SANTA CRUZ > PUERTO DESEADO Y SU FAUNA
Puerto Deseado es una ciudad ubicada en plena estepa patagónica, en la costa norte de Santa Cruz. Su atractivo principal es una ría que fluye entre cañadones de origen volcánico, habitada por una increíble biodiversidad de fauna. En la Isla Pingüino, una exótica visita a la única colonia continental de pingüinos penacho amarillo.
› Por Julián Varsavsky
El primer hombre blanco que navegó la boca de la ría Deseado –un río que se secó y su curso fue ocupado por el mar– fue Hernando de Magallanes en la epopéyica primera vuelta al mundo que le costó la vida poco antes de terminarla, en 1520. Unas décadas más tarde –el 17 de diciembre de 1586–, el corsario inglés Thomas Cavendish al mando de tres naves entró en la ría Deseado para reparar sus embarcaciones y seguir viaje hacia el estrecho de Magallanes buscando el Pacífico, en pos de arrebatarles a los españoles las riquezas que ellos les robaban a otros. Cavendish fue quien bautizó a la ría con el nombre Desire –como su nave insignia–, y desde allí surgió la inexacta traducción que llegó a nuestros días como Puerto Deseado. Durante su estadía de doce días la flota del corsario fue atacada a flechazos por los tehuelches, llamados patagones por los europeos.
El influjo que ejerce la ría sobre los exploradores perduró durante siglos. Otro espíritu aventurero seducido por este “río” extraño que nace en el mar fue Charles Darwin, quien se adentró en su curso el 23 de diciembre de 1833, fascinado por la fauna que iba encontrando a su paso. Durante el recorrido –que continuó a pie por las márgenes de la ría– iba registrando todo lo que observaba, mientras su dibujante copiaba en papel los paisajes de cañadones, islas y salientes rocosas (ahora llamados Miradores Darwin). Asombrado por los acantilados al final de la ría, el naturalista registró en su diario: “No creo haber visto en mi vida lugar más aislado del resto del mundo que esta grieta rocosa en medio de tan dilatada llanura”.
Hoy en día el paisaje ya legendario de la ría permanece poco modificado por la presencia del hombre, casi tal como lo vieron los famosos navegantes, con su fauna bien conservada. Es uno de los últimos relictos donde las especies animales viven en libertad y protegidas por el aislamiento, de la depredación del hombre.
Puerto Deseado es una típica ciudad de estepa patagónica con 15.000 habitantes donde hay lugar de sobra para desplegar barrios de casas bajas y calles anchas. Se llega luego de recorrer más de 350 kilómetros de árida estepa, con desiertos pardos y grises casi sin vegetación, y algún salitral. Tras una curva aparecen la desembocadura de la ría color turquesa en el mar y la ciudad de Puerto Deseado –que parece un oasis–, con su puerto pesquero, el más importante de la Patagonia, de donde parten cargamentos hacia todo el mundo.
El primer gran impulso económico que tuvo la ciudad fue en 1911, cuando un equipo de picapedreros yugoslavos construyó una gran terminal de trenes –hoy convertida en monumento histórico–, en función de una vía ferroviaria que uniría Puerto Deseado con Bariloche, proyecto que nunca se terminó de concretar. En 1978 se clausuró el tramo que unía esta estación con la localidad de Las Heras y el tren definitivamente desapareció de la región.
El resplandor del mar se puede ver desde casi cualquier punto de esta ciudad inmersa en un paisaje de cañadones y acantilados que se formaron hace unos 150 millones de años, cuando las erupciones volcánicas del jurásico sepultaron lo que era un paraíso de bosques selváticos y lagos habitado por los dinosaurios.
La ría Deseado es un caso único en Sudamérica de un río cuyo cauce se secó y fue anegado por el mar. Pero en su extremo oeste desemboca el río Deseado todo el año salvo en verano, cuando su cauce se seca. La ría mide 42 kilómetros y en sus profundidades viven algas gigantes y toda clase de peces, erizos, caracoles y cangrejos.
