- Como Etiopía no tiene embajadas al sur de Washington, es imposible tramitar una visa de antemano. Pero los argentinos pueden obtener una en el aeropuerto de Addis Abeba –y sólo allí– por veinte dólares, ya que figuramos en una lista de “países generadores de turismo”. Una exigencia formal es llevar el certificado de vacuna contra la fiebre amarilla, que conviene tener porque esa enfermedad también existe en tierra etíope. Otras vacunas necesarias incluyen ambas hepatitis y un refuerzo de la antitetánica. Es indispensable tomar previamente la medicación antimalaria.
- El gobierno etíope devalúa regularmente, con lo que la inflación no afecta tanto al turista. Los bancos aceptan con gusto dólares y euros, con recibo y sin trampear (hasta se puede cambiar en los aeropuertos). Muchos hoteles aceptan dólares, a buena tasa, pero es casi imposible usar otra cosa que birrs en la calle o en restaurantes.
- La hotelería en Etiopía es, por así decirlo, limitada. En la capital hay varios hoteles estupendos y un Sheraton faraónico, pero en el resto del país hay que buscar lugares limpios y con agua caliente –todo un problema por allí– sin pensar en lujo alguno. Los taxis son escandalosamente caros, pero todo, absolutamente todo es regateable por allí.
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