El hallazgo de la tumba real
El 4 de noviembre de 1922 los obreros a cargo del arqueólogo Howard Carter trabajaban en un corte situado un metro por debajo de la entrada a la tumba de Ramsés VI. Allí apareció una escalera descendente –puesta al descubierto peldaño por peldaño–, que desembocaba en una puerta sellada con argamasa. Las improntas del sello eran las de una necrópolis real: el chacal y los nueve prisioneros. Casi un mes después los arqueólogos habían llegado a una segunda puerta sellada donde podía reconocerse el sello de Tutankhamón. En su relato del hallazgo, Carter cuenta: “Penetramos en la antecámara y contemplamos tesoros que se parecían al suntuoso decorado de un teatro moderno. Cuando vaciamos esta cámara pudimos entrar por una puerta interior también sellada y descubrimos el tesoro secreto. Estabaprotegido por dos impresionantes guardianes vestidos de negro y oro, armados con una maza y un bastón. Cuando la puerta fue cayendo piedra por piedra, lo primero que vimos fue una pared que parecía ser de oro, cuyo sentido no entendimos. Hasta que la abertura se agrandó y comprendimos que lo que nos tapaba la visión era un inmenso sarcófago de oro”.