Los paseos turísticos por la ría –una especie de “arca de la Patagonia”– son el principal atractivo de Puerto Deseado. La mayoría de los visitantes optan por la excursión a bordo de un gomón semi-rígido con motor fuera de borda que parte desde el Club Náutico Capitán Oneto. La corriente cambia de rumbo según la bajamar y la pleamar, así que por momentos la embarcación va ría arriba y en otros ría abajo, independientemente de su dirección. Y los costados están flanqueados por cañadones con acantilados y riscos. A medida que se avanza aparece una sucesión de islas e islotes habitados por comunidades de especies marinas, entre ellas algunas pequeñas pingüineras que albergan apenas unas 120 parejas y también otras multitudinarias, como es el caso de la isla Chaffers, donde viven unos 40 mil pingüinos mezclados con gaviotas cocineras, gaviotas grises y ostreros negros.
En la isla Elena está la Barranca de los cormoranes, un acantilado donde anidan más de 100 parejas de cormoranes grises, un ave endémica de Santa Cruz. También comparten estos acantilados rocosos con los cormoranes de “cuello negro”, que se sumergen hasta 40 metros bajo el agua para buscar alimento. Pero la especie menos común para los viajeros son los ejemplares blanquinegros de toninas overas que suelen pasar en pareja como flechas por debajo de la lancha, para salir más adelante a tomar aire. El primer desembarco se realiza en la Isla de los Pájaros para disfrutar del espectáculo de los pingüinos de Magallanes. Ya sobre el final de la ría –que se va angostando hasta parecer un arroyo– están los Miradores de Darwin, una serie de balcones naturales desde los que se observan los caracoleos del Cañón del Deseado.
En Puerto Deseado está la única colonia del llamativo pingüino de penacho amarillo que hay en la costa patagónica. Y para verlo de cerca hay que tomar una excursión en un bote semi-rígido con motor fuera de borda que se interna 25 kilómetros en el mar abierto hasta la Reserva Provincial Isla Pingüino. Allí habita una colonia de aproximadamente 400 ejemplares que despliegan sus nidos al resguardo de dos ocultos cañadones. Para observar en detalle la intimidad de estos simpáticos liliputienses se desciende de la embarcación –no sin cierta dificultad y solamente los días de buen tiempo– y se camina por la pingüinera.
Este singular pingüino debe su nombre precisamente al penacho de plumas largas y amarillas que tiene sobre los ojos, a modo de ceja. El otro rasgo que los distingue son sus fuertes uñas en las patas y un poderoso pico rojo-anaranjado, las únicas armas defensivas de este pingüino que sufre bastante los ataques de otras aves, razón por la cual es agresivo con cualquier intruso que se acerque al nido, ya sea pingüino, pájaro o turista inescrupuloso. Su porte es más bien pequeño en comparación con otras especies, alcanzando unos 40 centímetros de alto y un peso de hasta dos kilogramos. Un aspecto muy llamativo es su modo de andar a los saltitos entre roca y roca, en vez de caminar (saltan hasta una altura de 30 centímetros). La distribución mayoritaria del pingüino penacho amarillo está en las áreas subantárticas y en las Islas Malvinas.
El “penacho amarillo” fue una de las especies más castigadas por el hombre en la Patagonia. En 1578, Francis Drake recaló en la Isla Pingüino para aprovisionarse de huevos, grasa y carne de pingüino. A mediados del siglo XIX los barcos balleneros europeos y norteamericanos llenaban barriles enteros con sus huevos y salaban su carne para consumirla en los viajes. Como la caza se tornó muy lucrativa –dejaba 3 peniques por cada pingüino–, en apenas tres años fueron muertos de un palazo 500 mil pingüinos penacho amarillo.
En la Isla Pingüino no sólo hay pingüinos con look rockero, sino también otros de la especie más común en la costa patagónica, los magallánicos. Además, se pueden ver gaviotas cocineras, gaviotas grises, ostreros y patos vapor, y una gran colonia de skuas que en época de reproducción se arrojan en picada sobre los visitantes, sin llegar a tocarlos. En la playa del inhóspito paisaje hay un pequeño apostadero de elefantes marinos y otro de lobos marinos de un pelo. En otro sector aparecen también los restos de una factoría donde se procesaba grasa de lobos marinos y un faro de 1903 en desuso.
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