y casas desperdigadas alrededor del lago Aluminé. Tiene apenas 17 años de existencia y nació directamente como villa turística cuando los pescadores con mosca –esos amantes de los lugares silenciosos con belleza virginal– comenzaron a levantar algunas casas de fin de semana alrededor del lago. Dos aspectos resaltan los visitantes habituales de Villa Pehuenia: es un lugar donde se cuenta con todos los servicios para una estadía confortable y, al mismo tiempo, mantiene su encanto original, ya que la falta de caminos asfaltados resguarda al pueblo del turismo masivo y de un crecimiento desproporcionado. Al recorrer sus calles en plena temporada de verano –con un índice de ocupación del ciento por ciento–, da la sensación de que el pueblo está semivacío, un rasgo que marca una diferencia fundamental con destinos más tradicionales como Bariloche, Villa La Angostura o San Martín de los Andes. Y por otra parte el paisaje con islitas en medio del lago y pronunciadas laderas volcánicas está “decorado” con las estilizadas araucarias que le otorgan una vida muy particular a la monotemática estepa de la Patagonia, que aquí ocupa el frondoso bosque andino-patagónico.
EN LA MONTAÑA MAPUCHE Toda la zona de Villa Pehuenia ha sido en los últimos siglos una tierra de mapuches. Allí está establecida la comunidad Puel –con 900 habitantes–, que tiene su correspondiente cacique elegido democráticamente y administra un parque de nieve en el cerro Batea Mahuida. En general los pobladores originarios son receptivos al turismo y les gusta mostrar con orgullo la belleza de sus tierras (su principal preocupación es que el lugar no se convierta en una ciudad como Bariloche y pierda su tranquilidad y encanto milenarios). Además los lugares donde están enterrados los antepasados de los mapuches son sagrados y no se pueden pisotear.
Una buena forma de conocer las tierras mapuches es recorrerlas a caballo con la compañía de algún miembro de la comunidad. Así lo hizo Turismo/12 en una cabalgata sencilla hasta la base del cerro Batea Mahuida, guiada por Cristian Puel, quien en invierno trabaja en el mantenimiento de los esquíes en el cerro. El paseo parte de un lugar conocido como Angostura, junto al lago Aluminé, y luego sube al cerro Torre por un bosque de radales y araucarias. En el trayecto, la vegetación va cambiando y se atraviesan sucesivos bosques de lenga y un pinar que fue sembrado desde el aire con aviones. Cuando las araucarias ocupan la escena, el paisaje adquiere algo de reminiscencia prehistórica, que se asemeja a los dibujos de hongos gigantes que acompañaban las viejas ediciones del Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne. Más arriba se atraviesa una recta pampa de escoria volcánica escupida por la montaña. A cierta altura se tiene una vista panorámica de los lagos Aluminé y Moquehue, unidos por un río de 500 metros llamado Angostura. El circuito dura dos horas y media y cuesta $ 30 por persona.
LA CUMBRE DEL VOLCAN La excursión más deslumbrante que se realiza desde Villa Pehuenia –hay otras que sobresalen por el romanticismo del paisaje– es la que llega hasta la cumbre del Batea Mahuida. Una alternativa es realizar este circuito en una cabalgata que también organizan los miembros de la Agrupación Puel (cuesta $ 40 y dura cinco horas), o también contratar una excursión en camioneta 4x4 que cuesta $ 64 y es un poco más cómoda y rápida.
La salida en 4x4 parte desde Paso del Arco y en cierto lugar hay que negociar el paso con los hermanos Calfuqueo, mapuches y trashumantes, quienes tienen una precaria casita de troncos que en invierno queda semitapada por la nieve. Los hermanos se dedican a criar chivos y durante la veranada se instalan en esta zona, mientras que en la invernada se trasladan a zonas más bajas entre Zapala y Cutral-Có. Aparentemente, los Calfuqueo comparten una misma esposa con quien tienen dos hijas, lo cual no es usual entre los mapuches, y no están integrados a la comunidad indígena por antiguos pleitos de sus antepasados.
La camioneta Defender sube las montañas a campo traviesa con rumbo norte hasta la laguna Corazón, un extraño lugar al pie del volcán con sus aguas rodeadas por un círculo casi perfecto de esbeltas araucarias. Al ser poco profundas, las aguas son cálidas y permiten tomar un baño.
Más adelante se atraviesan algunas pampitas de altura y se llega al asombroso lugar donde nace un arroyo. Se trata simplemente de una pequeña pared de pedregullo por donde se filtra el agua desde el corazón de la montaña. Aquí, todo el mundo se agacha de inmediato a juntar agua entre las manos para beber un líquido que es de pureza elemental. La siguiente parada es en un hito de acero en medio de la nada –en lo alto de un cerro–, que marca un límite entre Argentina y Chile. La vegetación a esta altura ya no existe, y en el trayecto se suben y bajan lomadas peladas hasta que aparece el increíble cráter del Batea Mahuida, que se ve desde lo alto de un precipicio descomunal con una laguna en el fondo. En la lejanía se levantan también los imponentes volcanes Villarrica, Copahue, Lanín y Llaima.
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